Dra. Herminia D. Ibaceta
En Dimensión del Alba, se nos presenta Antonio A. Acosta, como el poeta legítimo que es. En esta como en sus obras anteriores, su lira brota sencilla, espontánea, siempre digna, retratando, en todo momento, sentimientos auténticos. Su poesía es como él: valiente, honesta, rebelde, capaz de proyectar luz en medio de las sombras.
Un análisis de Dimensión del Alba, nos conduce a temas diversos. El poeta y la poesía, el silencio, la familia en las figuras de sus padres, la amistad, poemas de cariz filosófico y Cuba, la patria ausente, como el eje central del poemario.
La preocupación por la vida más allá de la muerte, se hace patente en “Epílogo del Hombre”, “La tierra es el epílogo del hombre, varazón de lo eterno y de la nada. En “Dilema de la Vida y de la Muerte”, se pregunta: “Cual misterio es el primero, si morimos al nacer o si es que al morir nacemos”. En “Itinerario del quien sabe”, nos dice: “La vida es un compromiso no pactado, sin alegatos ni reclamos. Cumbre o abismo, tragicomedia donde el autor ignora como acaba”.
Su preocupación por la disyuntiva (vida-muerte), y sus poemas místicos: “Cristo no ha muerto” y “Dimensión del Alba”, que da título a este libro, dan fe de su sentir religioso. En ambos poemas, su religiosidad está íntimamente ligada a su rebeldía ante la injusticia y la tiranía. Veamos:”Cristo no ha muerto”
El tiempo implacable nos apremia/ En un mundo infestado de tiranos. / Doblemos la espalda sólo a la cruz cargando;/ una cruz simple y rústica de madera fresca,/ -raíz y flor de esencia primigenia./ Una cruz simple y rústica,/con la imagen de un Cristo que no ha muerto: “Dimensión del Alba”
-Este es hijo el madero por mi sangre manchado;/ abrázate a él, no lo necesito en casa del Señor;/ Allí no existen clavadotes ni clavos; yo lo puse en tu camino para que no te ahogaras; el rústico madero te salvó.
Estudiando los versos, que constituyen el tema central del sentimiento poético en este poemario, nos encontramos con una patria que sufre y un hombre errante que sigue, a pesar de lejanía y tiempo, atado a sus raíces.
Su nostalgia se pone de manifiesto en “Marinero sin Barca”; “Sólo llevo una angustia calcinada en el pecho y una herida sin huellas que me sangra por dentro”. En “Galería de Pasados”, Confidencias”, “Noventa Millas” y más, constatamos su hondo sentir patriótico en un domeñado gemir, que no se deja arrastrar por la desesperación.
No todo en su sentir es lloro, una nostalgia se alumbra con atisbos de esperanzas por un futuro mejor para Cuba. Así sucede en “Horizontes de Sombras”; “Los potros de la aurora trotan los senderos de la ausencia. Se hizo horizonte la sombra de los muertos”. En “Tiempo de Siembra”; los surcos esperan el fruto de la ausencia. El momento ha llegado, emprendamos la siembra”. En “Presagio de Luz” nos habla de un cielo abierto de horizontes y en “Un Eco de Libertad”, expone, que al llegar a la tierra soberana sonarán trompetas de gardenias y se abrirán los espacios para el eco, en un grito viril que anuncie libertad.
La lectura de este poemario nos deja un sabor a tierra nuestra, una lágrima compartida y una esperanza, que nos permite vislumbrar la verdadera “Dimensión del Alba”
Antonio A. Acosta |
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