Interpretación norteamericana de los soldados negros de Fort Mose |
SALVADOR LARRÚA-GUEDES
Teresa parte
4. PRIMER ATAQUE BRITÁNICO
Pero sigamos con la invasión inglesa, cuyo objetivo principal era la toma de San
Agustín. El 5 de junio de la villa tuvo que enfrentar el ataque de los colonos británicos,
dirigido por Oglethorpe, que se presentó en San Agustín a la cabeza de un fuerte
contingente y se mantuvo sitiando la ciudad durante 37 días, mientras las oraciones del
Obispo seráfico fray Francisco de San Buenaventura y Tejada, a la cabeza de todo el
pueblo, mantenía la fe en la victoria que se logró finalmente:
durante todo este tiempo (37 días) el Obispo mantuvo a sus fieles en oración,
rezando a coro el Ave María y alternándose en grupos7
El sitio duró poco más de un mes. Los ingleses no pudieron impedir que los españoles,
refugiados en el Castillo de San Marcos, recibieran un flujo continuo de provisiones y
refuerzos que la flotilla del comodoro Pearce fue incapaz de cortar. Al cabo de tiempo
Oglethorpe recibió la noticia de que una flota procedente de La Habana había zarpado
y se dirigía a San Agustín. La inminente llegada de los buques y tropas cubanas, junto
con un comunicado que daba parte del desastre de las tropas del Almirante Edward
Vernon en la zona de Guantánamo, en territorio oriental de Cuba, quebraron la voluntad
del general Oglethorpe y fueron la causa de que el 20 de julio los ingleses optaran por
abandonar definitivamente el sitio de San Agustín, aunque desde el 26 de junio
comenzaron a abandonar sus posiciones. En los anales de la época se registraron los
hechos de la siguiente forma:
A fines de mayo sale de la Habana una espedicion de 300 hombres en 5 buques
para socorrer á San Agustín de la Florida, y contribuye á hacer que en 26 de
junio levanten el sitio que tenían puesto a aquella plaza los ingleses de la
Carolina8
.
Las oraciones del buen prelado habían sido escuchadas. El triunfo de las tropas y milicias
cubanas en Guantánamo 9
, y su inminente llegada a la Florida, hicieron que el inglés,
cuidando sus propios intereses, se retirara hacia el norte “de forma vergonzosa y
precipitadamente”, según informó el gobernador Don Francisco Cagigal de la Vega en
carta a Su Majestad, según parte del secretario real:
Queda U. con la noticia que participa Vs. en carta del 11 de Octubre y relación
por otra del 7 de Septiembre del gobernador de la Habana de haber levantado
el sitio de la Florida vergonzosa y precipitadamente el General Oglethorpe,
con las circunstancias que se refieren, y aunque ya se havran recibido
anticipadamente estos avisos conviene que sobre este asumpto y otro cualquiera
que Vs. supiere y sea digno de la Real noticia los comunique Vs. por aquellas
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CAMINO REAL
vias seguras y que le sean posibles. Dios gue. a Vs. ms. as. como deseo.
Madrid, 12 de Henero de 1741
Joseph de la Quintana10
Desde ese momento se desató la contraofensiva española en aguas del Caribe y el litoral
atlántico de la Florida. Numerosos corsarios intensificaron sus acciones en la costa
norteamericana, atacando varios puertos de las Trece Colonias y destruyendo muchos
navíos ingleses. Como estas acciones no le parecieron suficientes, el Capitán General de
la Isla de Cuba, Juan Francisco Güemes y Horcasitas, organizó una poderosa expedición
contra las colonias británicas de Norteamérica en la que enroló embarcaciones
particulares, así como navíos de la Armada de Barlovento y de la Compañía
Guipuzcoana.
5. SEGUNDO ATAQUE: “LA BATALLA DE BLOODY MARSH”
A pesar de la derrota experimentada, Oglethorpe no renunció a sus propósitos.
