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viernes, 15 de junio de 2018

Sobre un estudio de la infraestructura de esta publicación en la década del cincuenta (Segunda Parte)



En la primera década del siglo XX las revistas, a la usanza europea, pretendían ser "bonitas", "elegantes". En América, y por supuesto en Cuba, las publicaciones de este tipo repetían el esquema; estaban dirigidas fundamentalmente a un público integrado por burgueses, profesionales y burócratas acomodados, que aspiraban a ver reflejado su modo de vida en las páginas ilustradas de los magazines del momento.
El 10 de mayo de 1908 irrumpe en el ámbito publicitario de La Habana la revista Bohemia. Su dueño, Miguel Ángel Quevedo Pérez, inspirado en su ópera preferida, La Boheme, de Puccini, había nombrado aquel semanario que pasaría inadvertido para los lectores. Esto desanimó a su creador, quien hasta dos años más tarde no retomaría la empresa con un éxito aceptable.
Para complacer el gusto de la época, la revista tenía un formato de 10 y media por 14 pulgadas, doce páginas y 5 mil ejemplares por tirada. Cumplía las funciones de portada su página de apertura.
Como negocio editorial, Bohemia prosperó a partir de 1914, momento en que abandonó su viejo local de la calle Habana, para ocupar uno propio en Trocadero 89, 91 Y 93, en la propia capital. La técnica impresora fue totalmente renovada: por primera vez en Cuba se aplicó la tricomía, lo cual benefició a las portadas de la publicación que, a demás, comenzó a emplear un logotipo, el cual variaría de lugar y forma, y aumentó a 40 las páginas del ejemplar.
A partir de ese momento, Bohemia se transforma constantemente. Si durante los primeros años los anuncios tenían un carácter eminentemente nacional (tiendas de ropa, mueblerías, farmacias) ya en la década del 20 aparecen los anuncios extranjeros, en especial los norteamericanos.
Pero si bien los cambios eran formales, el contenido continuaba basándose en las frivolidades que satisfacían el gusto de la burguesía y gran parte de las capas medias: crónica social de la capital y ciudades de provincia y secciones para señoras. La realidad política —cada vez más compleja— era un tema que no interesaba mucho a la revista, y cuando lo abordaba lo hacia a manera de crónica social.
En la segunda década del siglo XX la arribazón del capital norteamericano trajo aires de prosperidad a la burguesía nacional: se quintuplicó la zafra azucarera y con ello la riqueza de algunos sectores.
Bohemia supo reflejar bien el lado agradable de la vida: vestir y vivir con elegancia; así se fue imponiendo sutilmente a las demás publicaciones y ganó aceptación.
Un fenómeno no pudo advertir Quevedo Pérez: el auge del movimiento obrero cuyas reivindicaciones clamaban porque la política saltara a las páginas de las publicaciones periódicas, Bohemia declinó ante revistas que no sólo asumieron esta temática con seriedad, sino que apelaron a recursos informativos modernos: es el caso de SocialChic y Carteles.
Entraría en escena luego Miguel Ángel Quevedo de la Lastra, hijo del fundador, un buen negociante y conocedor del periodismo. Era el año 1928. Cuba vivía momentos difíciles, Machado se procuraba la reelección y a ello se oponían el proletariado, la burguesía y hasta los políticos tradicionales. Estalla la revolución del 30, protestas estudiantiles, un verdadero clima revolucionario que da al traste con el tirano y que se mantiene hasta 1935.
Bajo la nueva dirección, Bohemia va adquiriendo otra tónica: como expresara el colega Luis Sexto, comienza a aplicar los mismos resortes que sus rivales, y se colocó en la órbita de la contemporaneidad (1), y acometió el enjuiciamiento de la realidad nacional; tomó partido, adoptó posiciones abiertamente antimachadistas.
En Noviembre del 30 participó en una huelga de publicaciones ante la censura de prensa, denunció los crímenes cometidos. En ocasiones fue clausurada y hubo irregularidades en su salida.
Bohemia había ganado una gran batalla: al sumarse a los tiempos que corrían, se proporcionó un lugar en la historia. Se atemperó a los nuevos tiempos: se tornó una publicación general con marcado interés en la realidad nacional, dirigida a un público lo más diverso posible. Los viejos modelos europeos fueron sustituidos por los patrones de la moderna prensa norteamericana.
Aparecieron nuevas secciones de entretenimiento, crucigramas, secciones fijas para la mujer y el hogar, se amplió el espacio humorístico, se incluyó la crónica deportiva. En la esfera internacional retomó artículos de la prensa norteamericana en especial de la revista Times: cuando daba espacio a las plumas nacionales en este terreno era porque los redactores se basaban en los datos de UPI y AP Y mantenían la misma tónica.
