¡La alegría de vivir! _148969 / ABC Color Foto tomada de: abc.com |
Carlos Benítez Villodres
Málaga (España)
Ciertamente, podemos considerar a la alegría como un
estado anímico que no solo lo experimenta la persona que tiene este sentimiento
positivo, sino que también se asienta en la esencia de los seres humanos que
viven, en el entorno, del individuo alegre.
La
ansiedad y la angustia y el estrés son estados anímicos contrarios a la
alegría, ya que nos hace ser más lábiles y vigorizan o acentúan los dolores.
Esto puede suceder en situaciones difíciles o imposibles de controlar, pero
todo depende de la voluntad más o menos frágil de la persona, que no puede
evitar que acontezcan ciertos hechos posibles de solucionar, en definitiva, el
ser humano debe estar siempre alegre, aunque se halle en situaciones embarazosas,
pues cualquier acaecimiento es posible de solventar por muy complicada que este
sea. No olvidemos nunca que la alegría no se espera, sino que, al ser un
compromiso con nosotros mismos, la llevamos dentro de nosotros. Tampoco debemos
olvidar que, si estamos alegres o tristes, ello repercute en las personas de
nuestro entorno, así como que la alegría nos hace más productivos, vivir una
vida con sentido, afianzar metas mucho más prometedoras. “Gran ciencia es ser
feliz, refiere Ramón Pérez de Ayala, y engendrar la alegría, porque sin ella,
toda existencia es baldía”.
Es
evidente que la alegría surge desde lo más profundo de nuestra esencia. Este
sentimiento nos colma de tranquilidad, bienestar y amor. “La juventud es el
paraíso de la vida, manifiesta Ippolito Nievo, la alegría es la juventud eterna
del espíritu”. Sí, porque la alegría es una emoción básica, primordial, que
posee una función adaptativa, al igual que otros sentimientos nobles.
Por
otra parte, la alegría nos proporciona el llamado “bienestar psicológico”. Este
sentimiento positivo no es obligado ni proyectado, sino que surge de forma
natural y no dominado. Él nos impulsa a compartir parte de lo que tenemos con
las demás personas que marchan, como nosotros, por los caminos de la vida. Además,
la alegría favorece la cohesión social, es decir, es un vínculo, entre los
seres humanos, que nos ayuda a procrear nuevas conexiones y, al mismo tiempo, a
fomentar la fusión comunitaria. “No hay alegría mejor, dice Henry F. Hoar, que
la que mejor alegría que se crea en nuestro espíritu y la difundimos entre los
demás”.
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