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martes, 1 de noviembre de 2016

COLABORACION DE ESPAÑA Y CUBA EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS (Segunda Parte)

Foto de: Cuba debate
Cuba en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. Antecedentes: tropas cubanas y ataques ingleses

 Las tropas cubanas tenían una larga tradición de combate contra los ingleses, porque desde el siglo XVI participaban en enfrentamientos por mar o por tierra con corsarios y piratas de esa nacionalidad, y en muchas ocasiones salían de La Habana las embarcaciones llenas de hombres de armas que iban en socorro de San Agustín de la Florida, acosado por los bandidos del mar. En los albores del siglo XVI estas tropas venían acompañando expediciones sucesivas que comenzaron en 1513 con la del descubridor Juan Ponce de León y continuaron durante medio siglo. Con los soldados llegaban colonos, buscadores de fortuna, frailes e indios taínos como cargadores. En 1564, una expedición dirigida por Hernán Manrique de Rojas salió de La Habana para confirmar si habían desembarcado hugonotes franceses en la Florida y arrasar sus establecimientos. Durante el resto del siglo XVI y el XVII, después de la conquista, la Florida pudo subsistir gracias a la continua corriente de víveres, armas, municiones y bienes que llegaba a San Agustín desde Cuba. Sólo de 1686 a 1695, la Isla envió 65,996 pesos para financiar la defensa del territorio. Durante el siglo XVIII menudearon los ataques de los ingleses desde el norte. Diversos contingentes se lanzaron sobre San Agustín y los establecimientos misioneros, pero desde Cuba llegaban los regimientos y milicias que fueron decisivos para vencer a los enemigos en 1702, 1706, 1719 y 1723. Era una larga tradición de lucha en la que la Isla de Cuba siempre jugó el papel de escudo y defensa de la península del norte.

Entre los objetivos de los ingleses se encontraba la gran Isla de Cuba, que desde su estratégica posición dominaba tanto el Mar de las Antillas como sus accesos desde y hacia Europa, siendo La Habana el punto de concentración de las Flotas que viajaban a España todos los años procedentes de sus posesiones americanas. 5 Portell Vilá, Herminio. Juan de Miralles, un habanero amigo de George Washington, La Habana, 1947, p. 3

Conquistar la Isla de Cuba, que era el centro de las comunicaciones españolas desde el Nuevo Mundo hacia Europa, no era una tarea fácil. Las milicias cubanas eran fuerzas aguerridas y acostumbradas a la guerra tanto dentro como fuera del territorio, como ya hemos visto. En 1718, por disposición del Capitán General Gregorio Guazo Calderón, zarpó de La Habana una expedición de 1,200 hombres, entre ellos 1000 de las milicias criollas, dirigida por el teniente coronel Alfonso de Carrascosa, que arrebató la plaza fuerte de Pensacola a los franceses, siendo ésta la primera vez que la ciudad fue tomada por los cubanos, y las agrupaciones armadas de la Isla siguieron perfeccionándose. Por la importancia de La Habana, punto de concentración de las Flotas, se creó allí en 1719 el primer Regimiento de Fijos, primero que existió en tierras de América, integrados por hombres del país, armados y entrenados de la misma forma que las tropas de línea europeas, portador de una larga tradición de combatir a los invasores ingleses. En los años siguientes el Regimiento de Fijos fue reforzado por compañías de granaderos, caballería y artilleros, así como por fuerzas independientes de infantería y los batallones de pardos y morenos. Luego se formaron otros regimientos y agrupaciones, como el Regimiento de Voluntarios, los Dragones de América y el Regimiento del Príncipe.

Pronto se demostró que las tropas cubanas podían derrotar importantes agrupaciones enemigas que intentaran atacar la Isla, y así ocurrió con la armada y el ejército británicos bajo el mando del almirante Edward Vernon y el brigadier general Thomas Wentworth, cuando intentaron tomar Santiago de Cuba y establecer un puesto militar en Guantánamo, en 1741. La expedición inglesa contaba con 9,395 hombres entre soldados, marinos, tripulación y tropas auxiliares, 4,440 eran de tropas, y de ellos, 600 procedían de las Trece Colonias de Norteamérica. Uno de sus jefes era el capitán Lawrence Washington, hermano de George Washington.

