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- Escrito por Emilio Roig de Leuchsenring Historiador de la Ciudad desde 1935 hasta su deceso en 1964.
Acerca de los artificios que se emplean en la correspondencia secreta – ocasiones el único medio de comunicación entre los amantes–, y sobre los tenorios que se valen de este procedimiento para conseguir pareja, refiere el cronista en este artículo de costumbres.
«El tenorio de correspondencia es el gracioso de esta comedia humana», comenta Roig al hacer referencia a las dos variantes de este tipo pintoresco que se vale de misivas para lograr sus conquistas.
Gorón, el famoso jefe de policía de París, considera en sus Memorias, al hablarnos sobre la estafa por medio del matrimonio, la correspondencia secreta de los periódicos, como el procedimiento más usual que se emplea para cometer esta clase de delitos, ya directamente por la persona que pretende realizarlos, ya por mediación de las agencias matrimoniales, ya también por los mismos periódicos que insertan esos anuncios.
Es preciso, dice, «haber estado durante algunos años encargado de seguir a los estafadores, para saber qué mágico influjo ejerce en los hombres y las mujeres la palabra matrimonio, y que sentimientos tan innobles despierta a veces en las almas. Es preciso reconocer además que en este género de estafa, como en casi todos, los estafados no suelen ser más dignos de consideración que los estafadores».
Uno de estos listos, o alguno de los ganchos de la Agencia, insertan en la sección de Correspondencia Secreta, un suelto redactado, más o menos en los siguientes términos:
«Señora distinguida, con algún capital, viuda y cansada de su soledad, desea encontrar caballero serio y de regular posición, o perteneciente a la industria o comercio, para casarse con él. Contestar a X. X. Lista de Correos».
«Caballero de cuarenta años fino y bien educado, jefe casa comercio, aburrido soltería, contraerá matrimonio con señorita o viuda sin hijos. No es exigente en dote, ni detalles de belleza, pues busca cariño y hogar. Dirigirse a Leante, Apartado 777».
Al reclamo de cualquiera de estos anuncios, acuden los incautos, sinvergüenzas, que sin reunir las condiciones exigidas, esperan ser ellos los que den el mico al anunciante. Comienza entonces una verdadera lucha entre compañeros de profesión, de la que resultará vencedor el más listo o el más afortunado. En otras ocasiones, hay infelices que caen en la red, atraídos por la bella perspectiva de un matrimonio de capital, y resultan miserablemente estafados.
Por último, existen periódicos – de Cuba ¡por supuesto!– que tienen entregada su sección de correspondencia secreta a agentes, que explotan esa clase de anuncio como un negocio, publicando falsas solicitudes ya de matrimonios, ya de relaciones de cualquier otra clase, con el fin de que el público acuda al reclamo y se gaste el dinero insertando en la sección sus respuestas. El agente, como no le cuesta, hace que al aspirante sostenga larga correspondencia con la fingida dama o caballero. El importe de lo recaudado se distribuye, por partes iguales, entre la administración del periódico y el agente. ¡Y pensar que quienes realizan tales estafas, pretenden, cínicamente, seguir encauzando, como Cuarto Poder, la opinión pública, y erigirse en árbitros de la moral y honradez de los demás!
Hay, desde luego, muchas de estas correspondencias que son ciertas: novios y novias, que bien por oposición de las familias o por encontrarse distantes, no tienen otra manera de comunicarse. En nuestro archivo conservamos algunas muestras verdaderamente interesantes. Véanse estas tres: «Adolfo: Díganme si los paseos que da por frente a mi casa son por mí o por mi prima. María». «Reina: Hoy por la tarde pasaré por tu casa, procura estar en el portal, que si las circunstancias nos son favorables podemos hablar unos minutos! –». «Alicia. Vida mía, no he podido aun olvidar aquella noche. Quiero venir pasado mañana. Aleja guardiana. Automóvil esperará sitio acostumbrado. Lleva pantalón rosa. Ricardo».
En otras correspondencias, se desenvuelven numerosas intrigas matrimoniales, que tiene por base el famoso triángulo, como puede verse por las siguientes fichas que poseemos: «Ernesto. Es demasiado pronto para dar ese paso. Deja siquiera que pase clásica luna. No seas impaciente. Todo se andará. –». «Apenado fiebre, consecuencia agitación y emociones excesivas ayer. Espero ansioso domingo. Deseo prolongue ausencia individuo. Granizado».
