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martes, 1 de diciembre de 2015

UNA FIESTA A SANTA BÁRBARA BENDITA

Magaly Cabrales | La Habana

Diciembre, como otros meses y este con más razón por ser el último del año, concentra en sus treinta y un días la celebración de varias festividades. Sobresalen entre estas los festejos por el fin de año y en jerarquía le siguen dos fechas que gozan de gran popularidad entre los cubanos, no obstante, su carácter religioso o quizá por esa misma razón. Estas efemérides son el 4 y el 17 de diciembre.

A la segunda no vamos a referirnos en esta ocasión, solo decir de paso que ese día la religión católica rinde culto a San Lázaro, mientras los adoradores de Olofi yOlodunmare practicantes de la religión yoruba veneran a Babalú Ayé.

En el 4 de diciembre nos detendremos para significar la realización de un guemilere, o sea, una fiesta con tambores sonoros que tocan expresamente para Shangó, quien llegó a Cuba en el alma de los primeros negros africanos, los que, imposibilitados de rendirle tributos abiertamente, se vieron obligados a identificarlo con la Santa Bárbara de los católicos.

En las litografías, Santa Bárbara frecuentemente aparece representada portando una espada a la usanza de un guerrero y es para los católicos la que posee fórmulas complicadas para la solución de grandes problemas. Asimismo es la poseedora del rayo y del trueno, y a ella se aclama ante las inclemencias de la Naturaleza. Con iguales atributos se reconoce a Shangó quien ya desde África Occidental, de donde fueron extraídos los esclavos, se le consideraba un emperador de infinito poder, además de mágico por excelencia y dueño original del oráculo.

De modo que en buena lid fue Shangó quien dio realce a Santa Bárbara, máxime si se tiene en cuenta que durante los años en que se mantuvo en Cuba el régimen de esclavitud y aun posterior a este la población negra superaba ampliamente a la blanca, amén de que los negros eran los creadores y dueños de su religión, que trajeron en cuerpo y alma en detrimento del catolicismo cubano que, por ser impuesto, siempre fue más ficticio que real. De ahí que no por gusto Santa Bárbara es hoy más negra que blanca y aun cuando continúa portando la espada, lleva anudado a su cuello un paño de color rojo.

Así la vemos representada en los altares y mucho más engalanada todavía el 3 de diciembre, en cuya noche comienzan las celebraciones en su honor que se extienden durante todo el día 4.

Es la fiesta a Santa Bárbara Bendita y al mismo tiempo el guemilere a Shangó. En las mentes de algunos participantes estará impresa la imagen dulcificada de la santa católica, mientras que en las de otros aparecerá la excelsa y gallarda figura de Shangóportando la espada enhiesta. Pero todos bailarán al compás de los tambores Iyá,Itótele y Okónkolo los cuales, con antelación, fueron situados en un rincón de la habitación escogida para el festín. Danzan alrededor de un altar profusamente adornado con una tela de brillo de color rojo oscuro. En este sobresalen también, además de una gran cantidad de velas encendidas y apagadas, los ramos de príncipes negros, las flores blancas y los girasoles. En el suelo, sobre una estera, yacen platos con distintas comidas entre las que no faltan el amalá (harina de maíz), el dulce de coco, cocos abiertos y cerrados, plátanos verdes y maduros y otras golosinas que serán saboreadas por los asistentes en algún momento de la fiesta, no sin antes haberse separado pequeñas raciones que, unidas todas en un recipiente, quedan como ofrecimiento de los devotos a la deidad. 

Los tambores retumban y el primer canto se dedica a Elegba a quien hay que pedir permiso para el inicio del guemilere, pues es este el dueño de los caminos y, por tanto, quien puede abrirlos y cerrarlos. Así las voces se elevan entonando:

Eshú oh

Elegba a la eh

Elegba omo moforibale

Eshú oh….

Estas frases pronunciadas en lengua yoruba por los participantes de mayor rango no tienen traducción literal al español, significan algo como: “Oh Elegba, oh Eshú yo me postro ante ti”.

Siguen otros cantos que dan cobertura a la presentación de otras deidades a través de determinados asistentes, los cuales adoptan la forma y los ademanes del santo que los posee. Así, al toque de los tambores, muy pronto se imponen las carcajadas deYemayá, que mueve incansablemente sus caderas colocándose en el centro del ruedo. Instantes después el cuerpo se le encorva a alguien, comienza a caminar con gran dificultad y requiere de algún sostén, que bien pudieran ser muletas. Ha llegado al guemilere San Lázaro, leproso y falto de garbo, pero exigiendo un buen tabaco. La sensualidad de Oshún también se hace sentir. La porta una bella mulata que a veces mueve pesadamente sus caderas, mientras que en otras las desplaza con gran agilidad produciendo movimientos que le sacuden todo el cuerpo, hasta llevarlo a una laxitud caliente y perezosa como suelen ser los finales de un laborioso momento de placer.

Envueltos en el frenesí de la danza los cuerpos, sudorosos y pegajosos, no cesan de moverse y es entonces cuando las percusiones de los tambores se hacen altamente sonoras, convirtiéndose en violentas, mientras las voces se elevan en un desesperado clamor:

Obba koso

Obba-ri-koso

alardo koso

alardemi oh…

Y en ese momento hace su entrada el tamborero mayor, el rey de aquel guemilere:Shangó. Los danzantes entonces moderan sus movimientos y desplazan sus cuerpos en suaves contorsiones, como en gesto de bienvenida a quien está dedicado el festín.

Shangó, guerrero y violento, porta un machete con el que va blandiendo el aire. Con la agilidad de un lince desplaza su cuerpo de un lugar a otro, mientras mantiene apretadas las mandíbulas para imprimirle dureza a su semblante. Los ojos desorbitados miran desafiantes y, como para calmarlos, callan los tambores y las voces. Se eleva, entonces, un murmullo en forma de plegaria: por Olofi, porOlodunmare salud y suerte.

Que es lo mismo que yo le deseo a Usted.

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