Foto tomada de: dhar Services |
Miguel Martín Farto (Cuba)
Después de casi 1O años de ausencia, regresé a mi patria; la emoción me embargó en varias ocasiones, principalmente en los primeros encuentros con mi familia y con mi pueblo. Estallé en lágrimas cuando desemboqué a la plaza central de mi Remedios, lugar de fiestas parranderiles, donde innumerables ocasiones "arrollé" con mi barrio después de toda una noche de ardiente retumbar de "voladores" y ''palenque': de fosforescentes "trabajos de plaza" y monumentales carrozas; factores todos de las centenarias Parrandas Remedianas.
También mis emociones se fueron de control al abrazar a mi octogenaria madre, que me esperó viva, triunfante y vencedora de la muerte. Y en los momentos en que mis amigos me brindaron el mejor tributo a mi ferviente labor de folclorista: varias decenas de "voladores" estallaron en la tarde sin haber Parrandas y la conocida polka de Laudelino Quintero se dejó oír en el patio de mi casa, interpretado por los mismos músicos que lo hacen años tras años en nuestras fiestas. Allí, después de la emoción y bajo el chispear de "luces de bengala", los estandartes, las banderas y el gavilán carmelita, bailamos hasta desfallecer. Después vino la calma y empezaron mis reflexiones:
Soy de un pueblo muy típico: Remedios, o mejor dicho, San Juan de los Remedios, antigua ciudad situada en la costa norte del centro de la isla, en la provincia de Las Villas, hoy llamada Villa Clara.
Foto toamada d: cmhw.cu |
Mi rojizo pueblo tiene fama de haberse enquistado en el tiempo. Concepto erróneo, que sólo sirve para la promoción turistica, pues nada puede quedar estancado o enquistado en el tiempo. Y yo pienso que ese concepto de querer parar el tiempo, es lo que nos hace infelices a muchos de los que vivimos lejos de la patria. Yo me considero que llegué a los E.U, como aquel que dice, "antes de ayer" aunque ya voy a cumplir 10 años. Pero yo pensaba que al regresar a mi país iba a encontrarlo tal y como lo había dejado. Ilusión, solo ilusión. Y no voy a dirigir mi trabajo en analizar si el país está bueno o malo, o que si la culpa la tiene el sistema imperante etc. etc., eso se lo dejo a los analistas políticos que abundan en ambos lados.
Yo lo voy analizar de acuerdo a mis pensamientos y sentimientos; y les digo que todo cambia constantemente, y que eso es bueno, pues el cambio es movimiento y el movimiento es parte primordial de la evolución: Un poco de agua que se estanca, después de varios días, se pudre y tiene mal olor
Mi Remedios no era el mismo, aunque había sufrido pocas transformaciones, buenas y malas: ahí estaba su Iglesia Mayor con sus barrocos y monumentales altares de oro, frente la otra iglesia, la del Buen Viaje, cayéndose por su total abandono.
El museo Caturla, pintadito y reluciente con su nuevo montaje, y el museo de Las Parrandas, descolorido, sin maquetas y con un montaje anticuado. El museo de Historia, sin ninguna transformación.
El Hotel Mascotte, donde el generalísimo Máximo Gómez firmó el licenciamiento del ejercito Mambí, bello pero exclusivo para moneda fuerte.
El Hospital como siempre, con sus logros y dificultades. Una Escuela de Medicina y un amplio y confortable policlínica. Remedios estaba casi igual desde el punto de vista fisico, pero para mí ya no era mi Remedios. Pero ¿Cómo siendo yo tan remediano?, ¿Cómo, amando tanto a la tierra que me vió nacer, podría sentirme extranjero en mi propia tierra?
Yo no lo dije, lo digo ahora después de grandes reflexiones, me daba pena decirlo, pensarían que me creo exclusivo o importante. Nada de eso, he sido siempre humilde y lo seguiré siendo, es una virtud que adquirí en el tiempo y ya me pertenece.
Lo que sentía era que ya no pertenecía a ese lugar, y no por eso dejé de disfrutar al máximo; de sentirme muy a gusto las dos semanas que pasé con mi familia y con mi pueblo. De ellos sólo recibí Amor y más Amor. Yo también lo di, y de todo lo demás que traía; fuimos con once maletas y regresamos sólo con la ropa que traíamos puesta. Compré mucha comida y en mi casa se ponía la mesa tantas veces como hiciera falta. Todo el que llegaba, que no fueron pocos, comía y bebía. Así quise responder al cariño con que todos me acogieron.
El viaje a Cuba fue muy edificante, me hizo despertar de un gran letargo, me hizo ubicarme en el lugar que me corresponde y me dio mucha energía para seguir adelante.
Aprendí que la vida se desarrolla por ciclos y que es necesario cerrar un ciclo para poder enriquecer el próximo. Mientras no cierres un ciclo permanecerás en el pasado y entonces pierdes de vivir intensamente el presente, y recuerda que lo que hacemos en el presente es lo que se recoge en el futuro.
Aprendí que lo que sí es intemporal es el Amor, ese sentimiento tan poderoso que ayuda a seguir adelante aún en las condiciones más adversas.
Y algo muy importante es que si de verdad queremos ayudar a nuestro pueblo, no es virándole la cara, ni forzándolo a que por hambre reviente en un estallido de violencia, sino a través de la solidaridad humana, dándole la mano, abriéndole los ojos: los externos, pero principalmente los internos. Los problemas se resuelven dentro de uno.
Primero se debe mejorar al hombre internamente para que luego los efectos se vean en el exterior. No es cambiando bruscamente el exterior, como se ha hecho hasta hoy, lo que resuelve las dificultades; sino todo lo contrario.
Porque la semilla se siembra en el corazón y los frutos se ven después.
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