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jueves, 1 de diciembre de 2016

SE NOS VOLÓ EL TIEMPO


Por Lola Benítez Molina

La conocí de manera inesperada. Tenía lágrimas en los ojos y le pregunté qué le pasaba. Aparentaba fragilidad, pero en sus ojos había una inmensa fortaleza, encerraban algún misterio. Al mismo tiempo, desprendía una gran dulzura.
Por eso plasmo aquí esta historia, que me dejó huella. Me la contó cuando estaba a punto de irse y no quiero que quede en el olvido.

“ Hoy ya sólo me queda llorar. Ya es tarde. Dicen que veinte años no es nada, y entre nosotros fue una gran muralla. Tú tenías tu vida hecha y yo aún no la había empezado. Ahora yo la tengo encauzada y tú te vas acercando a tu ocaso. Entre medias, se nos voló el tiempo”.
Parecía que lo estaba viendo. Al fin se atrevía a hablar, pero como bien dijo: ya era tarde.
“Pero tú no te irás. Quedarás aquí omnipresente y yo esbozaré una eterna sonrisa. ¡Cuántas veces te hubiera llamado! Pero no. Lo que ha durado toda una vida se habría esfumado en dos segundos. Al contacto con la realidad todo se habría desmoronado. Y qué bonito es soñar; es algo sublime y, a la vez, qué sufrimiento. Recuerda, siempre estarás en mi sonrisa. Siento un profundo dolor que ni tú mismo podrías borrar”.
Dicho esto exhaló.
A veces tratamos a las personas mayores como si no tuvieran sentimientos, pasamos por delante de ellas y ni siquiera las vemos porque solo admiramos la juventud y la belleza. Olvidamos que tienen mucho que enseñarnos. A ellas también deberíamos saber escucharlas.
La sabiduría es un don que se adquiere con los años y la experiencia que nos da la vida y, por supuesto, cultivando el intelecto.
Sus arrugas representan los surcos de la vida, pero sus sentimientos siguen siendo los mismos de siempre. Todos necesitamos del afecto de los demás y poder ser comprendidos.

“Debería haber tenido dos corazones, refiere Amin Maalouf, el primero insensible, el segundo constantemente enamorado, habría confiado éste último a aquellas personas por las que palpita y con el otro hubiese vivido feliz”, aunque “si dos personas se quieren, manifiesta E. Hemingway, no puede haber final feliz”.

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