Por:
Dr.
Julio Izquierdo Labrado
Palos
de la Frontera
Agosto,
1987
A comienzos del siglo XV, Portugal, impelida hacia
el Sur por el impulso que la Reconquista había dado a los reinos cristianos de
la Península y por la interrupción de las rutas comerciales tradicionales del
Mediterráneo, se había convertido en una potencia marítima que iniciada su
colonización en las costas africanas. Casi desde su inicio, los marinos palemos,
acuciados por la escasa producción de
sus insuficientes tierras y la pobreza de su pesquería litoral, comenzaron a
seguir las expediciones de los
algarvios. Desafiando a la poderosa armada portuguesa esquiván-
dola, pescaron en aquellas aguas y comerciaron en
sus tierras; arrebataban a los portugueses sus migajas, sus despojos, hasta que
poco a poco se convirtieron en excelentes marinos, superiores a todos los de la
costa suratlántica peninsular, incluidos sus propios maestros portugueses,
impres-
cindibles en las armadas que Castilla enviaba a
aquellos lugares, participaron en la conquista de las islas Canarias.
Sin que
ningún puerto de esta costa, exceptuando al Puerto de Santa María, contase con
hombres suficientemente expertos y desesperados para adentrarse en el litoral
de Guinea, los palermos fundamentaron allí la base de todo su comercio y
prosperidad económica. La abundante pesca, el tráfico de esclavos y la
comercialización de los rescates en oro, especies, tintes y otros exóticos
productos que los palermos distribuían
en ulteriores cambios por todos los países ribereños del Mediterráneo
–especialmente Italia- y el Atlántico Nororiental –Bretaña y Flandes,
convirtieron a Palos en una villa muy próspera, su Flota controlaba las
pesquerías de toda la comarca y llegó a contar con una población, en 1476, de
unas 3000 personas (población que no recobraría hasta mediados del presente
siglo) dedicadas en su mayoría a las actividades marítimas en una cincuentena
de carabelas.
Sin embargo,
esta coyuntura favorable, que hubiese hecho de Palos una importante ciudad, apenas duró unas décadas.
El período de mayor auge para la villa fue el de la guerra peninsular entre
Castilla y Portugal (1474-1479). Dicha contienda, motivada por la disputa por
el trono castellano entre Isabel la Católica y Juana la Beltraneja, esposa de
Alfonso V de Portugal, supuso para Palos –al fin- el apoyo de la corona a sus
incursiones a Guinea, a su pesca y su comercio, que se tradujo en seguros,
facilidades fiscales y financieras y todo tipo de apoyo a los únicos marinos
que podían entorpecer la soberanía de la escuadra portuguesa en aguas
africanas, seccio-
nándole al país vecino una copiosa fuente de
ingresos. La numerosa correspondencia de esta época entre la corte castellana y
las autoridades palermas ponen de manifiesto la gran importancia de los
servicios prestados por los marinos de Palos y la alta consideración en que los
tenían los Reyes. De esta época (1/2 XV) datan las principales aportaciones
arquitectónicas a la Iglesia de S. Jorge, y el pueblo abandona definitivamente su estructura urbana
cónica alrededor de Iglesia y Castillo, pasando a ser el Puerto el corazón de
la villa y la calle de la Ribera su arteria o eje primordial.
Pero en 1479
los diplomáticos castellano-portugueses firman en Alcázovas el Tratado que
ponía fin a la guerra. Isabel la Católica obtenía el trono de Castilla a cambio
de ceder a Portugal la soberanía de las colonias de Africa, excepto las
Canarias, y renunciar a toda expansión
por la zona. Ambas renuncias eran duras, pero los diplomáticos de ambos
países convencieron a sus respectivos soberanos concertando el matrimonio entre
los herederos de Castilla y Portugal, cuyo hipotético descendiente reuniría los
tronos y colonias. La prematura muerte de Isabel, hija de los Reyes Católicos
casada con el prícipe portugués, desbarató estos planes. Para Palos el Tratado
de Paz de Alcázova supuso la prohibición expresa de los Reyes Católicos casada
con el príncipe portugués, desbarató a sus marinos de adentrarse en las aguas
atlántico-africanas que habían cedido a Portugal. Se impedía a los marinos
palermos sus pesquerías y su comercio, se les pedía que renunciaran a unos derechos que habían adquirido tras
generaciones de luchas y esfuerzos, se les quitaba la base de su prosperidad,
el único medio de sostener a una población que había crecido por encima de las
posibilidades de mantenimiento que podía generar su escaso e infértil término, se
traicionaba sus esfuerzos en la pasada guerra, se les recriminaba como delitos
lo que antes se les alababa como hazañas. Lógicamente, Palos no podía obedecer
estas prohibiciones, y no las obedeció., De esta época datan multitud de
condenas y sanciones reales a los palermos por sus incursiones a Guinea –uba de
ellas, de 1486; la que ordenaba a Palos poner dos carabelas al servicio de la
Corona, que los Reyes pondrían al servicio de Colón-, esto unido al
intervencionismo centralista, que se materializaría con el envío de
Corregidores al Consejo Palermo, tuvo como resultado un clima de franca
hostilidad entre la oligarquía (y el pueblo) de Palos y la Corona.
Sin duda
alguna la Paz de Alcázovas hubiera arruinado a Palos, pero no hubo tiempo
debido a la irrupción de un hecho trascendental que originaría una nueva
coyuntura: el Descubrimiento de América.
Fin
de la Segunda Parte
No hay comentarios:
Publicar un comentario