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jueves, 15 de diciembre de 2016

Directorio criticón de la Habana (1883)

Juan Franqueza

Fragmentos

La calle de la Muralla

     Estamos en la más célebre vía de la Habana. Su verdadero nombre es Ricla, que fue título condal de uno de los capitanes generales que gobernaron la isla; pero todo el mundo le dice de la Muralla y así tenemos que llamarla nosotros, poco afectos tambien a recordar magnates. No se explica cómo se hacen las cosas inmateriales tan respetables como las entidades humanas, y por qué un conjunto de piedras a los lados de una calle, imprimen respeto y toda clase de fenómenos mentales entre un pueblo despreocupado y casi transitorio como lo es el nuestro; mas es el caso que así sucede y que la calle de la Muralla es la entidad mas respetable e influyente de la capital de la Gran Antilla. Miles de individuos se han encumbrado, ya por medio del dinero ya por el de las letras o el de la milicia, y el tiempo los ha derribado luego como castillos de naipes, esparciendo sus recuerdos entre el polvo del olvido; pero la calle de la Muralla pasa de vicisitud en vicisitud, de tormenta en tormenta, y su tipo y su prestigio se mantienen intactos sin que haya ciclón que la melle, y antes al contrario, parece rejuvenecerse a cada desastre que conmueven los cimientos del comercio o de la sociedad. ¿En qué estriba este fenómeno? Probable es que nadie lo explique satisfactoriamente, porque el argumento de la aotigüedad lo destruyen algunos ejemplos de cosas viejas que cayeron ya desplomadas por el espíritu innovador del siglo. El caso es que los establecimientos de la calle de que venimos hablando, muestran una solidez en los negocios de que carecen los de las otras, mas bulliciosas y nuevas, y se parecen al árbol secular de los autonomistas vizcainos, que no lo deshojan ni las revoluciones europeas yni aun la misma dinamita que produce espanto en todas partes.
     La calle de la Muralla es en lo inteetual ylo moral como una república independiente y altanera que no recibe los hálitos de sus vecinos, sino que antes al contrario impone sus teorías y su voluntad al resto de la población. Cuando acontece algo en la Península que influye en la conciencia nacional, las miradas se dirigen al que llamaremos baluarte, indagando el pensamiento que domina, ya para imitar sus manifestaciones ya para saber a qué atenerse. De allí parten las muestras de satisfacción o de indiferencia por los acontecimientos sociales o políticos de la madre patria, y cuando la maayoría de la población difiere, no se le contradice sino se le respeta. No siempre la calle de la Muralla ha sido simpática por sus demostraciones; imperan por tradición en ese centro comercial teorías que han dejado de ser populares y que allí se perpetúan por causas impenetrables. Es lástima que esto suceda, porque la calle es digna de toda clase de consideraciones, y ha puesto a gran altura el pabellón de su generosidad en circunstancias oportunas. Un poco de transigencia, un contacto más espiritual con el resto de la población, completarían su gloria.
     Casi todos los establecimientos que contiene la calle son buenos y algunos esplendorosos. No hay ramo de comercio que deje de estar representado muy dignamente, sobresaliendo entre las tiendas donde se espenden los efectos al menudeo, LaColonial y Mestre y Martinica, grandes fábricas de chocolates; la florería El Ramillete; las locerías La Bomba y La Prueba; La Primavera, taller de modistas; las magníficas platerías de Misa y Lira de Oro; la antiquísima y siempre reputada tienda de paños El Navío; las tiendas de ropas La Perla y la Glorieta Cubana; la librería de Sans; las boticas de Santa Ana y San Julian; el célebre y reputado Palo Gordo, cada día más hermoso; la gran perfumería La Oriental; la galletería y biscochería Inglesa, única aquí en su clase y hasta el popular y excelente café La Victoria, que atrae a multitud de personas de otros barrios por saborear en especial café con leche. Los establecimientos que no hemos mencionado no dejan de ser menos dignos, habiendo magníficos almacenes ce géneros, quincalla, etc., ypara que nada falte a la calle de la Muralla, guarda a la redacción e imprenta del Diario de la Marina, que es el mas antiguo yfloreciente periódico de la Isla ydel que hablaremos en capítulo aparte, pues que también hemos de enterar al lector de la política que hacen este como otros diarios de la capital, para que sepa a qué atenerse cuando los lea, si acaso no les indigesta pronto su monotonía.
     Lástima irremediable es la estrechez con que fue construida esta cono todas las demás calles de la sección de lo que fue intramuros de la ciudad, y que no le permita esta causa lucir todo su mérito. Cuando un efecto falte en el resto de los de la población, debe buscarse en la calle de la Muralla y allí es casi seguro encontrarle. Es cuanto podemos decir en obsequio de la respetable vía comercial, tan antigua como sólida, tan independiente como rica, tan generosa como severa. Lástima que no hayan podido ser nuestras alabanzas completas y que las ideas espansivas no hayan penetrado allí a la par que las riquezas. Culpa será de la humanidad que no es perfecta. A nosotros no nos incumbe reprobar nada sobre este punto; la conciencia debe de ser respetada y hemos terminado nuestro capítulo.


Para mis amigos en La Habana y para mi esposa (a la que llevo en el corazón) dejo mi ofrenda en el Templete que nos convoca cada año.
Enrique Domínguez, México

A los redactores de La Habana Elegante, gracias por este memorable paseo y bello homenaje. Mis deseos son de paz y que podamos reunirnos todos los cubanos. Mientras llega ese día, tenemos este árbol que no se seca.
Rosa Emilia Agramonte, Santiago de Chile

Cuando un amigo me recomendó esta revista no podía imaginar que me encontraría con esta sorpresa. La idea de recrear las tres vueltas a la ceiba y convertirla en una verdadera tradición es una de las inciativas que distigue a La Habana Elegante de otras revistas. Me conmueve esa memoria terca que nos recuerda cada año la ciudad. Prometo regresar cada año. Les deseo a todos los habaneros una noche feliz y esperanzada.
Alberto Rodríguez, Miami.


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