Foto tomada de: El Confidencial |
Lola Benítez Molina
Málaga (España)
El escritor
encuentra placer, cuando en su lucha diaria frente a todo aquello que no le
gusta, ya que lo aflige hasta subyugar lo indecible. Con sus manos y con su
pensamiento, contribuye a mejorar su existencia, de ahí que, en su deseo de
vivir en un mundo mejor, invente esos lugares, como lo hicieron Juan Rulfo,
Gabriel García Márquez y demás escritores pertenecientes al llamado “boom
literario”, donde dan rienda suelta a todas sus inquietudes, sus miedos, sus
fantasías y sus sueños. A veces, la hostilidad será la que impere. Los
personajes creados encierran cualidades magnificadas o peyorativas, según el
estado anímico del escritor en ese momento. Muchos no soportaron la barbarie de
la época, en la que les tocó vivir, y esa agonía mantenida los influyó
poderosamente y les hizo ejercitar el intelecto. Su sufrir se les hacía
perpetuo y, en esas horas de soledad, las musas los guiaban al infierno o la gloria.
Hace escasos
días, las palabras del actual Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk se
incrustaron en mi mente al leer una entrevista realizada por el escritor
mexicano Mark Manson. Pamuk, quien dijo lo siguiente: “Nunca llego a ser feliz,
escribo para ser feliz”. La felicidad, esa búsqueda incansable de todo ser
humano, que necesita aferrarse a creencias o a valores que iluminen su destino.
El no tener metas lleva al desquicie, a la sinrazón de una existencia vacía, a
una apatía atroz. Por eso, siempre permanecerán perennes las palabras de
Confucio: “Nuestra mayor gloria no está en fracasar nunca, sino en levantarnos
cada vez que caemos” o, también, las de Henry Ford, al decir “El fracaso es la
oportunidad de empezar de nuevo, con más inteligencia”.
En su libro “1984” el escritor,
ensayista y periodista inglés George Orwell, uno de los autores más conocidos
del siglo XX, parece tener una visión futurista de lo que se puede llegar a
convertir una sociedad en la que el totalitarismo se hace imperante, con una
visión distópica de la realidad, cuando el conocimiento se anquilosa o se
intenta aniquilar. Somos los artífices del destino. No nos dejemos llevar como
marionetas.
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