por Roberto Soto Santana
Carlos Manuel de
Céspedes y del Castillo fue destituido de su cargo de Presidente de la República por acuerdo
unánime tomado el 27 de octubre de 1873 por la Cámara de Representantes de
la República
en Armas. Así lo preveían los Artículos 7 y 9 de la Constitución aprobada
el 10 de abril de 1869 en Guáimaro: el primero disponía que “La Cámara de Representantes
nombrará al Presidente encargado del Poder Ejecutivo, el General en Jefe, el
Presidente de sus sesiones y demás empleados suyos”; el segundo establecía que
“La Cámara de
Representantes puede deponer libremente a los funcionarios cuyo nombramiento le
corresponde”.
De acuerdo con una ley
aprobada meses atrás, en ausencia del Vicepresidente Francisco Vicente Aguilera
le correspondía asumir provisionalmente
la Presidencia
del Poder Ejecutivo al presidente de la Cámara , Salvador Cisneros Betancourt, quien en
ese mismo instante tomó posesión. Ese mismo día, Estrada Palma remitió a
Céspedes (al campamento de éste en la Somanta , a unos treinta kilómetros de Guantánamo)
dos oficios distintos, escuetos y secos, comunicándole su apartamiento del
cargo. Céspedes acusó recibo también el citado 27 de octubre, dando “las más
expresivas gracias…por haberme librado del gran peso que ha gravitado sobre mí,
mientras he estado hecho cargo del Gobierno, sin que pueda decirse que he
abandonado mi puesto ni atribuirse a cansancio o a debilidad mía”. El 31 de
octubre, Céspedes se dirigió por última vez “Al Pueblo y al Ejército de Cuba”,
declarando solemnemente que “Como antes, como ahora y como siempre, estoy
consagrado a la causa de la libertad e independencia de Cuba. Prestaré con todo corazón mi débil apoyo a
cualquier gobierno legítimo en esa misma línea; en ella sé que estaré al lado
de los buenos cubanos…Tengo el gusto de dejar la Revolución de Cuba en
estado próspero, y deseo sinceramente que el actual gobierno dé en breve feliz
término a la obra del 10 de Octubre de 1868, confirmada por cinco años de
continuos trabajos”.
En cumplimiento del
tenor literal de la ley militar, le fueron retirados sus ayudantes y escolta.
Céspedes pidió, y le fue concedido, que su hijo –de su primer matrimonio con
María del Carmen Céspedes y del Castillo- el coronel Carlos Manuel de Céspedes
y Céspedes y su sobrino José Ignacio Quesada permanecieran a su lado. Pero se le
exigió, por conducto del Dr. Félix Figueredo, que siguiese al Consejo de
Secretarios (es decir, al Gobierno) en todos sus desplazamientos. Céspedes
presentó contra esta inicua demanda –que le privaba, sin justificación, de la
libertad de locomoción que asistía a todos los ciudadanos- una protesta
enérgica, en respuesta a la cual el Gobierno le comunicó que quedaba relevado
de la obligación de seguirlo en sus traslados. A continuación, Céspedes fijó su
residencia en la prefectura de San Lorenzo, a cuyo frente estaba un jovencísimo
José Lacret Morlot –quien sólo contaba con un exiguo número de combatientes
bajo su mando-. Allí quedó Céspedes en espera del permiso del Gobierno para
salir hacia el extranjero –autorización que nunca le fue concedida-.
Tan escandalosamente peligraba
la integridad personal de Céspedes en esta nueva situación que el recién
designado Presidente, Salvador Cisneros Betancourt, se dirigió por escrito de
fecha 28 de noviembre de 1873
a la
Cámara , advirtiendo que “la personalidad del C. Carlos Manuel
de Céspedes está tan adherida a la Revolución de Cuba, que abandonarlo, porque ha
dejado de ser Presidente, a sus propios recursos, sería un desagradecimiento”,
recordaba que Céspedes había desempeñado durante casi cinco años la Presidencia sin
remuneración alguna, y exhortaba a la
Cámara “a dictar un acuerdo en que, al dejar en salvo la
responsabilidad del Ejecutivo, quede la personalidad del C. Carlos Manuel de
Céspedes fuera de todo peligro y de su sustento”. La Cámara se tomó toda una
quincena para contestarle a Cisneros Betancourt, y lo hizo –el 13 de diciembre-
en estos términos: “Que se conteste al Ejecutivo que siendo el asunto a que se
refiere en su mensaje de 28 de noviembre
del presente año puramente administrativo, la Cámara no puede inmiscuirse en él”. Certificaron
el acuerdo de desamparo de Céspedes el Presidente de la Cámara , Jesús Rodríguez, y
el Secretario, Luis Victoriano Betancourt.
