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miércoles, 1 de mayo de 2019

En Conmemoración del 500 Aniversario de San Cristóbal de la Habana (Novena parte)


Este trabajo es sobre la fundación de la ciudad de San Cristóbal de la Habana, en 1519.  Cumple 500 años en 2019.

Información tomada del libro de René León San Cristóbal de la Habana Desde su fundación hasta 1599

Copyright 1990
Printed
San Lazaro  Graphics Corp.
819 SW 8th Ave
Miami, Florida 33130  

…las harmadas e flotas e traen mucha gente de guerra los quales soy informado que con dezir que no han de ser castigados del governador hazen muchas maldades e han sucedido algunas muertes e abiendoles preso sus gene­rales como se ban e no ay quien les pida los sueltan sin castigallos...

En lo que toca a los frayles abra doze dias que en el monesterio de santo domingo dos frayles quisieron matar al prior e a mas de tres horas de la noche me vino a pedir fabor e ayuda e acudiendo a esto como hera obligado halle uno de los frayles con una espada afirmando que si yo yba a dar favor al prior que me avia de matar con ella al fin los dexe pressos con presiones en su monesterio, son frayles muy escandalosos porque del mismo prior e otros frayles me e ynformado que otra vez avian querido matar al dicho prior e an hecho malos trata­ mientos a los demas frayles por les reprehender sus vicios e malos exemplos que davan... "

Irene A. Wright, en la Historia Documentada, nos dice que:

  "El cabildo se reunía una vez a la semana, probablemente los viernes, en el piso bajo de la nueva casa de aduanas. No era menester citación especial para asistir a las sesio­nes ordinarias, exceptuando aquellas en que habrían de tratarse asuntos de extraordinaria importancia o verificarse la elección de alcaldes. La asistencia era obligatoria bajo la pena de multa". (31)

De la Pezuela, nos da detalles de un incidente que pasó cuando llegó la flota que mandaba Francisco de Luján:

  "Poco después de llegar Luján, había entrado en la Habana, de regreso de Veracruz, la flota que mandaba su pariente Francisco de Luján, cuyo almirante ó segundo, Alvaro de Flores Valdés, traía en su galeón á un joven llamado Don Diego Henríquez, hijo del virrey del Perú. Poco escrupuloso el mozo en los recursos para dejar satisfechos sus deseos, cohechó á ciertas criadas que le introdujeron una noche en el dormitorio de una dama principal del pueblo. Pero no la encontró sola, sino con dos parientas, logrando por fortuna las instancias y las amenazas de las tres ahuyentar de allí á un galán de tan mal género, á pesar de lo ilustre de su alcurnia.

    Aunque libre de un primer peligro, había sido la injuria muy bastarda para que la ofendida se la dejasen ignorar á su marido el alférez real Jorge de Baeza, á su padre el capitán Francisco de Avalos y aun al mismo gobernador Luján. Este afeó á D. Diego su torpeza delante del mismo general de la flota y le amenazó con referirsela al Rey si no se reportaba. Pero de tal modo se burló el mancebo de sus amenazas, que á la siguiente noche con algunos compañeros armados de espadas y rodelas se estableció en la puerta de Francisco de Avalos. Aunque les intimó éste con firmeza que la despeja­ran, por toda respuesta desnudaron los aceros y le mal hirieron. Después de añadir así á la vileza anterior la cobardía, apresurándose los agresores á refugiarse al sagrado de las naves, donde permanecieron quietos unos días. Pero no tardó mucho D. Diego en vol­ verse muy tranquilo á tierra, pareciéndole que bastaba una semana para que sus atentados se olvidaran. Por no dejarlos sin castigo e impedir al mismo que le sacrificasen á su resentimiento los del pueblo, púsose Luján de acuerdo con el general de la flota, y mandó al capitán de la fortaleza que con un piquete le prendiese á la hora en que salía á paseo, para que el desagravio de una ofensa que había sido tan pública, fuese de esa manera más notorio. Pero escoltaban al culpado varios forasteros armados, y entre ellos el mismo flores Valdés, que era su protector más decidido. Este jefe, después de leer el mandamiento de prisión, le hizo pedazos y le ordenó al capitán que se marchara, significándole que los que iban en su flota no estaban sujetos á otra jurisdicción que la de sus generales. En cuanto supo el gobernador el desafuero, corrió personalmente á reprimirlo, y encontrando á Flores Valdés en su posada, le intimó que sin demora se diese preso por el Rey. En vez de someterse ni de reconocerle como autoridad, le contestó Flores Valdés con tono amenazador y descompuesto. Arreciaron las palabras hasta sacar Valdés la espada y herir ligeramente á Luján sin reparar que se hallaba desarmado. Viéronle algunos vecinos con sangre en una mano, se tocó á rebato y corrieron todos con sus armas á la fortaleza, dando á la ocurrencia interpretaciones exajeradas y siniestras. Se preparaban ya desde allí á acometer á cuchilladas á los forasteros, cuando las razones de los dos Lujanes y la prisión de D. Diego Henríquez y otros delincuentes que fueron encerrados en la fuerza, pudieron aplacarles y hacerles retirar á sus viviendas.

