“VIVA CUBA
LIBRE”
René León
El 10 de
octubre de 1868 en el ingenio de La Demajagua, un grupo de cubanos (37 hombres)
se lanzaron a la guerra al grito de “Viva Cuba Libre”; en aquel momento no
fueron muchos pero dirigidos por Carlos Manuel de Céspedes, se olvidaron de los
peligros que le esperaban. La independencia de Cuba había sido proclamada.
Ramiro
Guerra, en su libro sobre la Guerra de los Diez Años, dice: “De igualdad no
hablaron nunca, o lo hicieron en forma extremadamente discreta, sin alcance
político ni social. En el Manifiesto de La Demajagua constan, en marcado
contraste, terminantes y repetidas declaraciones favorables a la igualdad”.
La primer
etapa de la guerra fue encabezada por los terratenientes cubanos que trataban
de conservar los beneficios como hacendados, ganaderos y comerciantes, y
disfrutar de un mercado libre de trabas en una Cuba libre. Pero sin olvidar al
campesino y aboliendo la esclavitud, incorporando en igualdad de condiciones a los
negros libres o esclavos y al campesinado cubano.
Emilio
Roig de Leuchsenring, dice: “El carácter avanzado o conservador de las
tendencias que existieron en el seno de la Revolución del 68, se manifiesta en
las posturas ante los problemas fundamentales de la esclavitud, sistema de
gobierno y problema de la tierra”.
El error
de los patriotas cubanos, cuando iniciaron la guerra el 10 de octubre de 1868
en La Demajagua, fue en pensar que la adhesión a Estados Unidos significaría
para la causa cubana que nos ofrecieran
una ayuda material y moral, con una declaración de beligerancia a favor
de los revolucionarios cubanos que permitiera la adquisición de armas y otros
pertrechos de guerra. Todo fue desde un
principio por parte de los norteamericanos un rejuego y traicionar nuestras
esperanzas. Estados Unidos ofreció a España su apoyo para mantener su soberanía
en Cuba y adoptó en todo momento una actitud de abierta hostilidad y oposición.
En la
Asamblea Constituyente de Guáimaro, dice Roig de Leuchesenring : “… se dio la
primera batalla democrática en nuestra tierra. Allí se enfrentan el liberalismo
y el conservadorismo, el militarismo y el civilismo. Y salieron triumfante los
criterios implementos democráticos y
progresivos. Toda posible dictadura civil o militar, fue repudiada. Triunfó la
absoluta igualdad, no reconociéndose forma alguna de esclavitud; se rompieron
los fueros y privilegios personales o clasistas; se proclamaron, como principio
básicos fundamentales de la nación cubana, la soberanía popular, las libertades
de culto, imprenta, reunión pacífica, enseñanza y petición”.
Si miramos
hacia el ayer, veremos que los errores por las disensiones y rivalidades en los
iniciadores de la Guerra del 68, sin la contemplación de ellos, podemos comprender
los ejemplos de desinterés, valor y patriotismo de los hombres del 95 al 98,
que quedaron logrados con el triunfo de un solo ideal, la libertad del pueblo
cubano, más tarde traicionado con la Enmienda Platt.
La Guerra
de los Diez Años, fue en realidad la llama que mantuvo el pueblo cubano por su
libertad. Costo cientos de vidas, nuestra economía quedó destruida por la falta
de medios de nuestro pueblo. Pero al pasar los años la nueva generación del
exilio y de los aguerridos combatientes
del 68 fueron guiados por su gran
dirigente, el Apóstol José Martí, que supo plasmar con sus escritos en toda la
América nuestro afán de ser libres, “con todos y para el bien de todos”.
Para
terminar un acto más de odio de los Voluntarios españoles. El Casino Español de
La Habana lanzó en 2 de marzo de 1870 un manifiesto que terminaba con estas
palabras: “Los españoles que están en Cuba podrán ser vencidos; cedidos o
vendidos, jamás: Cuba será española o la abandonaremos convertida en ceniza”.
De que los hay, los hay, los cobardes siempre se
expresan así. Sólo hay que mirar como España comercia hoy con Cuba, sin
importarle la sangre derramada del pueblo cubano.
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