René León
Mujic, campesino. Vivía en las
afuera de Moscú. Hombre de 2 metros y pico de estatura. No sabía leer y menos
escribir. Rústico, hercúleo. Fogoso con las mujeres, incansable bebedor de
vodka. Jamás se le vio borracho. Por su extraordinaria salud se decía que tenía
el poder de curar por medio de pases y magnetismo algunas enfermedades entre
los vecinos de su aldea. Se comentaba que su fija mirada hipnotizaba, de cuyo
don se aprovechaba para embaucar a las campesinas y robarles su virginidad.
Era un salvaje en toda
extensión de su corpachón y su analfabetismo lo compensaba con su aguda y
astuta inteligencia. Sin embargo, una enfermedad, para algunos, para él no, lo
llevó o llevaron a las habitaciones interiores del palacio Real.
Padecía de priapismo. Es una
enfermedad que hace que el hombre permanezca en erección permanente. Cuando
está dormida o despierta su virilidad está en posición de atención, en estado
de vigilancia.
Es una enfermedad dolorosa, pero para aquel
energúmeno su dolor representaba placer; deleite sexual en miembro súper
desarrollado. Remedo al del Dios Príapo (Dios griego y romano, principalmente
griego, Dios de la fecundidad. Dios representado con un monstruoso falo)
En 1895, en
Moscú, había unas costumbres muy relajadas. Sin importar el grado de realeza o
no todos confundían sus cuerpos en juegos sexuales escandalosos.
Se corrió la
voz entre la servidumbre del Palacio Real que había un campesino que padecía de
priapismo. De inmediato fue llevado a Moscú. Desde su llegada fu recibido con
admiración y lujuria.
Sus
relaciones amorosas comenzaron en la cocina; después, con las sirvientas; se lo
disputaron los príncipes homosexuales; las damas de compañía de la Reina;
cuando al fin, llegó a los aposentos de la Zarina, estaba enloquecida con la
fuerte virilidad del campesino.
La Zarina
estaba totalmente satisfecha. Gregorio, no se agotaba en las relaciones
sexuales, podía estar haciendo el amor con ella 6 u 8 horas. Ya la Zarina se
disputaba a él campesino con todo su poder.
Para
Gregorio comenzó la senda de la fortuna y su gran influencia sobre la Zarina.
Como a ojos vista se notaba su gran falo por la pernera del pantalón. La Zarina
dio órdenes a su sastre para que le confeccionara al campesino algunas sotanas
de color gris, de material grueso, para disimular su constante erección.
El Zarévich
padecía de hemofilia. Un estado patológico caracterizado por la excesiva
fluidez de la sangre. Y, el Monje Gris, como se le empezó a llamar así por su
vestimenta, convenció al Zar y la Zarina, de que él con la potencia de su
magnetismo podía lograr la cura o el alivio del Zarévich. Lo autorizan. Y ante
los asombrados padres el Príncipe se recuperó de su malestar. Su ascendencia
ante los Zares fue total.
Los mismos
príncipes que tuvieron relaciones íntimas con el monje, dieron comienzo a sus
intrigas y formar complot para su
asesinato. El monje representaba un peligro para sus ambiciones personales.
Con su
instinto de animal, olfateando un gran peligro, comenzó a prepararse. En la
Corte se practicaba el asesinato o la eliminación de un personaje que estorbaba
por medio del veneno.
En su
vivienda, un palacete regalo de la Zarina a orillas del río Neva, donde
acostumbraba a recibir la alta nobleza femenina, las cuales manipulaba a su
antojo con sus fantasías de gran vidente y adivino, con el marcado fin de
poseer las y recibir a cambio de sus favores joyas y dinero, dio comienzo a
ingerir pequeñas dosis de variados venenos –arsénico y cianuro- aumentando la
porción en forma diaria, hasta acostumbrar a su organismo a resistir una gran
dosis de veneno proveniente de un posible atentado a su vida.
El Príncipe
Yussupov con selectos amigos, invita al monje a una cena íntima en su palacio;
sobre la lujosa mesa había profusión de escogidos manjares, los mejores y
variados vinos de las bodegas del anfitrión y paseándose lánguidamente por el
gran comedor variadas féminas en llamativas prendas de vestir donde la
transparencia de los tules mostraba más que insinuaba los encantos secretos de
las bellas y hermosas jóvenes dedicada al entretenimiento de ricos potentados.
El monje, se
mostraba confiado, pero vigilante. En fracción de segundos pudiera surgir un
imprevisto y habría de defender su vida palmo a palmo.
Pasan las
horas. Nada indica la posibilidad de un altercado. Confiado comienza a saciar
su incontenible apetito. Era un gran comilón. Se atraganta como un Calígula y
bebe como un dios Baco. Hace el amor con varias de las muchachas en presencia
del Príncipe y sus amigos. Quedan asombrados de la dimensión de su pene y su
capacidad para la fornicación.
Se levanta.
Siente un gran vahído, abre desmesuradamente los ojos, se ha dado cuenta que ha
sido envenenado. Se desploma. Cae sobre la alfombra dando un gran golpe con su
corpachón.
Es recogido
del suelo por varios sirvientes del Príncipe. Éste ordena lanzarlo al río Neva,
que se encuentra semi-congelado. Han eliminado un enemigo de cuidado.
Inconcebible. El monje se salva del envenenamiento y de la helada agua
del río Neva. Ni aún el semi-congelamiento ha hecho mella en su priapismo. Era
un verdadero y potente animal salvaje.
Yussupov, se
entera que Rasputín está vivo. Llega de improviso al palacete del Monje. Fuerza
la entrada y con varios de sus amigos, matan a balazos a él Monje Gris.
Según una
antiquísima leyenda manuscrita, relata que un famoso chamán siberiano habría
pronosticado que “un monje gris sería el causante del derrumbe y desaparición
de la Casa Real”
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