Por: René León
Cuenta la historia verbal de África que ha quedado en el pasado de la tribu que Ochún que se encontraba en su forma más bella, se mofaba a su antojo en el güemilere, poniéndolo celoso, por las miradas de los otros hombres, que contemplaban su hermoso cuerpo, de caderas cimbreante y cintura fina. Ningún hombre obtuvo de ella, ni con galanteos, ni muestra de guerrero ningún favor de ella. Ni poder tocar la saya de la omordé en las noches calurosas. Ochún se dejaba seguir por los guerreros, fuertes y bellos los que introducía en su ilé y le concedía efímeras noches de placer.
Un día según cuenta la historia de los memo -rizadores africanos llamados “juglares negros”. Ochún se presentó en el güemilire donde oficiaba Changó, el guapo tamborero de quien hablaban todos y su fama era contada en historias que iban de aldea a aldea.
Ochún pidió permiso para hablar con el famoso tamborero. Se acercó y con una ceremonia inclino su cabeza: Y le dijo a Changó- Emí, eres el más conocido y grande de los tamborero: te vengo a visitar.
Changó la miro, y la interrogó:
-¿A quién he de autorizar?
- Has de preguntar por Yalorde, yo soy tu humilde servidora.
- Yalorde – dijo Changó y se quedó pensativo.
Le respondió- Tú no mereces mi atención, y continuo sus atabales.
-mientras golpeaba el cuero de sus instrumentos percutidos.
Desde ese día Ochún, usaba todo tipo estrategia para conseguir la atención de Changó. Iba todos los días a visitar al güemilere, el joven que osó humillarla a ella ante todos los hombres de la tribu. Una vez se despojó de su túnica y se puso a danzar al sonido de los tambores para llamar la atención. Los que estaban allí estaban extasiados por el danzar de tan bella danzarina más ágil del güemilere. Changó cansado de su danzar, tiró en el rostro de ella una porción de orí y le dijo:
-Cofiadero, omorde.
Ochún bajo su cabeza y sus ojos negros y rostro se llenaron de lágrimas.
Al día siguiente Ochún volvió ante Changó
Ofreció su cuerpo a Changó
_ Amordé, déjame en paz, le respondió.
Ochún a pesar de estos desprecios seguía insistiendo. De noche se paseaba por los palmares tratando insistir con Changó
Changó la humillaba:
-Ochún, eres indigna de mi lecho; no puedes estar con un solo hombre.
-Eres torpe y tan pesada como un elefante. Te pegas a los hombres y nunca te quieres alejar de ellos.
-Ochún soportaba los desprecios de Changó, esperando el momento final.
Más llegó el día que la fama de Changó se empezó a opacar. Comienza a decaer en el güemilere: mira su caída y pierde el orgullo que antes tenía y abandona su oficio de tamborero, para no ser vejado y pasar inadvertido en el lugar de su fama; y como los ancianos se busca un ilé alejado del vocear de los tambores.
Ochún lo va a ver y lo consuela, sacrifica todos bienes y se queda con un solo vestido. Al que lleva todos los días al río a lavar. Y tanto lo lleva, que de blanca se vuelve amarilla vieja.
Es desde ese momento que Changó al ver sus sacrificio empieza a sentir amor por Yalorde.
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