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lunes, 1 de agosto de 2016

EL DIARIO EXTRAVIADO DEL HOMBRE DE LA DEMAJAGUA


por Roberto Soto Santana

            Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo fue destituido de su cargo de Presidente de la República por acuerdo unánime tomado el 27 de octubre de 1873 por la Cámara de Representantes de la República en Armas. Así lo preveían los Artículos 7 y 9 de la Constitución aprobada el 10 de abril de 1869 en Guáimaro: el primero disponía que “La Cámara de Representantes nombrará al Presidente encargado del Poder Ejecutivo, el General en Jefe, el Presidente de sus sesiones y demás empleados suyos”; el segundo establecía que “La Cámara de Representantes puede deponer libremente a los funcionarios cuyo nombramiento le corresponde”.
            La Cámara –que en ese momento contaba con diez miembros con actas en vigor- se reunió bajo la presidencia del marqués de Santa Lucía (Salvador Cisneros Betancourt). La propuesta de deposición fue presentada por Ramón Pérez Trujillo (representante de Occidente). La apoyaron el propio Cisneros Betancourt, los representantes por Oriente Tomás Estrada Palma, Fernando Fornaris y Jesús Rodríguez, los representantes de Las Villas. Eduardo Machado, Marcos García y Juan Bautista Spotorno, y los representantes de Occidente Luis Victoriano Betancourt y Ramón Pérez Trujillo. Dos representantes (Peña, de Oriente; y Zambrana, de Occidente, habían salido hacia el extranjero sin autorización de la Cámara, y ésta los había despojado de sus actas. El representante de Camagüey Francisco Sánchez Betancourt no acudió a la convocatoria.
            De acuerdo con una ley aprobada meses atrás, en ausencia del Vicepresidente Francisco Vicente Aguilera le correspondía asumir provisionalmente la Presidencia del Poder Ejecutivo al presidente de la Cámara, Salvador Cisneros Betancourt, quien en ese mismo instante tomó posesión. Ese mismo día, Estrada Palma remitió a Céspedes (al campamento de éste en la Somanta, a unos treinta kilómetros de Guantánamo) dos oficios distintos, escuetos y secos, comunicándole su apartamiento del cargo. Céspedes acusó recibo también el citado 27 de octubre, dando “las más expresivas gracias…por haberme librado del gran peso que ha gravitado sobre mí, mientras he estado hecho cargo del Gobierno, sin que pueda decirse que he abandonado mi puesto ni atribuirse a cansancio o a debilidad mía”. El 31 de octubre, Céspedes se dirigió por última vez “Al Pueblo y al Ejército de Cuba”, declarando solemnemente que “Como antes, como ahora y como siempre, estoy consagrado a la causa de la libertad e independencia de Cuba.  Prestaré con todo corazón mi débil apoyo a cualquier gobierno legítimo en esa misma línea; en ella sé que estaré al lado de los buenos cubanos…Tengo el gusto de dejar la Revolución de Cuba en estado próspero, y deseo sinceramente que el actual gobierno dé en breve feliz término a la obra del 10 de Octubre de 1868, confirmada por cinco años de continuos trabajos”.
            En cumplimiento del tenor literal de la ley militar, le fueron retirados sus ayudantes y escolta. Céspedes pidió, y le fue concedido, que su hijo –de su primer matrimonio con María del Carmen Céspedes y del Castillo- el coronel Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes y su sobrino José Ignacio Quesada permanecieran a su lado. Pero se le exigió, por conducto del Dr. Félix Figueredo, que siguiese al Consejo de Secretarios (es decir, al Gobierno) en todos sus desplazamientos. Céspedes presentó contra esta inicua demanda –que le privaba, sin justificación, de la libertad de locomoción que asistía a todos los ciudadanos- una protesta enérgica, en respuesta a la cual el Gobierno le comunicó que quedaba relevado de la obligación de seguirlo en sus traslados. A continuación, Céspedes fijó su residencia en la prefectura de San Lorenzo, a cuyo frente estaba un jovencísimo José Lacret Morlot –quien sólo contaba con un exiguo número de combatientes bajo su mando-. Allí quedó Céspedes en espera del permiso del Gobierno para salir hacia el extranjero –autorización que nunca le fue concedida-.
