"La Soledad del Cuerdo"
La primera novela de la escritora malagueña Lola Benítez Molina desarrolla un argumento intimista en torno a las vivencias de su protagonista, una española que junto con su marido emigra a Nueva York a fin de trabajar -ella, como enfermera; él, como investigador científico- en un prestigioso hospital de dicha urbe.
Encuadrado de lleno en el género narrativo de la novela psicológica, formalmente se ajusta de pleno a la sucinta definición formulada en 1988 por "El pequeño Espasa" -publicado por la Editorial Espasa Calpe-, ya que su argumento "pospone la narración a la descripción de los estados de ánimo, pasiones y conflictos psicológicos" de los personajes.
Y lo hace con un vocabulario fluido, carente de solecismos, horro de toda ampulosidad , estructuralmente con ausencia total de signos como los guiones y los paréntesis, recursos que utilizan otros autores para insertar aclaraciones a veces farragosas o redundantes en la narración o en el discurso de los personajes: en definitiva, haciendo gala de una gran economía de puntuación supernumeraria en aras de otorgarle prominencia al sentir, pensar y discurrir de los intérpretes a quienes la autora hace desfilar por las páginas del relato.
La arquitectura de la obra responde a la estética realista mas en la factura caracterológica de sus personajes y de sus expresiones verbales y pensamientos reverbera el subjetivismo típico del romanticismo. Dificil maridaje del que no obstante emerge victoriosa la autora, haciendo abrigar en los lectores animosas expectativas respecto del reiterado acierto de sus futuras obras.
Llaman gratamente la atención, por su añadidura de espontaneidad denudada de todo fingimiento- las frecuentes referencias de la autora a aspectos incontrovertibles de la realidad coetánea -tanto científica, sociológica como cultural-, valiendo por todas esta reflexión que pone en boca de uno de sus agonistas: "El estrés y el afán de ser superior al otro, de querer acaparar riquezas por el camino más corto, de avasallar sin medida, no lleva más que al deterioro de nuestras plenas facultades...Hay que poner freno. Hay que volver a inculcar valores. Hay que poner castigos acordes con el daño causado. No se puede premiar a los opresores y machacar a los oprimidos...el porcentaje de desquilibrios mentales va en asombroso aumento, y no cabe otra explicación de que es a consecuencia de la vida que llevamos...Nuestra mente no está preparada para asimilar todo tipo de iniquidades, y, una vez que uno se sale del camino correcto, volver al mismo es bastante inverosímil...La insatifacción se ha apoderado de todo. Hemos llegado a un punto que, por cualquier nimiedad, se pierden los estribos. Nuestra misión es buscar soluciones para paliar los efectos adversos, recuperar la ansiada paz interior".
En muchos momentos, "La Soledad del Cuerdo" mueve a evocar, como motor de la conducta de sus personajes, el contenido de estos pensamientos de Erich Fromm expresados en "El arte de amar" (1956): "El amor infantil sigue el principio: Amo porque me aman. El amor maduro obedece al principio: Me aman porque amo. El amor inmaduro dice: Te amo porque lo necesito. El amor maduro dice: Te necesito porque te amo."
No hay comentarios:
Publicar un comentario