En los primeros días de marzo de 1874, el
Presidente Cisneros Betancourt le
encargó al general Manuel Calvar que visitase a Céspedes en su nombre, y le
ofreciese a éste –como si fuese una iniciativa del propio Calvar- una escolta
para trasladarse a Camagüey o quedarse en Oriente. Fernando Figueredo Socarrás,
que era jefe de Estado Mayor del general Calvar, dejó escrito que “Calvar, que
era amigo de Carlos Manuel…me manifestó particularmente que lo primero que
haría sería traer a Céspedes a su cuartel general, o darle cuarenta hombres de
escolta, pues no permitiría que en el territorio de su mando se asesinase
impunemente al hombre del 10 de octubre”.
Pero esta decisión se
tomó demasiado tarde para salvar a Céspedes: el 27 de febrero había caído en su
campamento de San Lorenzo (“situado a la margen derecha del Contramaestre entre
varios arroyos” –la descripción es del propio Céspedes-), muerto en combate
contra el Batallón español de Cazadores de San Quintín. Su cuerpo fue llevado a
Santiago de Cuba, adonde llegó el 1 de marzo, fue expuesto en el Hospital Civil
y a continuación se le enterró en una fosa común en el Cementerio de Santa
Ifigenia; cinco años más tarde –el 25 de marzo de 1879- fueron exhumados sus
restos y vueltos a sepultar en secreto en el patio central de la misma necrópolis,
hasta que el 16 de octubre de 1898 se hizo pública la ubicación del lugar de
sepultura y se colocó una tarja donada por la emigración jamaicana, por iniciativa
del historiador Emilio Bacardí.
El Batallón de Cazadores de San Quintín había sido
creado en Cuba en 1862. Tras la reanexión de Santo Domingo a España, luchó en
ese otro país entre 1863 y 1865. Recuperada
por la República Dominicana
su independencia, el Batallón regresó a Cuba. A comienzos de 1870, estuvo a las
órdenes del entonces teniente coronel de Estado Mayor Arsenio Martínez de
Campos (el mismo que a fines de 1874 se pronunció en Sagunto para proclamar la
restauración borbónica en la persona de Alfonso XII). Por el heroísmo
demostrado en el combate de 6 de junio de 1871 en la loma de la Galleta , montes de
Estacada, en el límite de las jurisdicciones de Cuba y Guantánamo, frente a las
tropas mambisas mandadas por Máximo Gómez y Antonio Maceo –que resultaron
vencedoras en el encuentro-, el Batallón recibió la Corbata de la Real y Militar Orden de San
Fernando, según Orden del 5 de agosto de 1873 del Gobierno de la efímera
Primera República, que se mantuvo en el Poder en España entre el 11 de febrero
de 1873 y el 29 de diciembre de 1874-). Que estas tropas eran aguerridas lo
avala el hecho de que durante la
Guerra de los Diez Años recibió dos Corbatas de la citada
Orden Militar y el ‘sobriquet’ de “El Laureado”.
La soldadesca española se apoderó en San Lorenzo del archivo, de los
papeles y de un segundo y diferente Diario llevado por Céspedes de su puño y
letra -que permaneció ignorado para los historiadores nada menos que ciento
siete años-. Este Diario fue adquirido por Julio Sanguily (el brigadier capturado
por las tropas españolas que le habían sorprendido en su campamento, y objeto
el mismo día y a las pocas horas del heroico rescate comandado por su entonces
jefe, Ignacio Agramonte Loynaz, en la acción librada el 8 de octubre de 1870
entre los potreros de Consuegra y Jimaguayú, cerca de la ciudad de Puerto
Príncipe). De las manos de Julio Sanguily pasó este Diario a las de su hermano
Manuel.
La viuda de Céspedes, Ana de Quesada, dirigió una
carta, el 4 de junio de 1894,
a Manuel Sanguily diciéndole que esperaba “de su caballerosidad y buen corazón
de patriota cubano obtener dicho ‘Diario’ para poder complementar
religiosamente las voluntades que en él y sobre él consignó mi difunto esposo.