            Tan escandalosamente peligraba la integridad personal de Céspedes en esta nueva situación que el recién designado Presidente, Salvador Cisneros Betancourt, se dirigió por escrito de fecha 28 de noviembre de 1873 a la Cámara, advirtiendo que “la personalidad del C. Carlos Manuel de Céspedes está tan adherida a la Revolución de Cuba, que abandonarlo, porque ha dejado de ser Presidente, a sus propios recursos, sería un desagradecimiento”, recordaba que Céspedes había desempeñado durante casi cinco años la Presidencia sin remuneración alguna, y exhortaba a la Cámara “a dictar un acuerdo en que, al dejar en salvo la responsabilidad del Ejecutivo, quede la personalidad del C. Carlos Manuel de Céspedes fuera de todo peligro y de su sustento”. La Cámara se tomó toda una quincena para contestarle a Cisneros Betancourt, y lo hizo –el 13 de diciembre- en estos términos: “Que se conteste al Ejecutivo que siendo el asunto a que se refiere en su mensaje de  28 de noviembre del presente año puramente administrativo, la Cámara no puede inmiscuirse en él”. Certificaron el acuerdo de desamparo de Céspedes el Presidente de la Cámara, Jesús Rodríguez, y el Secretario, Luis Victoriano Betancourt.
            En  los primeros días de marzo de 1874, el Presidente Cisneros Betancourt  le encargó al general Manuel Calvar que visitase a Céspedes en su nombre, y le ofreciese a éste –como si fuese una iniciativa del propio Calvar- una escolta para trasladarse a Camagüey o quedarse en Oriente. Fernando Figueredo Socarrás, que era jefe de Estado Mayor del general Calvar, dejó escrito que “Calvar, que era amigo de Carlos Manuel…me manifestó particularmente que lo primero que haría sería traer a Céspedes a su cuartel general, o darle cuarenta hombres de escolta, pues no permitiría que en el territorio de su mando se asesinase impunemente al hombre del 10 de octubre”.
            Pero esta decisión se tomó demasiado tarde para salvar a Céspedes: el 27 de febrero había caído en su campamento de San Lorenzo (“situado a la margen derecha del Contramaestre entre varios arroyos” –la descripción es del propio Céspedes-), muerto en combate contra el Batallón español de Cazadores de San Quintín. Su cuerpo fue llevado a Santiago de Cuba, adonde llegó el 1 de marzo, fue expuesto en el Hospital Civil y a continuación se le enterró en una fosa común en el Cementerio de Santa Ifigenia; cinco años más tarde –el 25 de marzo de 1879- fueron exhumados sus restos y vueltos a sepultar en secreto en el patio central de la misma necrópolis, hasta que el 16 de octubre de 1898 se hizo pública la ubicación del lugar de sepultura y se colocó una tarja donada por la emigración jamaicana, por iniciativa del historiador Emilio Bacardí.
El Batallón de Cazadores de San Quintín había sido creado en Cuba en 1862. Tras la reanexión de Santo Domingo a España, luchó en ese otro país entre 1863 y 1865. Recuperada  por la República Dominicana su independencia, el Batallón regresó a Cuba. A comienzos de 1870, estuvo a las órdenes del entonces teniente coronel de Estado Mayor Arsenio Martínez de Campos (el mismo que a fines de 1874 se pronunció en Sagunto para proclamar la restauración borbónica en la persona de Alfonso XII). Por el heroísmo demostrado en el combate de 6 de junio de 1871 en la loma de la Galleta, montes de Estacada, en el límite de las jurisdicciones de Cuba y Guantánamo, frente a las tropas mambisas mandadas por Máximo Gómez y Antonio Maceo –que resultaron vencedoras en el encuentro-, el Batallón recibió la Corbata de la Real y Militar Orden de San Fernando, según Orden del 5 de agosto de 1873 del Gobierno de la efímera Primera República, que se mantuvo en el Poder en España entre el 11 de febrero de 1873 y el 29 de diciembre de 1874-). Que estas tropas eran aguerridas lo avala el hecho de que durante la Guerra de los Diez Años recibió dos Corbatas de la citada Orden Militar y el ‘sobriquet’ de “El Laureado”.
            La soldadesca española se apoderó en San Lorenzo del archivo, de los papeles y de un segundo y diferente Diario llevado por Céspedes de su puño y letra -que permaneció ignorado para los historiadores nada menos que ciento siete años-. Este Diario fue adquirido por Julio Sanguily (el brigadier capturado por las tropas españolas que le habían sorprendido en su campamento, y objeto el mismo día y a las pocas horas del heroico rescate comandado por su entonces jefe, Ignacio Agramonte Loynaz, en la acción librada el 8 de octubre de 1870 entre los potreros de Consuegra y Jimaguayú, cerca de la ciudad de Puerto Príncipe). De las manos de Julio Sanguily pasó este Diario a las de su hermano Manuel.
