El Canal de Panamá es sin duda una de las obras de ingeniería más importantes y útiles que el hombre haya realizado y un indiscutible orgullo para toda América. Como diría el eminente arqueólogo e historiador cubano Dr. Pedro García Valdés: "para que pudieran besarse a su antojo los dos océanos y tener lugar como consecuencia del divorcio de los dos continentes".
Para la feliz culminación de esta obra dos cubanos tuvieron una contribución extraordinaria. Ellos fueron el ingeniero Aniceto García Menocal, oficial de la Marina norteamericana, y el Dr. Carlos Finlay, eminente investigador médico.
Después de estas premisas como introducción al tema a desarrollar, veamos algunos detalles relevantes: Cuando el Conde Fernando de Lesseps -constructor del Canal de Suez en 1869- se hallaba en la cima de su popularidad y prestigio, invitó a varios representantes de naciones para exponerles su idea de construir un canal en Panamá; y así, con la categoría de Congreso Internacional, se efectuó en París en el año 1879 el singular evento. Los Estados Unidos de América enviaron una comisión constituida por sus más brillantes ingenieros, entre ellos nuestro coterráneo Aniceto García Menocal.
El Congreso fue presidido, por supuesto, por el Conde de Lesseps, quien elocuentemente expuso su proyecto de hacer en Panamá un canal a nivel, como el que había construido años antes en Suez, todos parecían estar de acuerdo con el experimentado ingeniero y diplomático francés. Se encontraban en tan importante reunión delegados de España, Francia, Alemania, Inglaterra, Holanda e Hispanoamérica, cuando para sorpresa de todos pide la palabra García Menocal para expresar firme y respetuosamente su desacuerdo con el plan de Lesseps, exponiendo profesionalmente que la región del istmo no era igual a la zona de Suez, y que el canal que en Panamá se construyera debía ser por esclusas, dada la diferencia de nivel entre los dos oceános. A pesar de tan brillante exposición, el Congreso terminó aprobando el proyecto del ingeniero francés y juzgando equivocado a García Menocal.
Al llegar a los Estados Unidos García Menocal elevó un informe a su gobierno exponiendo y razonando sus ideas y al mismo tiempo entusiasmándolo a realizar la obra del canal por ser de gran beneficio para esta nación y para el mundo.
La compañía francesa hizo caso omiso de las alegaciones del ingeniero cubano y comenzó la obra de acuerdo con los planos de Lesseps; pero muy pronto los propios franceses se percataron de que no era posible la realización de dicha obra, siguiendo el proyecto aprobado, o sea, el canal a nivel, y tuvieron que aceptar el plan del cubano Aniceto García Menocal, que consideraba la construcción de esclusas, como actualmente existe en Panamá.
Más tarde el gobierno de los Estados Unidos se hizo cargo del proyecto hasta su exitosa culminación en el año de 1914. El canal enlaza Colón (en el Atlántico) con Panamá (en el Pacífico) y tiene una longitud total de 81 Km., una anchura que oscila entre 91 y 300m., y se eleva a 26m. sobre el nivel del mar, durando su travesía ocho horas aproximadamente. Es de apuntar que los restos de García Menocal fueron llevados al cementerio de Arlington, donde este país entierra a sus hijos ilustres.
El otro cubano de esta encomiable historia fue el prestigioso médico Dr. Carlos J. Finlay. Recordemos que esa región del istmo era malsana y de alto riesgo para la vida humana, y así fue bautizada con el nombre de "Tumba de Españoles". En 1509 murieron también centenares de holandeses y franceses en ese inhóspito lugar. En el siglo XVIII los ingleses dirigidos por Nelson sufrieron un tremendo descalabro. De los 200 hombres que venían con Nelson murieron 187. La fiebre amarilla era una enfermedad alarmante y parecía imposible continuar la obra en esas condiciones. Dice el Dr. García Valdés que de los 186,000 hombres que empleó la compañía francesa en la construcción de las obras, fueron atacados de fiebre amarilla 52,000, y hubo años que la virulencia de la enfermedad fue tanta que se elevó al 60%. Era una enfermedad mortal.
Para llevar a cabo la gigantesca obra era necesario sanear la zona del istmo. Ya había muerto el Director del canal, Mr. Boyer, y Mr. Johnson, Supervisor, ambos de fiebre amarilla. Y he aquí la importancia histórica del Dr. Finlay, quien haciendo investigaciones médicas con otro eminente galeno, el Dr. Claudio Delgado, concluyeron que la temible fiebre amarilla estaba siendo transmitida por el mosquito Aedes aegipty. Se saneó el área y se acabaron las muertes provocadas por la mencionada enfermedad.
A pesar de que el Director de Sanidad de La Habana dio todas las facilidades para que se comprobara este singular descubrimiento, dos médicos norteamericanos no creyeron en la veracidad de las conclusiones obtenidas y se hicieron picar por mosquitos contaminados con la enfermedad; a consecuencia de ésto los dos adquirieron la fiebre amarilla. uno de ellos, el Dr. Lazear, murió.
Así Finlay alcanzó
la fama por su talento;
pues su gran descubrimiento
con la epidemia acabó.
Y García Menocal,
Y García Menocal,
con sus esclusas geniales,
escaló los pedestales
en la obra del canal
Queremos concluir estos comentarios diciendo que sin la contribución de los dos insignes cubanos no hubiera sido posible la realización de esta obra magistral, o al menos, se hubiera demorado muchos años para su culminación.
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