En cuanto se produjo el desembarco inglés, el gobernador y Mariscal de Campo Francisco Cagigal de la Vega dio órdenes a las milicias para que comenzaran las hostilidades y estableció una rigurosa cooperación con las fuerzas regulares. Después de 134 días de enfrentamientos con los ingleses, Vernon tuvo que abandonar Guantánamo con más de 1,000 muertos, de ellos, más de 205 oficiales 6 .

 En 1762, la toma de La Habana por una poderosa expedición inglesa al mando de Lord Albemarle, que contaba con 12,000 soldados de línea reforzados por otros 2,000 de las Trece Colonias y Jamaica y unas fuerzas marítimas de 53 buques de guerra tripulados por 10,500 hombres, y alrededor de 200 buques de transporte7 puso de manifiesto, sobre todo, la incapacidad del Capitán General Juan de Prado Portocarrero, que cometió errores imperdonables como la inutilización de los buques de guerra españoles, ordenando quedaran encerrados en la bahía de La Habana, y el abandono de las posiciones defensivas en las alturas de la Cabaña, error decisivo que permitió a los ingleses bombardear el Castillo del Morro y la ciudad desde esta posición elevada, lo que fue clave para el triunfo británico, y el desgaste de las fuerzas con que contaba en acciones innecesarias. Aunque la correlación de fuerzas favorecía claramente a los ingleses si consideramos (6 Vernon, Edward. Original papers relating to the expedition to the island of Cuba, printed for M. Cooper and Globe, 1744, pp. 140-185; Sir Burns, Alan. History of the British West Indies, George Allen, London, 1965, p. 478 7 Guiteras, Pedro José.Historia de Cuba. Cultural, S.A., La Habana, 1928, t. II, pp. 137-138) que la guarnición de La Habana sumaba 3,000 hombres apoyados por 1,200 marineros de la escuadra y unos 1,200 más de las milicias, la heroica defensa que hizo el capitán Don Luis de Velasco, que estuvo a cargo de la defensa del Castillo de los Tres Reyes del Morro, fue reconocida por los más altos jefes militares británicos y demostró la capacidad combativa de las fuerzas criollas así como la efectividad de sus artilleros.

Al año siguiente, 1763, se firmó el Tratado de París, por el que La Habana fue devuelta al dominio español al tiempo que fue cedida la provincia de la Florida a los ingleses. Entre las primeras medidas adoptadas por el rey Carlos III estuvo la construcción de un gran castillo en las alturas de la Cabaña, el perfeccionamiento del sistema de fortificaciones defensivas alrededor del perímetro de la capital, y la reorganización de las defensas y de los regimientos y batallones de La Habana, equivalentes a tropas regulares de línea del ejército español, misión que fue encargada al Mariscal Alejandro O´Reilly, de origen irlandés, al tiempo que el coronel francés Antonio de Raffelin se dedicó a perfeccionar las fuerzas de caballería y los dragones.

En ese mismo año, la economía cubana estaba lista para dar un salto importante. El comercio exterior crecía rápidamente, en particular las transacciones realizadas con las Trece Colonias. La estratégica posición de La Habana, la acumulación de capitales, el crecimiento demográfico, el surgimiento impetuoso de nuevas fábricas de azúcar unido al desarrollo de la industria junto con el auge del café, el tabaco y en general de todas las ramas agropecuarias, fue estimulado por el gobierno central de la metrópolis española y en particular por el Conde de Aranda, quien puso mucho de su parte para facilitar el crecimiento acelerado de la economía de la Isla a fin de garantizar el sostenimiento de una fuerza militar capaz de defender el dominio español en América con la colaboración de los poderosos y ricos vecinos de la capital de Cuba. Muy pronto los regimientos y agrupaciones de infantería y caballería, formados por criollos armados, disciplinados y entrenados a la española, dirigidos por oficialidad también criolla, sumaban alrededor de 10,000 hombres.

Las condiciones estaban listas para derrota definitiva de los ingleses.