La viuda de Céspedes, Ana de Quesada, dirigió una carta, el 4 de junio de 1894, a Manuel Sanguily diciéndole que  esperaba “de su caballerosidad y buen corazón de patriota cubano obtener dicho ‘Diario’ para poder complementar religiosamente las voluntades que en él y sobre él consignó mi difunto esposo. Al recibir su contestación nombraré a una persona de toda mi confianza que pase a recibirlo de manos de Ud. y manifestarle mi eterno agradecimiento” [Archivo Nacional de Cuba, Fondo Donativos y Remisiones. Caja 374. Expediente 1]. Manuel Sanguily le contestó, en carta del 20 de agosto del mismo año, que los citados papeles constituyentes del Diario, “habiendo sido ocupados en el rancho de Carlos Manuel de Céspedes por la tropa española que lo asaltó, y entraron desde luego en la categoría de botín legítimo de guerra –y de manos del enemigo, su dueño indiscutible, los adquirió mi hermano por dinero, esto es, legítimamente, y de manos de él los obtuve yo”. Posteriormente, Sarah Cuervo, la viuda del subsiguiente heredero de los documentos, el hijo de Manuel Sanguily, puso a disposición de los investigadores el archivo familiar, y así el manuscrito llegó a las manos de José de la Luz León (periodista, diplomático y escritor fallecido en La Habana el 5 de junio de 1981, a los 99 años de edad –a quien el que esto escribe llegó a conocer personalmente a comienzos de los años setenta en el Ateneo de La Habana, institución de la que J. de la Luz León había sido Presidente y que entonces estaba sita en la vivienda de José María Chacón y Calvo-). Poco después del óbito de este autor, su viuda, Alice Dana, hizo entrega a Eusebio Leal Spengler -discípulo del Historiador de la Ciudad de La Habana Emilio Roig de Leuchsenring, y eventualmente su sucesor en el cargo a partir de 1967- de un sobre cerrado, con la siguiente leyenda: “Estos papeles son de mi Patria”. Dentro del sobre se encontraban la libreta y el cuaderno del Diario del hombre de La Demajagua, del cual se habían apoderado las tropas españolas, como botín de guerra, en su campamento de San Lorenzo, el 27 de febrero de 1874, y que volvían a ver la luz pública después de ciento siete años. El original de este Diario se encuentra desde entonces bajo la custodia del Archivo de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
Este segundo Diario contiene las incidencias de la vida de Céspedes, y sus cavilaciones, desde el 25 de julio de 1873 hasta el día de su muerte en combate. El primer Diario, ya conocido previamente y reeditado por los historiadores Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, abarca desde el 24 de julio de 1872 al 1 de enero de 1873, y fue donado al Archivo Nacional por la novelista y periodista italo-cubana Alba de Céspedes (nacida en Roma en 1911 y fallecida  en París en 1997), nieta del Padre de la Patria e hija de Carlos Manuel de Céspedes y de Quesada, efímero Presidente de la República entre agosto y septiembre de 1933.
En la última página del segundo Diario hay una nota manuscrita de autor desconocido, que dice así: “Parece que el Bon. de  San Quintín (o sea su jefe) recibió un aviso o  confidencia del punto donde se encontraba el ex presidente; y que este aviso se lo dio un negro presentado que había sido sirviente, ordenanza o asistente (algunos dicen que fue esclavo) del Presidente, Marqués de Santa Lucía el C. Salvador Cisneros; Céspedes se queja continuamente en su diario de las vejaciones que sufre del sucesor suyo, y teme (así lo demuestra y dice) que le retarden el pasaporte para el extranjero con algún fin siniestro”.
El contenido de este postrimer Diario merece un comentario aparte.

FUENTES CONSULTADAS:
- http://www.rmo.mde.es/Galerias/ordensfern/historia/ficheros/09.pdf, sobre el Batallón de Cazadores de San Quintín.
- http://www.ecured.cu/index.php/Carlos_Manuel_de_Céspedes, en relación con el árbol genealógico de los Céspedes.
- Diccionario de la Literatura Cubana. Editorial de Letras Cubanas. La Habana, 1980.
- GUERRA DE LOS DIEZ AÑOS, por Ramiro Guerra, Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1972.
- LA REVOLUCIÓN DE YARA 1868-1878 CONFERENCIAS, por Fernando Figueredo Socarrás. Edición Facsimilar. Editorial Cubana. Miami, 1990.

- Curso de HISTORIA DE CUBA – Parte Segunda, por Edilberto Marbán y Elio Leiva. La Habana, 1955.

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