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martes, 1 de octubre de 2013

La Rábida en el camino de Cristóbal Colón


René  León

  En el extremo de la tierra, como si estuviera colgada por el mar, se encuentra la ermita de La Rábida. Allí se inició el camino a un Nuevo Mundo, más tarde bautizado como AMÉRICA.
  La ciudad principal de la comarca es Huelva, conocida por los antiguos como “Portus maris et terra custodia”; a lo lejos se ven las colinas, riachuelos, esteros y marismas, que van bajando por los canales de Mojarrera y punta Umbría. El río Odiel nutre con sus aguas la gran marisma que se va extendiendo por el S.E, hasta la punta del Sebo, y allí se une al río Tinto. Cerca de la población de Palos de la Frontera y de la villa de Moguer –con puerto fluvial- se asienta el convento de La Rábida.
  De la comarca nos quedan sus nombres ibéricos, que todavía allá a finales del siglo XV eran conocidos. Esa región de Iberia se llamó “Tartesia”, variación de las palabras ibéricas o euskeras “Tartaquia o Artelesia”. Sus tierra fueron habitadas hace más de tres mil cuatrocientos años por primitivos pobladores. El río Tinto fue denominado “Urión” (agua saludable); el rio Odiel fue conocido por “Luz-turia”; la población de Niebla “Hipa” (Pueblo de abajo). Aquel país tartesio, donde se hallaba Tharsis, se encuentra citado por sus riquezas naturales en la Biblia y en los poemas griegos.
  ¿Cómo se llamaba entonces La Rábida? No se sabe. La tradición cuenta que los fenicios y romanos erigieron un templo en recuerdo a Proserpina, hija de Trajano. Más tarde los árabes la llamaron Rábida. Así denominaban ellos a las fortalezas-santuarios, o monasterios habitados por religiosos armados morabitos. Se dice que los ejércitos cristianos de la Reconquista, se apoderaron de la comarca de Huelva a principios del siglo XIII;  con ellos iban los Templarios, y a ellos se le dio el dominio de aquel santuario fortificado. Con el paso de los años, la orden religiosa de los frailes Menores de San Francisco de Asís, tomo posesión de La Rábida, y lo poseyó por espacio de seis centurias.
  Cuando el viajero acude a Huelva y se dirige al histórico monumento, espera encontrar una impresionante construcción; sólo se encuentra con un pequeño edificio que ha sido ampliado a través de los años, para atracción de aquéllos que lo visitan. La imaginación de lo que pensamos se ve disminuido ante su presencia. En su alrededor, silencio, soledad. Hoy en día, un fraile espera frente a la puerta principal, para enseñar a los visitantes los interiores. Sin embargo, los recuerdos históricos excitan al ánimo y al corazón.
  Viajeros que a principios del siglo XX pasaron por allí, contaban que se veía una veterana y gentil palmera, que se decía estaba allí desde los tiempos de Colón; se encontraba coronada por arrogantes penachos de sus ramas y constituía su único encanto.
  A finales de 1484 o principios de 1485, sale Cristóbal Colón con su hijo Diego de Portugal con rumbo a Castilla por la vía marítima, para arribar al puerto de Palos, en el condado de Niebla. Muy cerca de allí se encontraba el monasterio de La Rábida; él venía sin dinero para costear su estancia. Colón tenía cuarenta y ocho años de edad. Si nos preguntamos ¿por qué fue allí?. Por lo mismo que acudían otros pobres caminantes a las puertas de los conventos; porque no tenían otro refugio. Había llegado a pie, y sin equipaje, parece que no había encontrado a nadie que le ofreciera acogida en Palos. Los vecinos le informarían del convento. Subieron la ladera y pidieron ayuda; pan, agua y lugar dónde estar.
  Se encontraba en ese momento entre los franciscanos Fr. Juan Pérez y Fr. Antonio de Marchena; sus nombres han quedado en la historia de los primeros años del Descubrimiento. Ambos acogieron a Colón y escucharon sus planes, también sus fracasos en Portugal. Ellos no eran dos personas vulgares: uno era consejero espiritual de la Reina, y el otro, versado en los secretos de las maravillas del cielo. Aquellos frailes le ofrecieron ayuda a Colón que él necesitaba, junto con sus consejos. Tuvieron fe en aquel caminante que había llegado a sus puertas, que iban errando por diferentes países en busca de ayuda para un plan que muchos consideraban equivocado. Por eso, La Rábida fue importante al principio en el viaje de la expedición de Descubrimiento; y pensar que después de la salida de las carabelas y el Descubrimiento quedaría olvidada durante siglos.
  Ese modesto santuario que se eleva en el espacio, ante la vista del mar, de donde se vislumbra el impresionante océano, fue un día el camino de las esperadas Indias. Cuando uno se encuentra allí, se siente uno sobrecogido.
  Del Puerto de Palos de la Frontera salieron tres naves hacia lo desconocido, con un grupo de marinos: Colón, Alonso Sánchez, los Pinzones, Pedro Velasco y otros. El camino de las Indias fue sellado y ganado en La Rábida. Siete años duraría el ir y venir de Colón a la corte, para que su proyecto fuera aprobado.
  Olvidado y sin historias después del Descubrimiento quedaría el convento. Solamente algún viajero curioso trasponía sus puertas. Al ser expulsados los frailes, quedó en total abandono. Los Duques de Montpensier lo visitarían en 1854, y por su ayuda se empezó a restaurar en 1855, hasta que fue declarado Monumento Nacional. En 1868 se le edificaron las habitaciones altas. En 1875 se compraron la huerta y las tierras inmediatas. Al fin, España había puesto los ojos en La Rábida. único testigo de la presencia y hechos del Almirante Cristóbal Colón.


2 comentarios:

  1. Muy bien escrito el articulo sobre La Rabida, bien descrito y muy interesante, no habia leido nada tan bueno como este. A la mayoria de las personas se les olvida en estos dias leer algo como esto es dificil, pues se olvidan del descubrimiento de un Nuevo Mundo. Felicito al senor Leon y todos aquellos que escriben Pensamiento,.
    Florinda Gutierrez
    Orlando, Fl

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  2. Un escrito muy interesante y detallado de la Rabida. Personas que la han visitado dicen que en su soledad impresiona. Despues de leer lo escrito por el senor Leon. Me siento ligado a ella en espiritu.

    Josefina Gonzalez
    Orlando,FL

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