Lola Benítez Molina
Málaga (España)
Juego de
sentimientos ultrajados, desdicha sin ocaso. El bandoneón de los recuerdos
aflora y marchita hasta las gardenias de Machín. Un fado suena en los
entresijos de mi alma. Ya no vuela el ruiseñor. Las mentiras, una leve brisa
las trae y las lleva. Una luna creciente asoma cohibida, y el latir de las olas
murmura sin cesar. Una alondra inocente quiere volar, soñar…, a donde el
corazón la lleve, y no encuentra más que el desgarro de lo banal.
El silencio sin respuesta, cargado
de dolor y agonía, acecha a todo aquel que amó y no fue correspondido. Y como
diría Neruda en su poema “Tu risa”: “quítame el aire, pero no me quites tu risa
porque me moriría…”
¿Adónde se fueron los románticos,
los forjadores de ilusión, los que siembran amor con la mirada, los que su sola
palabra penetra en el verdadero oasis? Uno de ellos, es sin duda, el gran poeta
cubano José Ángel Buesa, nacido en 1910 en las Cruces y fallecido en 1982 en
Santo Domingo, República Dominicana. Se le conoce como el “poeta enamorado”. Su
obra es principalmente elegíaca, grávida de melancolía, de canto al “Amor
perdido”, al “Amor prohibido”, al “Amor tardío”. Son célebres sus poemas “de la
despedida” o “Poema del olvido” entre otros.
Como otros tantos cubanos, se vio
obligado a marcharse de su paradisiaca tierra. Estoy segura de que ello
acentuaría la nostalgia que lo caracterizó. En su obra se aprecia una profunda
sensibilidad. Su peregrinar lo llevó a las Islas Canarias y a El Salvador, pero,
finalmente, se instaló en Santo Domingo. Sus poemas fueron traducidos al
inglés, ruso, japonés, portugués, polaco y chino. Además, escribió novelas y
libretos para la televisión y radio cubana y fue profesor de Literatura en la
Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña de República Dominicana. Es uno de
los máximos exponentes del neo-romanticismo americano.
Para el crítico literario C. S.
Lewis: “La dificultad a menudo prepara a una persona común para un destino
extraordinario”.
Parece que hay un nuevo resurgir de
poetas, un auge de la cultura y las artes, como búsqueda de una salida a la
inquietud y crispación reinantes. El ser humano está ávido de amor y
comprensión, por algo siempre se ha dicho que el amor mueve al mundo. Para ello,
hay que partir de la base del respeto y de la educación.
Seamos, pues, portadores de
sonrisas, como la sonrisa de un niño que cree en la magia de la inocencia. No
olvidemos que el sentimiento por lo bello perdura toda la vida.
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