Poco tiempo después, comenzó a arengar de nuevo a los miembros de la Asamblea de
Carolina, renovó los pactos con los indios, sumó voluntades, y después de organizar y
armar un nuevo contingente, marchó de nuevo hacia el sur en dirección a San Agustín,
atacando de nuevo la ciudad. Para ese momento, el gobernador Güemes y Horcasitas
había alistado la expedición que fue embarcada en 30 navíos mercantes y de guerra11:
La expedición fue escoltada por una fragata de guerra al mando del capitán de
fragata Don Antonio Castañeda Jobe. El convoy estaba compuesto por
balandras y goletas, un paquebote y una galeota, llevando un total de 600
hombres, algunos del regimiento de Italia12
Con la llegada de los refuerzos de Cuba, el arrestado gobernador de San Agustín, Manuel
Montiano, tomó de nuevo la iniciativa y ocupó militarmente la isla de San Simón,
apoderándose del fuerte Frederika. Los hechos tuvieron lugar el 5 de julio de 1742,
cuando Montiano, a la cabeza de un ejército formado por soldados de la guarnición de
San Agustín, milicianos negros del Fuerte Mosé y granaderos de La Habana,
desembarcaron en San Simón y tomaron rápidamente el fuerte británico del mismo
nombre, donde el gobernador de la Florida estableció su base de operaciones.
A continuación, el 7 de julio, Manuel Montiano ordenó que un contingente de
100 hombres avanzara hacia el oeste y tomara otro puesto de los ingleses, el fuerte
Frederika. Sin embargo, el general Oglethorpe pudo llegar a tiempo con un grupo de
highlanders escoceses13 e impedir un desastre para los británicos, mientras que los atacantes españoles quedaron separados en dos grupos: uno que regresó a San Simón
para informar a Montiano, y otro que quedó incomunicado en el sur de la isla. Varios
españoles murieron y otros quedaron prisioneros de los ingleses, quienes contaron un
highlander muerto y gran cantidad de heridos, entre ellos uno de sus más poderosos
aliados indios, el príncipe alachua Yamacraw Toonahowi, famoso porque en una visita a
Londres fue recibido por S.M. el rey George II de Gran Bretaña.
Conocedor del enérgico carácter del gobernador Montiano, Oglethorpe quiso
ganar terreno con esta victoria y dispuso que un regimiento de regulares británicos y
otro de escoceses bajo el mando del teniente McKay se apostara en los pantanos de forma
que cualquier ejército que avanzara entre el fuerte Frederika y San Simón quedara entre
los fuegos cruzados de ambos contingentes. Por su parte, las acciones de Manuel
Montiano no se hicieron esperar, pues casi de inmediato envió un grupo de rescate
formado por tres compañías de granaderos de La Habana al mando del capitán Antonio
Barba con el fin de localizar a los ingleses, vencerlos y rescatar a los prisioneros. Los
granaderos marcharon por el pantano hacia el sitio donde estaban emboscados los
británicos.
En el momento que consideró oportuno, el teniente McKay dio a los escoceses
la orden de atacar desenvainando su sable, pero las cosas no salieron como pensaba
Oglethorpe. Los granaderos de La Habana se lanzaron al contra-ataque con tanta
energía que tres de los pelotones de highlanders e ingleses rompieron filas y huyeron a la
desbandada hacia Frederika, y sólo quedó un pequeño grupo de highlanders y regulares,
dirigidos por el teniente Patrick Sutherland, para enfrentar a los enardecidos españoles.
Los que huían tropezaron por el camino con el general Oglethorpe que con un grupo
de seguidores se dirigía a caballo hacia el lugar del combate. Encolerizado, el general
logró que aquellos sobrevivientes volvieran sobre sus pasos al combate, pero cuando
llegaron al lugar de la acción, la lucha ya había terminado con la victoria aplastante de
los españoles, representados en esta ocasión por las tropas de La Habana 14.
