René León
Se lo juro a
Uds. Que en Trinidad las costumbres e historias, nadie se las puede imaginar
allá por el 1800 en adelante. Como es natural en este caso, sólo los
sinvergüenzas se sabían aprovechar de ellas, en especial los delincuentes.
Porque en el caso de los esclavos es diferente. Pero vayamos a la historia.
Se cuenta
que la ermita de la Santa Cruz de la Piedad, que se encontraba en las afueras
de Trinidad, cerca del rió Tayaba, había una ermita, en realidad en aquellos
tiempos llamaban ermita a una construcción que se estaba cayendo, por la falta
de cuidado. Yo no sé de donde salió como dice la historia un Fraile trinitario,
que se llamaba Nazario o Domingo, eso no viene al caso. Se le ocurrió poner
sobre una piedra, una cruz de “guayacán” (árbol de madera dura y resistente. De
la extracción del guayaco es usado para medicina como sudorífico). Se le puso
el nombre de la Piedad, porque cuanto delincuente se abrazaba y arrodillaba
delante de la cruz, y pedía perdón lo
obtenía. (Si fuera hoy en día la cola fuera de “madre”).
Sigamos con
la historia. En el caso de los esclavos prófugos era diferente. Sabe Dios
cuanto habían pasado con sus dueños. Fueron tantos los que iban a pedir perdón,
que se levantó una cobija de guano, que era cuidada por dos morenos libres ya
ancianos, llamados uno Melchor y el otro Bartolomé. Cerca de allí se encontraba
la fábrica de la “bomba” de agua que surtía del precioso liquido a Trinidad, y
decían que era beneficiosa para la salud. (Si pudiera conseguir unos cuantos
galoncitos de agua me vendrían muy bien, yo me conformaría que me creciera el
pelo). La ermita fue destruida por un incendio. Como eran las cosas en aquellos
tiempos. Las campanas que tenía la ermita fueron llevadas prestadas por
petición del Gobernador de la ciudad, Francisco Gutiérrez de Rivera para que
sirvieran de reloj a la ciudad. Total que las campanas no volvieron más para la
ermita, y esto pasaba en 1753. En 1785 se pidió retornar las campanas. Se
reunió el cabildo, y juraron por cuanto santo ellos conocían que sería devuelta
a la ermita. Según tengo entendido tuvieron que fabricar tres cencerros grandes
en sustitución de las campanas.
Todos los años se celebraban las Romerías de
la Cruz de la Piedad, cientos de personas participaban de los alrededores; si
eso fuera hoy en día, se llenaba aquello de violadores de taxes y de promesas
para el pueblo. Pues bien, arrodillados ante la cruz, los delincuentes se
arrepentían de sus delitos. Cerca de allí corría el río, y temprano en la
mañana las lavanderas se dirigían a lavar las ropas, eran cuidadas por un
vigilante o cuidador como eran llamados. Como son las cosas de la vida, ayer
como hoy. Fue decayendo el entusiasmo por las actividades en la ermita por
1830, y se dejó al cuidado de la ermita al moreno Manuel Zerquera
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