Facilita, así mismo, la correspondencia secreta, el modo de verse, comunicarse o darse cita dos amantes. Véanse las muestras, bastante expresivas: «Tirso. Conforme. De cuatro a seis. –» –«Jacinto. Aprovecha esta noche, porque mañana voy a confesarme. Nena». –«M. S. Sigo mal. Busca manera enviar recursos, pues Coronel no ha venido. Contesta vía Sultana». –«Laura. Sube a las cinco. Desde aquí te veo con los gemelos. Tu puedes hacer lo mismo; no tengas cuidado; cuando yo vea que otra persona los tome, me ocultaré tras el muro. Mario». –«Nena: Recibí carta. Imposible. Piensa serenamente. Escríbeme hoy. Tengo carta, no puedo mandarla. Necesito verte solo una hora convencerte injusticia resolución. Contesta otra vía temprano. Ten mucho cuidado. Pensaba en ti solamente. Rubini».
A veces, que la vida es así, esas correspondencias dejan adivinar pavorosos dramas, hondas tragedias, de dolor y pobreza. Zamacois, en una de sus últimos artículos comenta el siguiente suelto que apareció en un periódico español: «Joven huérfana, educación esmerada, sabiendo tocar el piano, desea protección caballero respetable. Lista correos». ¡Qué intensa novela, llena de dolorosas y tristes enseñanzas, se oculta en esas líneas! Alguna de esas señoritas de «educación esmerada», inútiles para la vida, víctima de un sistema de enseñanza familiar, tan hipócrita como funesto, que de la noche a la mañana queda huérfana, en la miseria, sin saber valerse y busca en el protector desconocido, un alivio a su desgracia. Es el primer paso hacia un abismo que terminará probablemente en la sala de un hospital. ¡Y sus padres, descansarán «en el seno del Señor», satisfechos de haber dado a la hija amada, en el más aristocrático colegio de religiosas, una «esmerada educación».
El tenorio de correspondencia es el gracioso de esta comedia humana. Así como hay conquistadores que utilizan, para atraer a las mujeres, su caída de ojos, su automóvil, sus llamativos chalecos, sus saludos de largo metraje, el vistoso solitario o la cadena de dos ramales y hasta el lunar más o menos asturiano que adorna y embellece su rostro, el tenorio de correspondencia, se vale de ésta para realizar estragos entre damas y damitas.
Los hay de dos tipos.
Uno, es el señor acomodado, casi siempre de aspecto respetable, que en el tranvía, en el paseo o en el teatro, al divisar alguna mujer que le agrada y quiere hacer víctima suya, se dirige hacia ella, y ceremoniosa y correctamente, le dice casi al oído.
– mi atrevimiento? pero hágame el favor de leer mañana la correspondencia secreta de tal periódico. Allí podrá darse cuenta de la pasión que usted me inspira.
Al día siguiente, la dama con esa invencible curiosidad femenina, busca el periódico indicado, y encuentra efectivamente lo siguiente:
«Dama desconocida. Ayer la vi y quedé rendido de amor y admiración ante sus plantas. Mi corazón late ardorosa y precipitadamente. ¡La amo! Soy hombre de posición acomodada, grandes relaciones fino, cariñoso. Ofrezco hacerla la más feliz de las mujeres. ¿Quiere usted que entablemos relaciones? Reserva absoluta. Contésteme Apartado 44. Pepe».
Muchas mujeres no hacen caso. El tenorio vuelve a insistir una y otra vez, hasta que al fin, cansado, abandona la conquista y emprende otra nueva. Pero alguna contesta: se entable el idilio, que no sería raro terminase en matrimonio, pues para todo hay en la viña del Señor.
Otros tenorios desdeñan este procedimiento. No abordan en la calle a las damas. Como los grandes generales y políticos, actúan desde su gabinete de trabajo. Allí escriben sus correspondencias incendiarias, que envían a los distintos rotativos.
«Deseo intimidad con viuda joven. Placeres le sobrarán: Conteste interesada esta vía. Zaratustra».
«Joven peninsular, alto, grueso y educado, ocupa puesto importante casa de comercio, tiene algún capital, desea contraer relaciones matrimoniales con viuda o soltera rica. Mucha seriedad, contesta: Lista de Correos: Raoul N».
«Extranjero acomodado, busca señorita guapa, morena, compañía tardes y noches. Reservado. Lista correos 1917».
Al reclamo, acuden algunas mujeres y el tenorio realiza sus conquistas. Con frecuencia algún gracioso se interpone y hace pasar al conquistador las de Caín, tomándole el pelo y burlándose de él. Otras, es el mismo agente comercial de la correspondencia, sacándole los cuartos, hasta que se descubre el juego.
El tenorio está, además, atento a los menores reclamos que salen en los periódicos.
«Contraería relaciones íntimas con caballero reservado y simpático, dama casada que se encuentra triste a pesar de su elevada fortuna. Genzi».
«Una señorita libre, estudiosa, sin preocupaciones tontas, admitiría la amistad de un caballero que supiera interpretarla. Si llegábamos a congeniar emprendería viaje en su compañía para complementar nuestros idilios amorosos. –».