Al recibir su contestación nombraré a una persona de toda mi confianza que pase
a recibirlo de manos de Ud. y manifestarle mi eterno agradecimiento” [Archivo
Nacional de Cuba, Fondo Donativos y Remisiones. Caja 374. Expediente 1]. Manuel
Sanguily le contestó, en carta del 20 de agosto del mismo año, que los citados
papeles constituyentes del Diario, “habiendo sido ocupados en el rancho de
Carlos Manuel de Céspedes por la tropa española que lo asaltó, y entraron desde
luego en la categoría de botín legítimo de guerra –y de manos del enemigo, su
dueño indiscutible, los adquirió mi hermano por dinero, esto es, legítimamente,
y de manos de él los obtuve yo”. Posteriormente, Sarah Cuervo, la viuda del
subsiguiente heredero de los documentos, el hijo de Manuel Sanguily, puso a
disposición de los investigadores el archivo familiar, y así el manuscrito
llegó a las manos de José de la Luz León
(periodista, diplomático y escritor fallecido en La Habana el 5 de junio de 1981, a los 99 años de edad
–a quien el que esto escribe llegó a conocer personalmente a comienzos de los
años setenta en el Ateneo de La
Habana , institución de la que J. de la
Luz León había sido Presidente y que
entonces estaba sita en la vivienda de José María Chacón y Calvo-). Poco
después del óbito de este autor, su viuda, Alice Dana, hizo entrega a Eusebio
Leal Spengler -discípulo del Historiador de la Ciudad de La Habana Emilio Roig de
Leuchsenring, y eventualmente su sucesor en el cargo a partir de 1967- de un
sobre cerrado, con la siguiente leyenda: “Estos papeles son de mi Patria”.
Dentro del sobre se encontraban la libreta y el cuaderno del Diario del hombre
de La Demajagua ,
del cual se habían apoderado las tropas españolas, como botín de guerra, en su
campamento de San Lorenzo, el 27 de febrero de 1874, y que volvían a ver la luz
pública después de ciento siete años. El original de este Diario se encuentra
desde entonces bajo la custodia del Archivo de la Oficina del Historiador de
la Ciudad de La Habana.
Este
segundo Diario contiene las incidencias de la vida de Céspedes, y sus
cavilaciones, desde el 25 de julio de 1873 hasta el día de su muerte en
combate. El primer Diario, ya conocido previamente y reeditado por los
historiadores Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, abarca desde el 24 de
julio de 1872 al 1 de enero de 1873, y fue donado al Archivo Nacional por la novelista y periodista
italo-cubana Alba de Céspedes (nacida en Roma en 1911 y fallecida en París en 1997), nieta del Padre de la Patria e hija de Carlos
Manuel de Céspedes y de Quesada, efímero Presidente de la República entre agosto y
septiembre de 1933.
En la última página del segundo Diario hay una nota
manuscrita de autor desconocido, que dice así: “Parece que el Bon. de San Quintín (o sea su jefe) recibió un aviso
o confidencia del punto donde se
encontraba el ex presidente; y que este aviso se lo dio un negro presentado que
había sido sirviente, ordenanza o asistente (algunos dicen que fue esclavo) del
Presidente, Marqués de Santa Lucía el C. Salvador Cisneros; Céspedes se queja
continuamente en su diario de las vejaciones que sufre del sucesor suyo, y teme
(así lo demuestra y dice) que le retarden el pasaporte para el extranjero con
algún fin siniestro”.
El contenido de este postrimer Diario merece un
comentario aparte.
FUENTES CONSULTADAS:
- http://www.rmo.mde.es/Galerias/ordensfern/historia/ficheros/09.pdf,
sobre el Batallón de Cazadores de San Quintín.
- http://www.ecured.cu/index.php/Carlos_Manuel_de_Céspedes,
en relación con el árbol genealógico de los Céspedes.
- Diccionario de la Literatura
Cubana. Editorial de Letras Cubanas. La Habana , 1980.
- GUERRA DE LOS DIEZ AÑOS, por Ramiro Guerra, Editorial de Ciencias
Sociales. La Habana ,
1972.
- LA REVOLUCIÓN DE
YARA 1868-1878 CONFERENCIAS, por Fernando Figueredo Socarrás. Edición
Facsimilar. Editorial Cubana. Miami, 1990.
- Curso de HISTORIA DE CUBA – Parte Segunda, por Edilberto Marbán y
Elio Leiva. La Habana ,
1955.
No hay comentarios:
Publicar un comentario