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miércoles, 15 de mayo de 2019

En Ocasión del Bicentenario de los Estados Unidos: Un Episodio en la Historia de América



Por:  Aurelio Tió 

En la historia de América existe una profunda raíz tradicional que no ha sido debidamente reconocida, como lo es en Europa, aunque es guardada con gran veneración por el pueblo como algo casi sagrado. Cuando se demuestra con hechos comprobados documentalmente la falacia de algún concepto tradicional, el pueblo resiste y rechaza instintivamente su rectificación, pues ama a sus ídolos, aunque tengan los piés de barro. La más famosa de las leyendas americanas es quizá la primera que surgió, La Fuente de la Juventud, atribuída al Adelantado Don Juan Ponce de León, el Fausto americano. Dicha leyenda tuvo orígen indígena, tal como la del Hombre del Dorado y la de las Siete Ciudades de Cibola, atribuídas a otros conquistadores. 

Se ha comprobado que por Real Orden, Don Juan Ponce de León zarpó desde Puerto Rico al descubrimiento de La Florida y Yucatán en 1513, cuando estaban en su plenitud sus poderes físicos y mentales a los 39 años de edad, por lo que mal podía atribuírsele una búsqueda mas propia de un anciano en el ocaso de su vida. 

Al vencer el Almirante Diego Colón a la Corona de España, en los famosos "Pleitos de Colón", Ponce de León tuvo que entregarle la gobernación de Puerto Rico, pero el Rey Fernando le concedió en desagravio el Adelantamiento de una fabulosa isla al Noroeste que los indios llamaban Bimini, rica en oro, piedras preciosas y aguas medicinales, las que devolvían la salud al que se bañara en ellas o las tomara. 

En realidad el propósito de Ponce de León fue descubrir y ganar con las armas otra gobernación, pues se trataba de un hombre sumamente activo que se había probado como un excelente conquistador, poblador y gobernante en La Española y en Puerto Rico. 

Fue casi un siglo después del descubrimiento de La Florida que el cronista Antonio de Herrera atribuyó a Ponce de León dicha leyenda erróneamente, al leer en un manuscrito de Fernando de Escalante Fontaneda la leyenda indígena, por haber estado prisionero de los indios de La Florida al naufragar en sus costas alrededor del año 1550. 

La leyenda del idilio amoroso del Capitán Don Cristóbal de Sotomayor, hijo de la Condesa de Tavora y secretario que fue de Felipe el Hermoso, con la princesa Guanina, hermana del cacique máximo de Puerto Rico, Guaybana, es quizá el primer romance americano, que sigue el mismo patrón del de el Caballero de Elvas con la hija del cacique Eucita de La Florida, que a su vez sirvió de base al de la princesa Pocahontas con el Capitán Juan Smith en Virginia. 

Toda leyenda contiene algún grano de verdad histórica dentro de su aspecto imaginativo, pues ha surgido de algún hecho real. Una hazaña es suficiente para dar vida a una tradición, a veces trasmitida y grabada en asociación con un nombre descriptivo o simbólico del hecho en sí, como lo es un castillo, un manantial , una aguada, una hermita, o cualquier paraje que por su notoriedad llame la atención popular. 

Es reconocida la tendencia a aceptar sin investigar las tradiciones que resultan placenteras para la vanidad regional, pues el pueblo desea apro­piarse del aspecto maravilloso de los hechos famosos que despiertan su imaginación. 

La tradición quizá sea la más incierta de las fuentes de la Historia, pero su carácter casi sagrado impide que se reconozcan las alteraciones que la imaginación popular les imparte. La tradición representa los pri­meros pasos de la Historia debido al apego humano a lo maravilloso, y aunque se parece a los cuentos, se inspira en sucesos reales que apelan al gusto popular. Según Goethe, el gusto popular es la apreciación justa de lo que debe agradar en un país en determinada época de acuerdo con el sentido moral de las inteligencias en conjunto. 

Nos viene a la mente un hecho histórico, en ocasión·que se celebra el bicentenario de la declaración de la independencia de los Estados Unidos de América, que tiene el trasfondo legendario de un bello romance hispanoamericano . 

Se trata de incidentes casi desconocidos de la historia del régimen español en el Oeste Medio de los Estados Unidos de América. Este ter­ritorio había sido explorado por el Sieur de La Salle en 1682, y el cana­diense La Clede estableció en 1764 una factoría en San Luis para el comercio de pieles. En 1762 Francia cedió a España todo el territorio que poseía al Oeste del río Mississippi, y le cedió a Inglaterra el que po­seía al Este del río. 

El dominio español del territorio de San Luis de Ylinueses se extendía hasta los estados de Illinois, Luisiana, Missouri, Indiana y Ohio durante la gobernación del Mariscal Don Alejandro O'Reilly, quien procedió a destacar en 1770 al Capitán Pedro Piernas en reemplazo del Capitán Rui, quien había erigido dos fuertes de troncos de árboles y tierra en la confluencia de los ríos Mississippi y Missouri. Lo sustituyó el Capitán Fran­ cisco Cruzat, a su vez reemplazado por el Capitán Fernando de Leyba, quien tomó posesión el 10 de junio de 1778, luego de un viaje de 93 días desde Nueva Orleans por el río Mississippi. Tan pronto reconoció el territorio recomendó la construcción de otro fuerte en la entrada del río Des Moines con 200 hombres de refuerzo, lo que le fue denegado por el Gobernador General Antonio de Ulloa, del territorio de Luisiana. 