Nuestro tenorio, lleva una lista detallada de todas las conquistas que tiene en cartera, con un balance diario de las altas y bajas. Desde luego, no anota los frecuentes engaños y desengaños que recibe en su carrera y las mermas que sufre su bolsa, para ir a engrosar la caja de los que explotan este negocio, que Gorón incluye entre las industrias del amor como una de las estafas más productivas e impunes por la dificultad de probar el delito y castigar a los culpables.
Es preciso, dice, «haber estado durante algunos años encargado de seguir a los estafadores, para saber qué mágico influjo ejerce en los hombres y las mujeres la palabra matrimonio, y que sentimientos tan innobles despierta a veces en las almas. Es preciso reconocer además que en este género de estafa, como en casi todos, los estafados no suelen ser más dignos de consideración que los estafadores».
Uno de estos listos, o alguno de los ganchos de la Agencia, insertan en la sección de Correspondencia Secreta, un suelto redactado, más o menos en los siguientes términos:
«Señora distinguida, con algún capital, viuda y cansada de su soledad, desea encontrar caballero serio y de regular posición, o perteneciente a la industria o comercio, para casarse con él. Contestar a X. X. Lista de Correos».
«Caballero de cuarenta años fino y bien educado, jefe casa comercio, aburrido soltería, contraerá matrimonio con señorita o viuda sin hijos. No es exigente en dote, ni detalles de belleza, pues busca cariño y hogar. Dirigirse a Leante, Apartado 777».
Al reclamo de cualquiera de estos anuncios, acuden los incautos, sinvergüenzas, que sin reunir las condiciones exigidas, esperan ser ellos los que den el mico al anunciante. Comienza entonces una verdadera lucha entre compañeros de profesión, de la que resultará vencedor el más listo o el más afortunado. En otras ocasiones, hay infelices que caen en la red, atraídos por la bella perspectiva de un matrimonio de capital, y resultan miserablemente estafados.
Por último, existen periódicos – de Cuba ¡por supuesto!– que tienen entregada su sección de correspondencia secreta a agentes, que explotan esa clase de anuncio como un negocio, publicando falsas solicitudes ya de matrimonios, ya de relaciones de cualquier otra clase, con el fin de que el público acuda al reclamo y se gaste el dinero insertando en la sección sus respuestas. El agente, como no le cuesta, hace que al aspirante sostenga larga correspondencia con la fingida dama o caballero. El importe de lo recaudado se distribuye, por partes iguales, entre la administración del periódico y el agente. ¡Y pensar que quienes realizan tales estafas, pretenden, cínicamente, seguir encauzando, como Cuarto Poder, la opinión pública, y erigirse en árbitros de la moral y honradez de los demás!
Hay, desde luego, muchas de estas correspondencias que son ciertas: novios y novias, que bien por oposición de las familias o por encontrarse distantes, no tienen otra manera de comunicarse. En nuestro archivo conservamos algunas muestras verdaderamente interesantes. Véanse estas tres: «Adolfo: Díganme si los paseos que da por frente a mi casa son por mí o por mi prima. María». «Reina: Hoy por la tarde pasaré por tu casa, procura estar en el portal, que si las circunstancias nos son favorables podemos hablar unos minutos! –». «Alicia. Vida mía, no he podido aun olvidar aquella noche. Quiero venir pasado mañana. Aleja guardiana. Automóvil esperará sitio acostumbrado. Lleva pantalón rosa. Ricardo».
En otras correspondencias, se desenvuelven numerosas intrigas matrimoniales, que tiene por base el famoso triángulo, como puede verse por las siguientes fichas que poseemos: «Ernesto. Es demasiado pronto para dar ese paso. Deja siquiera que pase clásica luna. No seas impaciente. Todo se andará. –». «Apenado fiebre, consecuencia agitación y emociones excesivas ayer. Espero ansioso domingo. Deseo prolongue ausencia individuo. Granizado».
Facilita, así mismo, la correspondencia secreta, el modo de verse, comunicarse o darse cita dos amantes. Véanse las muestras, bastante expresivas: «Tirso. Conforme. De cuatro a seis. –» –«Jacinto. Aprovecha esta noche, porque mañana voy a confesarme. Nena». –«M. S. Sigo mal. Busca manera enviar recursos, pues Coronel no ha venido. Contesta vía Sultana». –«Laura. Sube a las cinco. Desde aquí te veo con los gemelos. Tu puedes hacer lo mismo; no tengas cuidado; cuando yo vea que otra persona los tome, me ocultaré tras el muro. Mario». –«Nena: Recibí carta. Imposible. Piensa serenamente. Escríbeme hoy. Tengo carta, no puedo mandarla. Necesito verte solo una hora convencerte injusticia resolución. Contesta otra vía temprano. Ten mucho cuidado. Pensaba en ti solamente. Rubini».