Sin lugar a dudas, la realidad nacional ganó en calidad en las páginas de la publicación. Secciones fijas como Por la Isla, La Semana Política y opiniones de carácter editorial así como también la aparición del humor político fueron parte de la clave del éxito. Sin olvidar que el punto culminante estuvo en la aparición el 4 de julio de 1943, de la sección En Cuba, que con el tiempo seria de lo más leído del periodismo cubano.
Imposible hablar de la historia de Bohemia sin detenerse en la sección En Cuba. Le había sido propuesta a Quevedo de la Lastra por el periodista Enrique de la Osa. Como buen hombre de negocios que era Quevedo comprendió lo que aquello reportaría a la revista y aceptó de inmediato. En Cuba tenía carácter anónimo y recogía lo más notable del acontecer del país, casi siempre de manera exclusiva; así llegó a convertirse en un vehículo de denuncia de la corrupción imperante en defensa de las causas populares. Desbordó las fronteras del país para tratar, en buena medida, el acontecer latinoamericano y muy especialmente la intervención norteamericana en algunos países.
Está sección la iniciaría sólo De la Osa; luego se le sumarían otros redactores. Podemos afirmar que excelentes plumas; de nuestro país colaboraron en la sección: Carlos Lechuga, Marta Rojas, Ángel Augier, Fernando G. Campoamor, Jacinto Torras, entre muchos otros; casi todos enmascarados tras una plaza en otro órgano de prensa, ofrecían testimonio anónimo de trascendentales hechos.
Se trataba En Cuba de páginas cargadas de texto, cuidadosamente preparadas, bajo la batuta impecable de De la Osa, quien unificaba los materiales para darles un estilo único, ligero y atractivo. Cada quién se despojaba de su personalidad estilística, arriesgaba a veces hasta el pellejo para conseguir la información veraz, inédita, inesperada. Fue, sin dudas, una obra colectiva.
Para ganarse el apego de los lectores, un recurso curioso supieron encontrar los redactores de En Cuba: la narración de la noticia, la descripción dinámica y el diálogo para darle frescura y naturalidad a los hechos.
"Procurábamos atraer al público hacia el tema que desarrollábamos. De ahí la escenificación de cada episodio, de sucesos políticos, económicos, culturales... Hurgábamos en la noticia hasta atrapar diálogos, debates, pormenores, que le insuflaban frescura y amenidad." (2)
A mediados de la década del 50, Bohemia se atemperó una vez más a los tiempos que corrían. Si bien nuevas frivolidades ocuparon sus páginas como la crónica roja, el altruismo y las predicciones astrológicas, las manifestaciones anticomunistas, particularmente el antisovietismo, también se hacían notar, en concordancia con los años dé la Guerra fría.
Desde el punto de vista formal igualmente se harían sentir los cambios de la publicación. A no dudar, el negocio editorial prosperó. Se adoptó un formato de 9 por 12 pulgadas que ha llegado a nuestros días, abrió paso a la cuatricomía en las portadas, donde aparecieron dibujos multicolores de afamadas firmas, como la del pintor Yanes, y estableció definitivamente un logotipo que ocuparía siempre la parte superior.
El número de páginas se elevó gradualmente: si en 1930 tenia 80, en 1958 ya eran 162 más un suplemento de 16 a 48 páginas. La ampliación del negocio comprendió la mudada en 1957 a un lujoso edificio en la entonces flamante Plaza Cívica —hoy Plaza de la Revolución— construido expresamente para ello.
Una vez más la publicación desbordó los marcos habituales, pero entonces en el terreno de la circulación internacional y llegó a leerse en ciudades como Nueva York y Miami, en Estados Unidos, y en Paraguay, Argentina, Costa Rica, Panamá, Venezuela y otras naciones del continente.
La siguiente estadística nos da muestras de cómo en sólo seis años Bohemia casi duplicó su tirada: (3)
Julio 1948………………………… 125 000 ejemplares
marzo 1949…………………….. 174 000 ejemplares 
noviembre 1950………………. 200 000 ejemplares
agosto 1951…………………….. 221 000 ejemplares
marzo 1952………………………. 235 000 ejemplares 
febrero 1953…………………….. 259 821 ejemplares  
Resultaría más fácil para comprender el fenómeno de la popularidad y el prestigio ganados porBohemia durante aquellos más de 40 años, si observamos que ya en 1958 la tirada era de 315 mil ejemplares, lo que nos da un promedio de acuerdo con la cantidad de población (algo más de seis millones) de aproximadamente un ejemplar por cada 21 habitantes. Esto si tenemos en cuenta que entonces había en el país cerca de un millón de analfabetos, 600 mil niños sin escuelas y más de un millón de semianalfabetos. (4)
Nos gustaría particularizar en este punto del recuento histórico de la revista algunos detalles en el aspecto puramente formal de Bohemia. Abordándola con el respeto que la longevidad exige, diremos que el diseño de esta publicaci6n se divide en tres etapas o momentos.
