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sábado, 1 de diciembre de 2018

Periodismo, Biografías, Cartas y Crónicas

Foto tomada de:  regencyantiquebooks.com

Dr. Mario Andino 

¿Quién podría negar que el límite que separa lo real de lo ficticio es tenue, esquivo e incluso lúdico? La experiencia y la imaginación se entremezclan en un espejo tejido en el que ambos reclaman para sí -y, ¿por qué no? Al menos una porción de la realidad. Cuándo y en qué momento el sueño se vuelve vigilia y la ficción , verdad es algo sutil, difícil de precisar por tanto un trabajo apasionante. Tal vez, es eso lo que nos han dado los relatos documentales,o los géneros literarios mencionados en el título, una vitalidad ajena al olvido que los ha intentado dominar. Pese a todo y reflejo de una enorme necesidad del hombre de comunicación, estos textos han gozado siempre de buena salud y, en general, logran superar el olvido. La tendencia a escribir el devenir histórico de los pueblos, está orientada hacia un conocimiento armónico de todos los distintos aspectos de una época, ha revalorado la literatura documental que por siglos ha deambulado por divanes,cajones, archivos y en crónicas periodísticas. Estos géneros partieron, en nuestra cultura, desde las cartas de Colón hasta la última biografía de nuestros egregios literatos. Cuatrocientos años atrás, en plena Conquista de América, al letrado español llegado a nuestro continente, no se le ocurre escribir una novela. Y, esto, a pesar de la odiseas y aventuras novelescas correspondientes a nuestros viajes espaciales de hoy, vividas por los conquistadores para llegar y viajar por América Hay que recordar que nuestro pionero novelesco, El Periquillo Sarmiento, no se publica hasta 1816. Cuando doña Leonor López de Córdoba, dicta la primera autobiografía que se conoce, alrededor de 1400 y no publicada hasta el siglo XIX, lo hace también para dejar constancia de sucesos históricos y turbulencias políticas de la época, en relación con su vida personal. Es precisamente en América, donde el diario, la crónica, la carta adquirieron una tradición que se inicia con Colón y su diario de viajes. Toda esta literatura, y, más aún, porque las Crónicas de Indias, como la demás literatura documental --diarios, epístolas, apuntes de viajes, autobiografías, entrevistas, reportajes, crónicas-, no se contentan con ser una mera incursión individual, sino que a través de ese testimonio queda reflejada una interpretación colectiva o un registro de la memoria, como una especie de daguerrotipo o retrato de la época. Al descontar la poesía, que abundó desde don Alonso de Ercilla, durante tres siglos Hispanoamérica produjo relatos documentales que hasta hoy tironean la Historia y la Literatura. Los periódicos, decía Borges, escriben para el olvido. Sin embargo y, gracias a la literatura documental que, en las últimas décadas, ha sido más estudiada y reconocida, tenemos más que registrar y menos que olvidar. Disponemos de más documentos que nos permiten mejor avistar el ayer y también reconstruir un pasado que puede estar siempre redescubriéndose y en constante movimiento, tan lúdicos como los límites entre lo real y lo ficticio, la vigilia y el sueño, o la memoria y el olvido. Como lo son, en suma, los textos documentales.

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