Inglaterra provoca la crisis de las relaciones económicas entre Cuba y las Trece Colonias 

Las relaciones económicas entre la Isla y las Trece Colonias se fortalecieron año tras año hasta llegar a 1776 y fueron la base del gran interés que tuvo Cuba en ayudar a los nacientes Estados Unidos. En ese año hicieron crisis las dificultades creadas por Gran Bretaña al comercio de melaza para la fabricación de ron en Norteamérica, creando un gran problema a los fabricantes en las refinerías de Massachussets y Rhode Island así como a los traficantes y negreros, lo que afectaba la introducción de esclavos en Norteamérica y en Cuba, que era el abastecedor más importante de esas refinerías. Por otra parte, los traficantes de Norteamérica mantenían un gran comercio con los comerciantes de la Isla y se había creado una importante corriente de intercambio entre ellos, apoyada por poderosos capitales invertidos en estas actividades por ambas partes, lo que creaba intereses y vínculos entre las Trece Colonias y Cuba que eran completamente ajenos a los choques y problemas constantes entre las metrópolis de Inglaterra y España8 . 8 Ibídem (11)

En 1776 Cuba se había preparado para rechazar los ataques ingleses por poderosos que fueran, aún más fuertes que el de 1762, y había creado una capacidad económica, comercial y militar que facilitaba el desarrollo de operaciones armadas fuera de su territorio. Su sólida economía podía garantizar acciones militares contra las posesiones inglesas.

Colaboración y ayuda material a la causa de la Independencia 

Desde 1770 los sistemas de espionaje español y francés obtenían importantes informaciones sobre problemas internos en las colonias inglesas de Norteamérica. Al estallar el conflicto en 1776, el ministro español José de Gálvez ordenó al Marqués de la Torre, gobernador de Cuba, que creara una red de agentes en los puntos fundamentales de contacto en esas tierras9 , y pocas semanas después Luciano Herrera se encontraba en Jamaica, el coronel francés Antonio de Raffelin se establecía en Haití, Eligio de la Puente, que era cuñado de Miralles, en la Florida, con el propósito de rebelar a los indios del territorio contra la dominación inglesa, y Juan Miralles se encargó de la misión más importante: establecerse en las Trece Colonias insurrectas, establecer relaciones con el Congreso Continental, y con el propio George Washington, concertando un plan de operaciones para reconquistar la Florida y acordar la forma y tipos de ayuda que se daría a los insurrectos norteamericanos. Por su parte, el ministro José de Gálvez enviaba a Miguel Eduardo con una misión diplomática, para estudiar los pormenores del conflicto y aconsejar la conveniencia o no de una guerra con Gran Bretaña.

En 1776 Miralles estaba instalado en Filadelfia, de acuerdo con el ministro francés Gerard, e hizo contacto con los insurrectos, tropezando con el obstáculo de que el Congreso Continental quería la anexión de la Florida y los territorios del interior de Luisiana, lo que provocó algunas desavenencias, pero los norteamericanos decidieron enviar a John Jay a Madrid para que solicitara ayuda directa al rey, gestión que provocó fricciones entre España e Inglaterra10. España comunicó su neutralidad, pero los ingleses estaban inquietos ante ciertas demostraciones de amistad del Conde de Aranda a la causa de la independencia. Don Pedro Abarca de Bolea, Conde de Aranda, había sido Presidente del Consejo de Castilla y desde 1773 embajador de Carlos III en la corte francesa, y en esa época comunicó a Madrid que los franceses apoyaban la libertad de las Trece Colonias, gestionando el apoyo de España. Sus gestiones tuvieron éxito y el gobierno español envió al Conde cuatro millones de reales de vellón11 para suministros de guerra que llegarían a los insurrectos por la vía de Francia, a través de la ruta de las Bermudas...