Desde su aparición definitiva en 1910, su diseño se enmarca en los cánones del llamado art nouveau, también conocido como arte 1900, cuyas primeras manifestaciones se presentaron en Europa, Holanda y Francia, a fines del siglo XIX, y que en nuestro continente se mantuvo vigente hasta las primeras décadas del XX.
Sin saltos violentos —como el que luego si ocurrió en los 80— el magazine fue sufriendo transformaciones acordes con las nuevas concepciones editoriales y así recibió los aportes del llamado art decó, etapa centelleante que se desarrolló entre la década del 20 y la del .. 30.   
Un tercer momento que comenzó en los 40 y se adentra en nuestros días, se caracteriza —en lo que a diseño se refiere— por un gran dinamismo. Bajo el influjo de la prensa norteamericana de entonces, con los comics cubanizados y la caricatura política, Bohemia se puso a la moda. Es la etapa del sensacionalismo y el amarillismo típicos de la prensa popular no elitista. Desde luego, tras el triunfo revolucionario conjuntamente con el cambio de su línea editorial, la revista se caracteriza por la constante búsqueda de lo nuevo, en su afán dialéctico de lo contemporáneo.
CAPITULO III. BOHEMIA 1958
Durante la mayor parte de 1958, Bohemia se vio imposibilitada de recoger la aguda crisis que desangraba al país, en cuyo seno se suscitaban fuertes debates frente a la pujanza de un vigoroso movimiento de liberación nacional.
La imposición de la censura no dejó resquicio a la labor periodística para informar y analizar, salvo en el período del 2 de febrero al 16 de marzo, cuando una avalancha de materiales desbordó los dos centenares de páginas de la publicación para cubrir los espacios de silencio y consignar luces y sombras de la política nacional.
De los 52 números que publicó Bohemia en 1958, solo siete recogieron el controvertido panorama cubano, y con un alto contenido de denuncia social en consonancia con los momentos cruciales que vivía la nación, lo que motivó nuestro interés por la etapa.
La nota característica de los trabajos periodísticos de Bohemia durante el período no censurado fue la presencia de una intensa polémica e intercambio de ideas, reflejo fiel de la norma liberal burguesa del periodismo.
De manera acuciosa se recogen tanto la polémica política como el rejuego politiquero en que se debatía el país y están presentes, desarrolladas y argumentadas, las alternativas viables o no que se le presentaban a la opinión pública para el logro de una solución a la crisis nacional.
De esto, ¿puede inferirse una correspondencia entre la posición editorial de imparcialidad defendida por la revista y su contenido real?
Sin lugar a dudas, maneja de manera muy acertada el principio de la llamada imparcialidad.
El hecho de que en un mismo número convivan los voceros oficiosos con articulistas defensores de los postulados del 26 de Julio y otros que asumen una posición vacilante, y que de artículos sobre politiquería intrascendente se pase a otros de contenido francamente revolucionario, hace creer a primera vista que Bohemia abre sus páginas a todas las tenencias con iguales posibilidades, a manera de tribuna abierta.
Sin embargo, un análisis más detallado lleva a otras conclusiones.
 A través de los siete números sin censura de 1958 puede apreciarse una preeminencia de los trabajos que abordan directa o indirectamente el fenómeno del 26, así como también textos sobre la violencia,  falta de garantías y estado de crisis reinante.
Este clima de guerra y tensiones de extremo a extremo de la revista debe vérsele en el contexto histórico de la Cuba que se preparaba para unas elecciones, que lógicamente requerían de otros vientos. De este destaque bien puede inferirse la posición de la revista con respecto a las elecciones.
En último término aparecen los artículos progubernamentales y electoristas.
A la preponderancia de los trabajos que derivan explícita o implícitamente en la defensa de los principios del M 26-7 viene a sumarse el empleo de sutilezas y ardides periodísticos que le permitían a la publicación, sin renunciar a su ropaje burgués de imparcialidad, ofrecer a los lectores lo que esperaban encontrar en ella, tradicionalmente identificada con posiciones nacionalistas.  
LA CENSURA: COMO LA NOCHE ÁRTICA
El jueves primero de agosto de 1957, el gobierno batistiano decretaba la suspensión de las garantías constitucionales en medio de un clima de desasosiego popular y crecientes tensiones por la muerte, en Santiago de Cuba, de Frank País.
