René León
En el
extremo de la tierra, como si estuviera colgada por el mar, se encuentra la
ermita de La Rábida. Allí se inició el camino a un Nuevo Mundo, más tarde
bautizado como AMÉRICA.
La ciudad
principal de la comarca es Huelva, conocida por los antiguos como “Portus maris
et terra custodia”; a lo lejos se ven las colinas, riachuelos, esteros y
marismas, que van bajando por los canales de Mojarrera y punta Umbría. El río
Odiel nutre con sus aguas la gran marisma que se va extendiendo por el S.E,
hasta la punta del Sebo, y allí se une al río Tinto. Cerca de la población de
Palos de la Frontera y de la villa de Moguer –con puerto fluvial- se asienta el
convento de La Rábida.
De la
comarca nos quedan sus nombres ibéricos, que todavía allá a finales del siglo
XV eran conocidos. Esa región de Iberia se llamó “Tartesia”, variación de las
palabras ibéricas o euskeras “Tartaquia o Artelesia”. Sus tierra fueron
habitadas hace más de tres mil cuatrocientos años por primitivos pobladores. El
río Tinto fue denominado “Urión” (agua saludable); el rio Odiel fue conocido
por “Luz-turia”; la población de Niebla “Hipa” (Pueblo de abajo). Aquel país
tartesio, donde se hallaba Tharsis, se encuentra citado por sus riquezas naturales
en la Biblia y en los poemas griegos.
¿Cómo se
llamaba entonces La Rábida? No se sabe. La tradición cuenta que los fenicios y
romanos erigieron un templo en recuerdo a Proserpina, hija de Trajano. Más
tarde los árabes la llamaron Rábida. Así denominaban ellos a las
fortalezas-santuarios, o monasterios habitados por religiosos armados
morabitos. Se dice que los ejércitos cristianos de la Reconquista, se
apoderaron de la comarca de Huelva a principios del siglo XIII; con ellos iban los Templarios, y a ellos se le
dio el dominio de aquel santuario fortificado. Con el paso de los años, la
orden religiosa de los frailes Menores de San Francisco de Asís, tomo posesión
de La Rábida, y lo poseyó por espacio de seis centurias.
Cuando el
viajero acude a Huelva y se dirige al histórico monumento, espera encontrar una
impresionante construcción; sólo se encuentra con un pequeño edificio que ha
sido ampliado a través de los años, para atracción de aquéllos que lo visitan.
La imaginación de lo que pensamos se ve disminuido ante su presencia. En su
alrededor, silencio, soledad. Hoy en día, un fraile espera frente a la puerta
principal, para enseñar a los visitantes los interiores. Sin embargo, los
recuerdos históricos excitan al ánimo y al corazón.
Viajeros que
a principios del siglo XX pasaron por allí, contaban que se veía una veterana y
gentil palmera, que se decía estaba allí desde los tiempos de Colón; se
encontraba coronada por arrogantes penachos de sus ramas y constituía su único
encanto.
A finales de
1484 o principios de 1485, sale Cristóbal Colón con su hijo Diego de Portugal
con rumbo a Castilla por la vía marítima, para arribar al puerto de Palos, en
el condado de Niebla. Muy cerca de allí se encontraba el monasterio de La
Rábida; él venía sin dinero para costear su estancia. Colón tenía cuarenta y
ocho años de edad. Si nos preguntamos ¿por qué fue allí?. Por lo mismo que
acudían otros pobres caminantes a las puertas de los conventos; porque no
tenían otro refugio. Había llegado a pie, y sin equipaje, parece que no había
encontrado a nadie que le ofreciera acogida en Palos. Los vecinos le
informarían del convento. Subieron la ladera y pidieron ayuda; pan, agua y
lugar dónde estar.
Se
encontraba en ese momento entre los franciscanos Fr. Juan Pérez y Fr. Antonio
de Marchena; sus nombres han quedado en la historia de los primeros años del
Descubrimiento. Ambos acogieron a Colón y escucharon sus planes, también sus
fracasos en Portugal. Ellos no eran dos personas vulgares: uno era consejero
espiritual de la Reina, y el otro, versado en los secretos de las maravillas
del cielo. Aquellos frailes le ofrecieron ayuda a Colón que él necesitaba, junto
con sus consejos. Tuvieron fe en aquel caminante que había llegado a sus
puertas, que iban errando por diferentes países en busca de ayuda para un plan
que muchos consideraban equivocado. Por eso, La Rábida fue importante al
principio en el viaje de la expedición de Descubrimiento; y pensar que después
de la salida de las carabelas y el Descubrimiento quedaría olvidada durante
siglos.
Ese
modesto santuario que se eleva en el espacio, ante la vista del mar, de donde
se vislumbra el impresionante océano, fue un día el camino de las esperadas
Indias. Cuando uno se encuentra allí, se siente uno sobrecogido.
Del Puerto
de Palos de la Frontera salieron tres naves hacia lo desconocido, con un grupo
de marinos: Colón, Alonso Sánchez, los Pinzones, Pedro Velasco y otros. El
camino de las Indias fue sellado y ganado en La Rábida. Siete años duraría el
ir y venir de Colón a la corte, para que su proyecto fuera aprobado.
Olvidado y
sin historias después del Descubrimiento quedaría el convento. Solamente algún
viajero curioso trasponía sus puertas. Al ser expulsados los frailes, quedó en
total abandono. Los Duques de Montpensier lo visitarían en 1854, y por su ayuda
se empezó a restaurar en 1855, hasta que fue declarado Monumento Nacional. En
1868 se le edificaron las habitaciones altas. En 1875 se compraron la huerta y
las tierras inmediatas. Al fin, España había puesto los ojos en La Rábida. único
testigo de la presencia y hechos del Almirante Cristóbal Colón.
Muy bien escrito el articulo sobre La Rabida, bien descrito y muy interesante, no habia leido nada tan bueno como este. A la mayoria de las personas se les olvida en estos dias leer algo como esto es dificil, pues se olvidan del descubrimiento de un Nuevo Mundo. Felicito al senor Leon y todos aquellos que escriben Pensamiento,.
ResponderEliminarFlorinda Gutierrez
Orlando, Fl
Un escrito muy interesante y detallado de la Rabida. Personas que la han visitado dicen que en su soledad impresiona. Despues de leer lo escrito por el senor Leon. Me siento ligado a ella en espiritu.
ResponderEliminarJosefina Gonzalez
Orlando,FL