Con los cuatro millones de reales de plata se compró el primer gran lote de armas entregado a las tropas de Washington: 216 cañones de bronce, 209 cureñas de artillería, 27 morteros, 29 afustes o armazones para morteros, 12,826 bombas, 51,134 balas, 300,000 libras de pólvora en pacas de 1,000 libras, 30,000 fusiles con sus bayonetas, 4,000 tiendas de campaña, 30,000 9 Morales Padrón, Francisco. Participación de España en la independencia política de los Estados Unidos. Publicaciones Españolas, Madrid, 1952, p. 13 10 Ibídem (11) 11 Reales de plata con un valor de 68 maravedíes uniformes completos y una inmensa cantidad de plomo para fundir balas de fusil12. La colaboración no se limitó al material de guerra, porque los independentistas recibieron además, según un informe del Conde de Aranda, varias embarcaciones de guerra y la importante cantidad de £2,000,000 (libras esterlinas) para los gastos de campaña13 .

 Estas acciones de España respondía al conflicto tradicional entre las potencias católicas, España y Francia, y la anglicana Inglaterra. Aranda quería acabar con Inglaterra a cualquier precio14, pero en el primer momento la política de Madrid era ayudar a Washington sin comprometerse de lleno en el conflicto.

Armas, municiones, plomo, mosquetes, artillería, suministros, otros materiales de guerra, dinero, una red de servicio secreto formada por comerciantes cubanos, tropas de España y sus colonias, embarcaciones de la Real Armada, eran parte importante de la ayuda de España a Washington. Además, las tropas españolas, cubanas y otras del imperio iberoamericano participaron en numerosos combates en el sur de los Estados Unidos y en el Mar de las Antillas, levantaron a los indios amigos de España en el sur convirtiendo una extensa zona de operaciones en un avispero contrario a los británicos, atrajeron sobre sí agrupaciones de tropas enemigas que no pudieron accionar sobre el Ejército Continental de Washington, repararon y abastecieron las embarcaciones de la marina americana en el Real Astillero de La Habana, cerraron los accesos del Mississippi y de la costa del golfo de México a los ingleses, tomaron las Bahamas y, finalmente, cuando el Ejército Continental desfallecía frente a Yorktown, 1 millón de libras tornesas de La Habana, capaces de pagar los gastos del sitio durante varios meses, garantizaron la victoria de las armas de Washington.

La ayuda de Cuba

Pero las motivaciones de los ricos comerciantes de Cuba eran distintas a las de la metrópolis española. En primer lugar, por una cuestión de honor, todos los cubanos querían lavar la afrenta de la toma de La Habana por los ingleses en 1762, en segundo lugar, los vínculos e intereses comunes de los comerciantes habaneros y norteamericanos y la vinculación económica de los productores azucareros de Cuba con el mercado norteamericano habían creado fuertes sentimientos de simpatía entre La Habana y los territorios más vinculados a ella, como Luisiana y las Floridas, y las Trece Colonias. Esta simpatía y los intereses comunes llegaban a tal extremo que los regimientos y batallones de Cuba estaban dispuestos a intervenir militarmente en el conflicto a favor de los norteamericanos. 12 Morales Padrón, Francisco. Participación de España en la independencia política de los Estados Unidos. Publicaciones Españolas, Madrid, 1952, p. 15 13 Centro de Documentación Histórica de la Florida Colonial Hispana (CDHFCH). Florida, Fondo Independiente sobre la Guerra de Independencia de EEUU, Correspondencia de Estado siglo XVIII. Trasuntado de Archivo Histórico Nacional (AHN), E. 4072, Aranda a Grimaldi, París, 7 de septiembre de 1776 14 Cf. Conrotte, Manuel. La intervención de España en la independencia de los Estados Unidos, Madrid, 1920 

Muy pronto fue enviado un representante de los insurrectos, Arthur Lee, a gestionar ayuda con el gobernador de Luisiana, Luis de Unzaga y Amézaga, que desde 1740 había formado parte del estado mayor del Regimiento de Fijos de La Habana.