El ministro de Gobernación, Santiago Rey, se apresuraba dictar la Resolución 1106 que establecía la censura a tenor de lo preceptuado en el decreto presidencial número 2111 del primero de agosto.
El Consejo de Ministro sancionaba el decreto del ejecutivo y una sesión conjunta del Congreso emitía el sí a la medida.
Una vez más las redacciones engrosaban su personal con los censores.
Estos eran ya conocidos en el ámbito periodístico cubano desde 1953 cuando, por el decreto 989 del 26 de julio, se suspenden por noventa días las garantías constitucionales incluido, desde luego, el artículo 33 de la Constitución que establecía el derecho a la libertad de expresión.
En el período de nuestro interés fue designado como censor de Bohemia Rolando Meruelos Beldaraín.
Con el fin de coordinar el trabajo de censura en el país e impartir instrucciones se nombró a Evangelina de las Lleras, a quien la sección En Cuba califica como una suerte de "árbitro de la noticia".
La justificación oficial a esta aplicación de la mordaza a la prensa aparece consignada en esa de la sección, donde se recogen palabras del general Batista:
"Habíamos considerado en otra oportunidad la suspensión de las garantías pero no queríamos inquietar al país con esa medida, que aun cuando se encamina a proteger la seguridad del ciudadano, del hombre que trabaja, de la mujer,  del niño inocente, provoca cierto grado de inquietud.
"Pero las cosas han tomado un camino escabroso a pesar de nuestra cordura y de nuestro respeto a los adversarios más enconados. Y son ellos, con su terrorismo atroz, con la quema de escuelas públicas, con el atentado a la economía de la nación, los que de verdad crean la alarma… (5)
Como un intento de amortiguar los efectos que para su gobierno significaba la aplicación de la censura, el tirano Batista promete que solo será por 45 días, en los cuales "tenemos que devolverle la confianza y la paz al pueblo."
Por En Cuba conocemos cómo transcurrió esa etapa, que como veremos se prolongaría mucho más:
"Se abrió un amargo paréntesis para el periodismo nacional. Las planas de los diarios se transformaron en un enorme bostezo tipográfico. Algunas publicaciones, partiendo de la premisa de que la política y la pelota constituían las dos grandes pasiones del criollo, ensayaron levantar el interés por las peripecias del campeonato beisbolero. La trifulca por el conteo de un strike se hizo cintillo (…)
"La delincuencia común ganó excepcional categoría publicitaria. En la urgencia de llenar el vacío dejado por los tópicos tabúes hubo que inflar la crónica roja, describiendo las hazañas de cualquier ratero audaz o reseñando hasta el mínimo detalle la riña en un bar, la captura de un marihuanero o el crimen de ribetes morbosos. Parejamente la crónica social alargaba sus columnas en una interminable sucesión de frívolos eventos.
"La censura logró términos rígidos y absolutos. El lápiz rojo, implacablemente utilizado, mutilaba las informaciones más inocuas. A veces, no satisfechos con ceñirse al texto, los inquisidores hacían incursiones en el mundo subjetivo para interpretar, a su manera, la intención de una frase o un calificativo." (6)
Por obra y gracia de la censura de prensa, el antes tan fustigado dictador Trujillo se convertía en benemérito y generalísimo, y se suscitaban otros incidentes de igual incongruencia.
Durante la etapa de eclipse de la prensa nacional, comprendida entre agosto del 57 y enero del 58, observamos que Bohemia se esfuerza por ofrecer a sus lectores una publicación interesante, capaz de suplir en alguna medida las carencias informativas y para ello sus materiales se tiñen de un subido tono sensacionalista.
Crímenes perfectos, estafas sensacionales, robos del siglo y trágicos destinos son epígrafes que se suceden página tras página junto a trabajos de un exacerbado anticomunismo, entre ellos cuatro grandes reportajes de un enviado especial a la Unión Soviética.
A estos materiales se suman otros de un incuestionable valor histórico cultural y científico como artículos de costumbres, sobre grandes figuras de la humanidad o los avatares de la ciencia contemporánea.
Es a mediados de octubre de 1957 cuando sesiona en los Estados Unidos la Decimotercera Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa, donde el tema de Cuba se convirtió en motivo de debates y se demandó el inmediato cese del régimen de censura en la isla, con lo cual la prensa cubana recibió el espaldarazo que necesitaba.
Finalmente, en la madrugada del 25 de enero de 1958, el Consejo de Ministros acordó el restablecimiento de las garantías constitucionales en cinco provincias, exceptuando la de Oriente. Un intento tardío por imponer su amañado proceso electoral y justificar el continuismo batistiano.
La censura, como la noche ártica, había durado seis meses, por esta vez.


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