Roberto
Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)
Juan Bautista Casas fue Gobernador
Eclesiástico de la Diócesis de La Habana desde el 20 de julio de 1893 al 16 de
noviembre de 1894.
Su credo político-social quedó
expuesto sistemática e inequívocamente en el libro que publicó en Madrid (en el
Establecimiento Tipográfico de San Francisco de Sales, con domicilio en Pasaje
de la Alhambra número 1) en 1896, tras su regreso a España, bajo el título “La
Guerra Separatista de Cuba – Sus Causas – Medios de Terminarla y de Evitar
Otras“.
Teniendo a la vista el texto íntegro
de las 499 páginas de la primera edición de
la obra, es constatable la filiación integrista del autor desde las
páginas liminares, en las que recuerda que “El 13 de Febrero [de 1895]
pronunció [el Presidente del Consejo de Ministros] Cánovas su elocuente
discurso en el que aseguraba que la paz sería duradera en Cuba, porque las
reformas constituirían el lazo indestructible de amor fraternal. Once días
después [se refiere al Grito de Baire, pronunciado el 24 de febrero] se alzó en
el Departamento Oriental, y casi á las puertas de La Habana, el pendón de la
estrella solitaria de las cinco puntas. De la agitación y de las discordias producidas
por las reformas sirviéronle á maravilla los separatistas para moverse y
preparar la guerra”.
A poco de rebasar el primer tercio
del libro, Monseñor Casas preconiza la política con resultados deletéreos –dolorosa
recomendación de este Presbítero, moralmente incompatible con su carácter de
pastor de la grey católica-, que fue implantada por el Capitán General
Valeriano Weyler y Nicolau inicialmente en la provincia de Pinar del Río (a
partir del 21 de octubre de 1896), extendida a continuación a La Habana y a
Matanzas (el 5 de enero de 1897), posteriormente a Santa Clara (el 30 de enero
de 1897), y finalmente a Puerto Príncipe y Santiago de Cuba (el 27 de mayo de
1897).
La
imputación de responsabilidad ideológica a Mons. Casas por estas medidas que
tanto sufrimiento provocaron entre la población civil (los “pacíficos”, como se
decía en la época) fue originalmente formulada por Emilio Roig de Leuchsenring
en “1895 y 1898. Dos guerras cubanas. Ensayo de revalorización” (La Habana,
1945, págs. 62 y 63).
Hospital |
En relación con la promoción
por parte de Mons. Casas, en su libro de 1896, de la Reconcentración como
medida de guerra, solamente hemos podido encontrar constancia de un historiador
cubano anterior a Leuchsenring que lo mencione: Francisco
González del Valle, quien publicó una censura de esa conducta en “Cuba
Contemporánea” (La Habana, 27 de junio de 1918. Tomo 18, No. 2, Oct. 1918). Después de Leuchsenring, sólo hemos
hallado evidencia de que lo expusiera otro historiador cubano, el Editor de
este sitio digital de PENSAMIENTO, el Dr. René León, en su ensayo “Justificar
lo injustificable–General Valeriano Weyler”, alumbrado en Tampa (Florida),
en el año 2000, bajo el sello
editorial de Publicaciones Culturales René
León-.
Niño concentrado muere de desidratación |
“Si
no se adopta ese sistema, la presente guerra no se terminará nunca, al menos
por la fuerza de las armas.”
De
acuerdo con el plan propuesto por este clérigo, “Conocida ya la isla, vigilada
y defendida en sus costas, reunidos en ciertos lugares todos los leales á la
Patria con las mujeres, niños e imposibilitados que se encuentren esparcidos
por los potreros, colonias, vegas, sitios y bohíos de los campos de Cuba, hemos
llegado al punto de poder empadronar y conocer á los que son amigos de España y
á los que son inofensivos, al menos por imposibilidad física, edad y sexo:
forzosamente se logrará saber quiénes están por España y quiénes están contra
España, de modo que la gran Antilla quedará dividida en dos bandos bien
deslindados, español uno y antiespañol el otro.”
También
propugnó la utilización de globos aerostáticos –doscientos o más- para el
seguimiento desde sus barquillas de todos los pasos del enemigo y la
transmisión de la información correspondiente, mediante señales, a las tropas
españolas en tierra.
Igualmente
previó el “buen” religioso que, “Muertos y aniquilados” los gérmenes de la
enfermedad separatista “por los poderosos y eficaces separicidas que
suministran la Religión católica y la moralidad administrativa, hay que
mantener perennemente un cordón sanitario, en que se estrellen los perversos
intentos de los enemigos de España que no cesan en su labor de enviar á Cuba
mercancías intelectuales, maleadas ó sospechosas…Los libros, folletos, revistas
y periódicos son el medio de que ordinariamente se valen los enemigos de la
Patria para esparcir en la isla errores históricos, calumnias, burlas,
desprecios, apreciaciones injustas, injurias y toda clase de infamias contra
España…Hasta en las coplas ó aires del país se cantaron las supuestas
desventuras y la cruel opresión del vijirita [quiso decir bijirita] y se
ridiculizaron el atraso, la ignorancia, la pobreza y el despotismo del pegajoso
y despiadado gorrión” –las respectivas representaciones del criollo y del
peninsular, en el imaginario cubano-.