Luis de Unzaga, a su vez, solicitó del Capitán General de Cuba, Diego José Navarro,

que por cuantos medios sea posible envíe socorros de armas, municiones, ropa y quinina que piden los colonos (norteamericanos) y que se pasa el aviso reservado al gobernador de La Habana que va recibiendo por los correos mensuales armas y otros géneros para remitirlos al gobernador de la Luisiana, y que también le envíe el sobrante de pólvora que haya en La Habana de la fábrica de México, y el que hubiese de fusiles en La Habana15 . 
Por: Wikimedia

A partir de estas decisiones, el capitán General de Cuba pasó de las actividades de espionaje y diplomáticas a la ayuda directa a los rebeldes norteamericanos. Al mismo tiempo, Juan Miralles concretó con Robert Morris, quien estaba encargado de buscar dinero para gastos de guerra y suministros de ropas, alimentos y armas, la forma en que se daría el apoyo.

En 1777 y 1778, Cuba socorría a los rebeldes de tres formas. La primera por la vía de Luisiana, el Capitán General remitía a las tropas de Washington el material de guerra que llegaba de México, España y los arsenales habaneros. La segunda forma fue una línea clandestina de barcos establecida entre La Habana y Filadelfia por Miralles y Morris. Desde octubre de 1778, los bergantines y goletas Bucksking, Don Miralles, Stephen, San Antonio y Havana, comenzaron a transportar pertrechos bélicos para Washington. La tercera, fue el apoyo que dio Cuba a la escuadra de Carolina del Sur, al mando del comodoro insurrecto Alexander Guillon, que fue reparada, reartillada y abastecida en el Real Astillero de La Habana. Al mismo tiempo, Miralles ofreció garantías en los empréstitos hechos de las cajas cubanas para las Trece Colonias, financiando trabajos, compras y préstamos16, pero Miralles se dio cuenta de que una fuerte tendencia entre los independentistas norteamericanos se dirigía a la conquista de las Floridas para incorporarlas a la futura nación, y propuso que se organizara una operación para reconquistar la Florida desde La Habana.

Las operaciones de ayuda y colaboración con los rebeldes eran secretas, pero el gobernador inglés de Pensacola comenzó a recibir informaciones que trasladaba a Inglaterra. En España, la posible expansión de los rebeldes norteamericanos hacia la Florida y la Luisiana podía ser un peligro futuro, pero los partidarios de la guerra con Inglaterra impusieron su opinión desde abril de 1779 y se envió un ultimátum a Londres reconociendo de hecho la independencia de las Trece Colonias, exigiendo la paz, que las colonias fueran tratadas como un estado soberano, y que se reconociera el territorio ocupado por los rebeldes. Inglaterra no aceptó el ultimátum y Francia y España firmaron un pacto secreto para que ninguna de las dos naciones firmara la paz con los ingleses hasta que no reconocieran la independencia norteamericana. Muy pronto, e1 de junio de 1779, el 15 Morales Padrón, Francisco. Participación de España en la independencia política de los Estados Unidos. Publicaciones Españolas, Madrid, 1952, p. 17 16 Ibídem, p. 14 rey Carlos III dictó una Real Cédula autorizando a sus vasallos americanos para que hostigaran por mar y por tierra a la Gran Bretaña17 .

La noticia fue recibida en La Habana y en Cuba con gran alegría. Muy pronto se tomaría la revancha por los sucesos de 1762. La declaración de guerra fue pregonada en las plazas de La Habana y de todas las villas y ciudades de la Isla.

Las tropas cubanas estaban listas para entrar en acción.

Dr. Salvador Larrúa-Guedes Director del Centro de Documentación Histórica de la Florida Colonial en Florida Colonial Heritage, Inc. Académico de Número y Secretario de la AcademiaCubana de la Historia. Académico Correspondiente enMiami de la Real Academia Hispano-americana (RAHA). Académico-Colaborador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, filial de la RAE. Investigador Registrado en el Archivo General de Indias de Sevilla. Cinco títulos universitarios. Autor de 46 libros de Historia. Condecorado con la Cruz de Isabel la Católica, la Cruz de Caballero de Justicia de Fernando VI y la de Caballero Comendador de Número de la Orden Imperial Hispánica de Carlos V, y la Gran Cruz de Caballero de la Hermandad Nacional monárquica de España. Di plomas de Excelencia de la UNESCO y de la Academia de Ciencias de Puerto Rico. 27 Bernardo

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