Carlos
Benítez Villodres
Málaga
(España)
La mujer es el tesoro más valioso, más sublime, más
luminoso, que posee la Humanidad. Desde la noche de los tiempos hasta nuestros
días, la actitud del varón hacia la mujer ha cambiado 180º. La bondad y la inteligencia,
la sensibilidad y la ternura, el ánimo positivo y constructivo y la capacidad
de diálogo…, en definitiva, la belleza interior, hacen que la mujer posea una
calidad humana sumamente abierta y hábil y flexible. Esta riqueza intrínseca de
la mujer contribuye a impregnar de amor su esencia. Amor, pues, hacia ella y
hacia los demás seres humanos más y menos cercanos, desde su propia paz,
tolerancia y armonía. “En todo momento de mi vida, refiere Gabriel García
Márquez, hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad
que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor
con menos luces”. Ciertamente, la mujer sabe caminar y desenvolverse en la vida
mejor que el hombre. Por consiguiente, ella debe de ser nuestro mar, nuestro
faro y nuestro puerto. Si el varón consigue que para él la mujer sea lo
anteriormente expuesto, su nave saldrá indemne de cualquier peligro.
El
hombre de hoy y de mañana debe ensalzar y dignificar a la mujer. Asimismo, debe
continuar trabajando constante y enérgicamente con ella para que ésta ocupe en
la sociedad actual el lugar que le corresponde. En él, desempeñará su labor
como cualquier hombre, pues ambos son iguales, excepto en los aspectos
anatomofisiológicos y psicológicos propios de cada sexo. Es verdad que se han
conseguido muchos objetivos con respecto a la igualdad de hombres y mujeres,
pero aún hay que seguir caminando en pos de otros, que todavía no se han
logrado, porque “nuestra sociedad aún es masculina, dice Henrik Johan Ibsen, y
hasta que no entre en ella la mujer no será humana”. Sí, entrar en ella con
todos los derechos y deberes que tiene el hombre del siglo XXI, para humanizar
a las poblaciones no sólo de nuestro país, sino también de las demás naciones
del mundo.
La mujer de espíritu infatigable y
mente feraz es vida con sentido para el caminante que marcha hacia el
horizonte, donde el amor verdadero vive, alentándole para continuar, desde sus
convicciones de paz y justicia, de libertad y fraternidad, en el fragor de esa
lucha diaria de la que siempre debe salir victorioso, pero, aunque a veces sea
derrotado, no debe desfallecer, ya que su deber es proseguir, tras el fracaso,
combatiendo, con denuedo y firmeza, para implantar el gozo por vivir en todos
los corazones y la luz de la sabiduría en todas las mentes. En su camino hacia
delante, siempre encontrará el apoyo vital de la mujer, como único referente
para sus pasos y sus ideales, para sus sueños y sus aspiraciones… Mujer esta
que fascina a la persona honesta, noble, sincera…, y exaspera al villano, al
facineroso, al injusto…, porque la mujer es tan inmensa como el cosmos,
sumamente tierna como cualquier flor, fuerte como un roquedal, dulce y
apasionada como la mutua entrega de los amantes y bella como la naturaleza.
Ella es así, simplemente, por ser mujer.
La mujer es para el hombre el sol
que jamás se oculta, porque constantemente lo ilumina y le da vida total, vida
impoluta y fecunda, vida que lo fortalece, lo anima a cada instante y lo colma
de bondad y de sensibilidad y de savia creadora. Víctor Hugo concluye su poema
“El hombre y la mujer” con estos dos versos: “En fin: el hombre está colocado
donde termina la tierra. / La mujer donde comienza el cielo”. Con estas
palabras, el literato francés dejó grabado a fuego en el intelecto del ser
humano del pasado, del presente y del futuro la grandeza y la maravilla de ser
mujer.
LOA A LA
MUJER
Tu dignidad aroma
la dulzura
de tu esencia
sensible al valle ufano,
donde el amor
imprime en el hermano
la bondad que sotierra
a la amargura.
Para
esparcir semillas de ventura,
nutres,
mujer, el campo soberano
con la
miel del panal de tu pantano
que aleja
de tu sol la noche oscura.
En tu
mirada veo los pensiles
de tu luz
con guirnaldas de marfiles
y con las
albas rientes de tus besos.
Cada día
tus triunfos y fracasos
son
también míos, soles de mis pasos
sobre
cumbres que activan los progresos.
Carlos Benítez Villodres
Málaga (España)
(Del libro TRANSPARENCIAS, Málaga
2018)
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