El
Padre Casas no se olvidó de fustigar “desde la frase cáustica, mordaz, iracunda
de Govín y de Saladrigas hasta las lucubraciones hegelianas y positivistas de
Varona (Enrique José), que con sus hueras filosofías mezclaba siempre ataques y
denuestos contra España, y hasta las anárquicas teorías de Juan Gualberto Gómez
azuzando los odios de raza y predicando ilusorias reinvindicaciones…”
Ni
siquiera los autonomistas se libraron de sus invectivas, diciendo que “La
autonomía es la engañifa que oculta el ansia de romper la subordinación y la
dependencia, aunque sean sólo nominales.”
A
la población negra la ponía como chupa de dómine, endosándole los peores
agravios: “El negro es todavía voluble y se aficiona muy pronto á la vida de
los cimarrones antiguos: correr, saltar, bailar…robar, incendiar, derribar,
holgar á lo Sancho Panza en cierta ocasión, en una palabra, experimentar
impresiones pasajeras, pero fuertes, eso es la causa de la borrachera
separatista de la gente de color…á los negros incorregibles se les debería
trasladar de balde á las costas africanas, y lo mismo á los que lo pidiesen de
su voluntad: quién sabe si con esta medida abriríamos fácil entrada a la
civilización en algunos puntos del Continente negro. Lo mismo procede hacer con
los ñáñigos, con los vagos y con los ladrones que llenan nuestras cárceles y
presidios para ser al fin y á la postre indultados, soltándolos en el seno de
la sociedad perturbada antes por ellos.” ¡Y eso que al Padre Casas, por sus
hábitos talares, se le suponía “hombre de Dios”!
Se
complació en dedicar una página y media de su libro a reseñar su desafío de la
Real Orden de 26 de diciembre de 1893, “dictada á gusto de D. José Pulido,
fiscal, de triste memoria para la Iglesia, de la Audiencia de La Habana y hoy
su Presidente, dándole a éste la razón en su injusta é ilegal (así falló el
Tribunal Supremo de Justicia) exigencia de que obligásemos á los reverendos
Párrocos á expedir las certificaciones sacramentales que los jueces ó los
particulares les pidiesen expresamente para contraer el matrimonio civil”, aduciendo
–entre otros motivos- que “era indecoroso exigir de los Párrocos documentos que
facilitaban la apostasía de los bautizados de quienes debía presumirse que por
eso mismo eran católicos; de que era injusto pretender que los Párrocos
cooperasen con sus certificados á la realización del matrimonio civil entre
católicos, calificado y estimado por la Iglesia como un concubinato…”
Y
exaltó los dichos y hechos de quienes habían sido Capitanes Generales de Cuba,
el general Salamanca (del 13 de marzo de 1889 al 6 de febrero de 1890) y el
general Polavieja (del 20 de junio de 1890 al 20 de agosto de 1892). Recordó,
del primero de ellos, que “nos dijo repetidas veces (Dios se lo haya premiado
en la gloria) que jamás dispondría ni firmaría cosa alguna en perjuicio de la
Iglesia, y lo cumplió” y “que en contra de la Iglesia no se debía resolver nada
nunca porque la Iglesia siempre tiene la razón de su parte en lo que hace y en
lo que deja de hacer, y lo mismo en lo que pide.”
En
las páginas finales de su libro, el Pbro. Casas y González admitía que “Sí, hay
en Cuba división; pero la división es entre los que aman á España y los que la
aborrecen, entre los que quieren que Cuba sea española y los que ansían que
Cuba no pertenezca a España. Existe entre los habitantes de Cuba división
profundísima, porque unos son súbditos leales de España y otros no quieren nada
con España.”
Ante
declaración tan ultramontana, es suficiente apuntar: “A confesión de parte,
relevo de prueba”.
Notas y fuentes
bibliográficas:
1. El facsímil del
Bando de Reconcentración fechado el 21 de octubre de 1896 puede verse en el
sitio digital de la Cuban Heritage Collection.
2. “Los efectos de
la Reconcentración en la sociedad cubana (1896-1898). Un estudio de caso: Güira
de Melena”. Francisco Pérez Guzmán. Revista de Indias,1998, Vol.LVIII, núm.
212.
3. “Guerra y
Población Civil: los Reconcentrados”. Cristóbal Robles Muñoz (Centro de
Estudios Históricos del CSIC).
4. Con respecto al
primer bando de reconcentración, vid. http://arch1.cubaencuentro.com/opinion/20040810/014eb4c66e939915f97c81ed6881720d/1.html;
al 2º, http://www.encaribe.org/es/article/reconcentracion-de-weyler;
al 3º y al 4º, http://revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/article/download/774/844&rct
.
5. El juicio de
Francisco González del Valle puede verse en http://julio-soto-angurel.blogspot.com.es/2012/04/el-clero-y-la-revolucioncubana-un.html,
con estas palabras: “Por ser Cuba, entonces una colonia y no tener gobierno
propio, el Sumo Pontífice no se creyó en el deber de protestar, siquiera, de
las medidas inhumanas que la católica España tomó para exterminar a los cubanos;
de condenar, mandándole al índice, el libro en que un sacerdote español, Pbro.
Juan Bautista Casas, prescribía mejores medios que los de Weyler para acabar
pronto la guerra separatista.”
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