Pero por acordes que estuviesen el gober­ nador y el general, hombres de seso y 
 experiencia y además parientes, no pararon en aquello los escándalos. El almirante, más culpable aún que D. Diego, había quedado libre, y en las altas horas de la siguiente noche, víspera de San Juan, se vino al pueblo con ochenta arcabuceros de la flota. Con pretexto de ser verbena y fiesta aquella noche, corrieron, alborotaron y dispararon armas por las calles, turbando y estreme­ ciendo al vecindario". (32)

Acerca del hospital de la villa, nos dice Irene A. Wright:

"The hospital of Havana was still in very humble circumstances: it is described as con­sisting of two rooms and a desolate chapel. For its support the crown continued to appropriate one half the fines imposed in the local court for petty offences, and Juan Diaz Aldeano de Mendoza, cura, who described himself as of noble birth and decent life, begged through the town on Sundays on its behalf. He gave silk and gold vestments and a silve cup to the parish church." (33)

Según las ordenanzas del doctor Cáceres, todos los años se elegía, el día de Año Nuevo, alcaldes en las villas. Para su elección, no podían votar ni el gobernador, ni los tenientes. Los alcaldes tenían la obligación de vivir en la jurisdicción donde ejercían. Entre sus obligaciones, se les exigía visitar la carnicería y la pescadería, y ver que se encontraran limpias. Visitar los hatos, corrales y estancias.

Cédula Real. Marzo 5 de 1581: "... (Al gouernador de la ysla de cuba que no des­ pida a ninguno de los soldados viejos españoles que oviere en la fortaleza de aquella ysla sin justa causa y que dozientos ducados que estan mandados repartir de bentaja entre los soldados de la dicha fortaleza los reparta entre los soldados biejos que lo merecieron) Nuestro Gouernador de la ysla nos somos ynformados que la mayor parte de los soldados que ay en la fortaleza de esa ysla son estrangeros porque en pidiendo los soldados biejos y españoles que se les pague lo que se les deve y por otras cosas de poca ynpor­tancia los despedís vos y los otros officiales y resceuis en su lugar a los dichos estran­geros y a gente baxa que se quedan de las flotas que es ynutil y de quien se puede tener poca satisfaccion que haran lo que deven.. . las ocasiones que se ofrescieren y porque esta es cosa de mucha consideracion y conbiene que la gente que oviere en la dicha fortaleza sea española y de quien se tenga confiania os mandamos que deis orden de ello..."
Carta del capitán Melchior Sardo al Rey. Octubre 30 de 1581: "... tambien quiero dar a vuestra magestad quenta de quan mal me a tratado e trata el governador gabriel de luxan no procediendo de mi parte ni causa e el tomando las agenas por propias con que mucha colera procede porque aviendo echado preso tres veces al contador pedro de arana por volber e no consentir se ficiesen escesi vos gastos en la casa que a de servir de aduana en aquel governador se aposentado... "

En carta al Rey, el gobernador Luján le infor­maba que la casa que los gobernadores utilizaban para vivir, estaba en muy mal estado, y se había ordenado tumbarla para tener más espacio para la Fortaleza:

"mandar dexe desocupada el aduana para que se hagan las abaliaciones en ella e se meta la rropa. yo me pase a diez e siete de juli por no tener casa a donde bibir... "

