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lunes, 15 de agosto de 2016

Julián del Casal y de la Lastra (1863-1893)


 Poeta cubano y uno de los iniciadores del modernismo, que nació en La Habana, en 1863, y murió en la misma ciudad, en 1893. Estudió con los jesuitas y comenzó la carrera de Derecho, pero la abandonó. Trabajó en la Intendencia General de Hacienda, de donde se vio obligado a cesar a causa de un artículo que escribió sobre el capitán general y su familia, aparecido en La Habana Elegante, primero de una serie titulada La Soledad de la Habana; aquí, su nombre de guerra era "El Conde de Camors". Colaboró en El Fígaro desde 1886 y, más tarde en El HogarLa DiscusiónEl País yLa Caricatura, en los que se sirvió de diversos seudónimos como "Hernani" o "Alceste". En 1888 realizó un viaje a Madrid en el que entabló amistad con Salvador Rueda y Francisco A. de Icaza. También fue amigo de Juana Borrero y de Rubén Darío, a quien conoció en 1892. Joven todavía, enfermó de tuberculosis y murió repentinamente en casa de un amigo. A su muerte le dedicaron importantes artículos José Martí y Rubén Darío.
Su obra, influida por Baudelaire, los parnasianos y simbolistas franceses, está llena de sincero y profundo pesimismo, en la línea de Leopardi. Su poesía expresa, por una parte, la neurosis, la tristeza y el hastío; por otra, un ideal esteticista absoluto. Sus publicaciones en vida fueron Hojas al viento(1890) y Nieve (1892), que contiene sus mejores poemas: NihilismoRondelesRecuerdo de la infancia, etc. Póstumamente apareció Bustos y rimas(1893), donde figuran también excelentes semblanzas críticas. El Consejo Nacional de Cultura de Cuba publicó sus "Poesías y Prosas completas" en tres tomos (1963-1964). Sin duda, uno de los poemas más característicos, con todos los ingredientes del modernismo más subido de tono, es el soneto "Mis amores" subtitulado "Soneto Pompadour":
Amo el bronce, el cristal, las porcelanas,
las vidrieras de múltiples colores,
los tapices pintados de oro y flores
y las brillantes lunas venecianas.
Amo también las bellas castellanas,
la canción de los viejos trovadores,
los árabes corceles voladores,
las flébiles baladas alemanas;
el rico piano de marfil sonoro,
el sonido del cuerno en la espesura,
del pebetero la fragante esencia,
y el lecho de marfil, sándalo y oro,
en que deja la virgen hermosura
la ensangrentada flor de su inocencia.

Enciclopedia Universal Multimedia ©Micronet S.A. 1999/2000

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