Como teniente de gobernador en el territorio de San Luis en 1780, el Capitán Don Fernando de Leyba supo por sus adalides que los ingleses preparaban un ataque con 300 soldados veteranos y 900 indios bajo el mando del Capitán Esse, contra el "Fuerte Don Carlos Tercero el Rey" en San Luis, en la ribera Oeste del río Mississippi. El fuerte fue reforzado con una torre de madera montando cinco cañones, y con un sistema de trincheras circundantes construídas por 281 vecinos hábiles y 29 soldados, de los cuales solo 16 eran veteranos, pues otros cuarenta se encontraban explorando el interior del territorio. Las mujeres, niños e inválidos fueron albergados en la casa fuerte de piedra del comandante, defendida por veinte hombres bajo el mando del Capitán Cartabona. 

El ataque comenzó el 26 de mayo de 1780 y fue rechazado con la pérdida de 22 muertos 7 heridos entre los defensores, quienes tomaron 70 prisioneros. Por su brillante defensa el Capitán Leyba fue ascendido póstumamente al rango de Teniente Coronel el 3 de febrero de 1781, ya que había muerto el 28 de junio de 1780 a consecuencia de heridas en acción, poco después de su esposa. 

Durante el mando del teniente de gobernador Leyba, el Coronel rebelde norteamericano George Rogers Clark había recibido la órden, desde su estado de Virginia de navegar por el río Ohio, hasta los fuertes ingleses de Kaskaskia
(Santa Genoveva), Cahokin en el río Mississippi, y el puesto Vincennes en el río Wabash, los que capturó con sólo noventa hombres contra 200 ingleses y 800 indios aliados. Nombró dicho último puesto el "Fuerte Patrick Henry," que tuvo 175 hombres y 7 cañones. El Coronel Clark intentó atacar a Detroit, pero sólo le llegaron unos 30 de los 300 hombres de refuerzo que había pedido de Kentucky y Tennessee, por lo que tuvo que desistir del ataque. 

Un día del año 1778 el Coronel Clark se había presentado frente al fuerte español "Carlos Tercero el Rey" en San Luis con varios de sus hombres, vestidos con cueros, botines y gorras de pieles, casi desnudos a la usanza india, con el rifle y la mochila de piel con pólvora a sus espaldas, y tan tostados del sol que parecían indígenas, lo que causó extrañeza e hilaridad a Teresa, hermana menor del Comandante Leyba, quien lo invitó a sus cuarteles una vez se identificó. 

Entablaron los dos militares una estrecha amistad, y el Coronel Clark acostumbraba hospedarse en la casafuerte donde residía el Comandante con su esposa, sus hijos y su hermana, no muy lejos puesto Vincennes, en la ribera Este del río Mississippi. Clark tuvo amores con Teresa de Leyba, a quien rescató de los indios durante uno de sus ataques , y le escribía con frecuencia ofreciendo sus respetos a los esposos Leyba y a sus hijos. 

El Coronel Clark tenía a su cargo las fuerzas rebeldes en Kentucky y el territorio Noroeste, a nombre del estado de Virginia, que le había podido entregar sólo 12,500 pesos con los cuales reclutar 350 hombres, lo que resultó insuficiente . Solicitó la ayuda del Capitán Leyba, quien lo refirió al gobernador Bernardo de Gálves, pero éste no pudo ayudarlo, por lo que Leyba garantizó personalmente más de 10,000 pesos en provisiones y pertrechos, los que nunca pudo cobrar debido a la penuria del gobierno rebelde de Virginia, lo que le causó la ruina. 

El ataque al fuerte español se efectuó durante la ausencia del Coronel Clark, quien estaba hostilizando a los ingleses en el interior del territorio. Un mes después de dicho ataque habían muerto los esposos Leyba, y su hermana Teresa se dirigió a Nueva Orleans con sus sobrinos, en donde ingresó en un convento de monjas ursulinas. 

Al regresar el Coronel Clark, fue informado de la tragedia y se dirigió a Nueva Orleans en busca de su novia. Una noche se incendió el convento y el Coronel Clark acudió con otros vecinos en ayuda de las monjas, rescatando a cuatro, entre quienes estaba Teresa a quien le ofreció matrimonio, pero ella le contestó que había tomado los votos y no podía casarse. 

El Coronel Clark le confesó su remordimiento por haberle causado la ruina a su hermano, ya que los vales del estado de Virginia carecían de valor, pero que él se consideraba obligado con la familia. Teresa de Leyba agradeció al Coronel Clark su gran cariño e interés en su bienestar, pero como no podía casarse, lo mas que podía hacer era invitarlo a reunirse con ella en el paraíso, bello final a un romance hispanoamericano. 

Este romance de la vida real señala la asombrosa analogía de la ficción y la historia, pues temas muy parecidos fueron elaborados por el poeta Henry Wadsworth Longfellow en su romance "Evangelina, un relato de Acadia," análogo al de "Hermann y Dorothea" de Goethe , y el de Na­thaniel Hawthorne en sus "Libretas de Apuntes Americanos." 

El poema de Longfellow se refiera a la separación violenta por el gobierno británico, y el exilio, de una colonia francesa en Acadia, Nueva Escocia en 1775. Una pareja de recién casados fueron desterrados el mismo día de sus bodas a sitios distantes, y el poema relata la peregrina­ción de la joven novia en busca de su esposo, a quien encontró en su lecho de muerte en un hospital público en el que ingresó como enfermera tras muchos años de infructuosa búsqueda. 

Tan sencillo relato fue el tema de uno de los más tiernos poemas en la lengua inglesa, el que logró inmediato reconocimiento por su sentimiento amoroso que describe el tipo de mujer afectuosa que sufre y espera con paciencia, y en algunos aspectos es similar al de Teresa de Leyba.

AURELIO TIÒ es presidente de la Academia Puertorriqueña de la Historia.

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