"Acta de los escribanos Gaspar Pérez de Borroto y Guillermo Vázquez, dirigida a la corte. Enero 5 de 1582: "... nos los escrivanos publicos e de su magestad desta villa de San Xtoval de la havana que aqui fmamos nuestros nombres certificamos a los señores que la presente vieren como las cassas de la aduana quen esta villa se an hecho por mandato de su magestad estan acavadas en las quales bive el muy ylustre señor gabriel de Luxan governador e capitan general de esta ysla de cuba por su magestad no bargante que en ella bive e ay posentos comodos e desembaracados donde los officia­les rreales... de esta Ysla se juntan para fazer abaliaciones e las cosas nescesarias e tocantes... a la rreal hazienda de su magestad e ensimesmo de las dhas aduanas se descargan mercadurias que a este puerto della bienen de los rreynos de españa nueva e otras partes"

En carta al Rey de febrero 27 de 1582, Luján informaba de tener dos compañías de infantería con docientos soldados. Una compañía de veinte caballos con sus jinetes y lanzas. Que de los indios y mulatos que vivían en Guanabacoa, había formado una compa­ñía de cincuenta de ellos. Nombrando a uno de ellos con el grado de capitán. Al mismo tiempo le informaba:

"e echo derocar la fortaleza bieja e los buhyos questaban alrredor de la nueba que eran muy grandes padrastos e que en la fortaleca bieja se pudiera fortifütar el enemigo".

Informaba al mismo tiempo que las casas que estaban alrededor de la nueva Fortaleza, la de Diego de Soto y otros vecinos, serían tumbadas para formar lo que sería la nueva plaza. En enero 2 de 1582, se nombraría al capitán Diego Fernández de Quiñones, alcaide de la Fortaleza.

Al tomar el mando de la Fortaleza, Diego Fer­ nández de Quiñones, implantó nuevas ordenanzas para el mejor funcionamiento de la guarnición. Entre ellas:

"que el soldado que estuviere faziendo su quarto a las oras que le tocare si se durmiere e le hallaran durmiendo sea encestado e colgado sobre las puertas desta forta­leda termino de medio dia e ynbiado a servir por galeote a las galeras de su magestad por diez añós sin sueldo...

. . . que el soldado que en el cuerpo de guardia o dentro de la fortaleda echare mano a la espada o daga o otro cualquier genero de armas o ynjuriare a otro qualquiera de modo de querello afrentar herir o matar que sea horcado por ello...

... que el soldado o persona que residiere en esta fortaleda que no confesare o comul­gare al tiempo que lo manda la santa madre yglesia... sea castigado por el santo officio e entregado a el o a la persóna que estobiere diputado para este hefeto...

... que ningund soldado ni otra qualquier persona que Residiere en esta fortaleda no sea osado de ensuziar ni a mearse por la placa o escaleras ni cuerpo de guardia ni por los ranchos donde durmiere... parte donde se sienta fazer perjuicio ni por encima de la muralla so pena de quince días en cepo... "

  La anarquía de la villa era incontrolable. En el año de 1582, los soldados de la guarnición de la Fortaleza reclamaron sus sueldos que no habían sido pagados en más de un año. El virrey de México envió dinero para el pago de los atrasos y al mismo tiempo mandó dos compañías de soldados de sesenta hombres para que estuviesen a las órdenes de Luján, y reforzar la guarnición de la villa.

Carta de Juan Bautista Rojas al Rey. Noviembre 9 de 1582: "... Con la benida a esta tierra de diego fernandez de quiñones a quien V.M. fue servido de mandarle biniese de su alcayde en esta fortaleca an suceb­dido cosas muy extrañas e dignas de que con suma brevedad V.M. las remeddie. El titulo que V.M. le fue servido de mandar dar para el huso del officio a nacido mucha discordia e diferencias por ciertas palabras del quales dice el alcayde que por ellas se entiende que a de ser a su cargo todo lo tocante a la guerra en esta villa e toda esta ysla e que a de poner la guardia en todos los puertos... los capitanes e al governador los a de hordenar lo que an de facer... a causado mucho deshorden e escandalo...... y an sucedido tantas cosas en menos de dos meses que a llego el alcayde sobre querer estender su jurisdicion e de agravios que soldados fazen a vecinos sin que las justicias lo puedan rremediar que porque no parezca ynpotunidad no las especificamos mas de que se estiende a... asta un paje del gover­nador e entre soldados e vecinos ay mill rebueltas e si las justicias se meten de por medio se les desverguercan... e todos somos testigos..."