A veces, que la vida es así, esas correspondencias dejan adivinar pavorosos dramas, hondas tragedias, de dolor y pobreza. Zamacois, en una de sus últimos artículos comenta el siguiente suelto que apareció en un periódico español: «Joven huérfana, educación esmerada, sabiendo tocar el piano, desea protección caballero respetable. Lista correos». ¡Qué intensa novela, llena de dolorosas y tristes enseñanzas, se oculta en esas líneas! Alguna de esas señoritas de «educación esmerada», inútiles para la vida, víctima de un sistema de enseñanza familiar, tan hipócrita como funesto, que de la noche a la mañana queda huérfana, en la miseria, sin saber valerse y busca en el protector desconocido, un alivio a su desgracia. Es el primer paso hacia un abismo que terminará probablemente en la sala de un hospital. ¡Y sus padres, descansarán «en el seno del Señor», satisfechos de haber dado a la hija amada, en el más aristocrático colegio de religiosas, una «esmerada educación».
El tenorio de correspondencia es el gracioso de esta comedia humana. Así como hay conquistadores que utilizan, para atraer a las mujeres, su caída de ojos, su automóvil, sus llamativos chalecos, sus saludos de largo metraje, el vistoso solitario o la cadena de dos ramales y hasta el lunar más o menos asturiano que adorna y embellece su rostro, el tenorio de correspondencia, se vale de ésta para realizar estragos entre damas y damitas.
Los hay de dos tipos.
Uno, es el señor acomodado, casi siempre de aspecto respetable, que en el tranvía, en el paseo o en el teatro, al divisar alguna mujer que le agrada y quiere hacer víctima suya, se dirige hacia ella, y ceremoniosa y correctamente, le dice casi al oído.
– mi atrevimiento? pero hágame el favor de leer mañana la correspondencia secreta de tal periódico. Allí podrá darse cuenta de la pasión que usted me inspira.
Al día siguiente, la dama con esa invencible curiosidad femenina, busca el periódico indicado, y encuentra efectivamente lo siguiente:
«Dama desconocida. Ayer la vi y quedé rendido de amor y admiración ante sus plantas. Mi corazón late ardorosa y precipitadamente. ¡La amo! Soy hombre de posición acomodada, grandes relaciones fino, cariñoso. Ofrezco hacerla la más feliz de las mujeres. ¿Quiere usted que entablemos relaciones? Reserva absoluta. Contésteme Apartado 44. Pepe».
Muchas mujeres no hacen caso. El tenorio vuelve a insistir una y otra vez, hasta que al fin, cansado, abandona la conquista y emprende otra nueva. Pero alguna contesta: se entable el idilio, que no sería raro terminase en matrimonio, pues para todo hay en la viña del Señor.
Otros tenorios desdeñan este procedimiento. No abordan en la calle a las damas. Como los grandes generales y políticos, actúan desde su gabinete de trabajo. Allí escriben sus correspondencias incendiarias, que envían a los distintos rotativos.
«Deseo intimidad con viuda joven. Placeres le sobrarán: Conteste interesada esta vía. Zaratustra».
«Joven peninsular, alto, grueso y educado, ocupa puesto importante casa de comercio, tiene algún capital, desea contraer relaciones matrimoniales con viuda o soltera rica. Mucha seriedad, contesta: Lista de Correos: Raoul N».
«Extranjero acomodado, busca señorita guapa, morena, compañía tardes y noches. Reservado. Lista correos 1917».
Al reclamo, acuden algunas mujeres y el tenorio realiza sus conquistas. Con frecuencia algún gracioso se interpone y hace pasar al conquistador las de Caín, tomándole el pelo y burlándose de él. Otras, es el mismo agente comercial de la correspondencia, sacándole los cuartos, hasta que se descubre el juego.
El tenorio está, además, atento a los menores reclamos que salen en los periódicos.
«Contraería relaciones íntimas con caballero reservado y simpático, dama casada que se encuentra triste a pesar de su elevada fortuna. Genzi».
«Una señorita libre, estudiosa, sin preocupaciones tontas, admitiría la amistad de un caballero que supiera interpretarla. Si llegábamos a congeniar emprendería viaje en su compañía para complementar nuestros idilios amorosos. –».
Nuestro tenorio, lleva una lista detallada de todas las conquistas que tiene en cartera, con un balance diario de las altas y bajas. Desde luego, no anota los frecuentes engaños y desengaños que recibe en su carrera y las mermas que sufre su bolsa, para ir a engrosar la caja de los que explotan este negocio, que Gorón incluye entre las industrias del amor como una de las estafas más productivas e impunes por la dificultad de probar el delito y castigar a los culpables.
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