Después de la victoriosa carga de los granaderos, el teniente Sutherland había
mantenido un largo intercambio de disparos con los españoles, mientras el resto de las
tropas inglesas escapaba, y lograron salvar sus vidas cuando los españoles, agotadas las
municiones, decidieron retirarse. De acuerdo con el informe oficial redactado por el
gobernador Manuel Montiano, habían perecido siete españoles, entre ellos el capitán
Barba, y sus tropas, después de derrotar la emboscada británica, localizaron a los
supervivientes del ataque anterior contra Frederika y los rescataron, regresando después
a San Simón15. Tácticamente, los españoles lograron uno de sus objetivos después de
derrotar la emboscada, mientras que el maltrecho honor de Inglaterra se recuperó un poco gracias al teniente Sutherland, que supo defender la posición mientras el resto de
las tropas inglesas y escocesas escapaba de la carga de los granaderos.
En memoria de aquel encuentro, el sitio de la batalla se conoce hoy con el
nombre de Bloody Marsh (pantano sangriento), alegando que la sangre de los muertos
tiñó de rojo las aguas, lo que parece exagerado... de inmediato, Montiano comenzó a
reorganizar sus tropas y estudió la posibilidad de atacar de nuevo el fuerte Frederika,
pero Oglethorpe, temeroso de que un nuevo ataque de Montiano exterminara su
estropeado contingente, libertó a los españoles que tenía en su poder e hizo correr el
rumor, utilizando un prisionero liberado, de que esperaba grandes refuerzos de
Charleston. Montiano, al observar que algunos barcos británicos habían llegado a la
zona, ordenó destruir el fuerte y regresó el día 15 a San Agustín. A partir de ese momento
menudearon los choques entre ambos contendientes, sin que ninguna de las partes
lograra un triunfo definitivo. En realidad, después de la carga de los granaderos de La
Habana en Bloody Marsh, Oglethorpe se convenció de que había sido demasiado
ambicioso y la guerra se mantuvo con diversas alternativas, pero sin grandes
enfrentamientos, hasta que se firmó la paz en 1748. En realidad, Oglethorpe y los colonos
de Georgia se sintieron sumamente aliviados por haber salido sin grandes complicaciones
del aprieto que ellos mismos provocaran, porque en aquellos momentos las colonias
británicas de América del Norte estaban sufriendo los fuertes golpes que propinaban los
corsarios y piratas cubanos a su comercio.
Aunque los historiadores ingleses dicen que la batalla de Bloody Marsh fue un
triunfo de las armas británicas, los hechos posteriores demuestran que esta afirmación
no es más que un engaño. Oglethorpe, temiendo que un nuevo ataque de las fuerzas del
gobernador Manuel Montiano diera al traste con todas sus expectativas, dio la libertad
a los prisioneros españoles, tal vez para manifestar su buena voluntad, y ordenó la retirada
al tiempo que trató de desinformar a Montiano con rumores de que estaba esperando
refuerzos. Pero todas estas maniobras son síntomas de debilidad, porque nadie gana una
batalla para retirarse después: la retirada, de hecho, es el reconocimiento de la derrota.
La táctica es muy antigua y ni siquiera merece comentarios.
La realidad es que el contingente de Oglethorpe estaba muy deteriorado, que
su ofensiva era un fracaso, que sus líneas de abastecimiento por mar estaban a punto de
ser cortadas por las acciones decisivas de los corsarios españoles y cubanos mientras que
el gobernador Montiano seguía recibiendo tropas y suministros procedentes de Cuba, y
que en las últimas acciones sus tropas hispano-cubanas, reforzadas por indios conversos
y negros libres, habían demostrado una gran capacidad ofensiva y se encontraban listas
para seguir avanzando sobre las precarias posiciones de los ingleses. Nos encontramos entonces ante una inobjetable verdad histórica: el encontronazo de Bloody Marsh y la
mortífera carga de los granaderos cubanos puso en graves aprietos al general James
Oglethorpe, lo hizo desistir de sus objetivos y lo puso en retirada.
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