En carta al Rey, los vecinos Hernando de Man­ rique en noviembre 15 de 1582 y Nicolás Jerónimo en noviembre 20 del mismo año, le informaban de los problemas que surgían entre Quiñones y Luján.

El gobernador Luján, debido a la escasez de agua, mandó a fabricar una cisterna grande en la villa con capacidad de mil pipas de agua, para el suministro de la villa y de las naves. Esto trajo como consecuencia nuevos problemas con Quiñones, que vendía el agua a las flotas.

Varios vecinos de la villa, entre ellos Pedro de Arana que había tenido problemas personales con Luján, se habían dirigido a Santo Domingo, para pedir se investigara las actividades del gobernador. La audiencia volvería a nombrar a Arana en el puesto que tenía antes, y nombró a Domingo Garci-Hernández de Torquemada, para investigar lo que pasaba en la villa; llegaría en abril 9 de 1583. Luján sería encar­celado provisionalmente en su casa, hasta que se hiciera la investigación.

Carta de Gabriel de Luján al Rey. Marzo 4 de 1583: "... tengo avisado a V.M. como se recoxen delinquentes a la fortaleia e los ampara e favorece el alcayde como a hecho a un barrientos questa condenado a acotes e a un pedro asturiano que le hallo aqui un vezino con su mujer en la cama e se acoxio a la fortaleca e de alli a salido dos veces e herido a dos e uno fue un marinero del navio segundo de aviso e luego salie­ron a dalle fabor de la fortaleca porque no le prendiesen mi tiniente que llego a tienpo que no lo pudiera fazer e los alguaci­les e los soldados los tratan mal de palabra como tienen de costumbre e de acuchillar­ los... "

El gobernador Gabriel de Luján que se encontra­ba encarcelado en su casa, envíó al rey una carta el 23 de diciembre de 1584, donde se quejaba por todo lo que estaba pasando y que su moral de servidor a su rey había sido manchada:

"... he sido malamente tratado en mi honra y hazienda con falsas delaciones que de mi ha hecho á la real audiencia de Santo Do­mingo el alcaide Diego Fernández de Qui­ ñones".

Presos y encausados sus detractores, se com­probó su inocencia, empezando a ejercer de nuevo el 11 de septiembre de 1585.

Carta de Juan Bautista de Rojas y Pedro de Arana al Rey. Diciembre... de 1584: ''... el obispo desta ysla se entremete en librara en la rreal caxa con mandamientos de descomunion contra nosotros e nuestros tenientes sobre la paga de sus salarios e curas e sacristanes e aunque se le an dado rracones monstrandoles rrecaudos por donde no puede e pasa delante con su voluntad e dexata que aunque aya mas proviciones questrellas ay en el cielo... e se a de hechar sobre la hacienda de V.M. asta que sean pagados... "

El cabildo informaba a la corte a finales de 1584 sobre la nueva plaza que necesitaba la villa:

"... porque la que tenían la ha tomado é desecho el alcaide Diego Fernández de Quiñones, diciendo que la quiere para plaza de armas, con la fuerza que tiene de gente ha defendido é defiende la ejecución de la real justicia, por cuya causa no hay plaza donde se pueda ejecutar".

El cabildo propuso la compra de un solar a Alonso de Suárez Toledo, que se encontraba cerca de la aduana. Las gestiones se hicieron, pero el precio pedido era tan alto que fue imposible su compra.

El 15 de septiembre de 1585, la escuadra de Francis Drake había salido de Plymouth con rumbo a América. La componían 25 navíos y 2500 entre soldados y marinos. La corte enviaría un aviso a la Habana, sobre la salida del corsario Drake:

"Mi governador de la Ysla de Cuba: Francis Drake, se cree que para robar y hacer daño que pudiera, había pasado a las Yndias con algunos navío s de armada, con­ viniendo tanto el bien y seguridad de ellas que no estén despercibidas y que sepan con tiempo su intento. He mandado despachar a todas partes y porque podría acudir os he querido dar aviso... "

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