Por: Leonora Acuña de
Marmolejo
La naturaleza nos trae cambios trascendentales en su eterno ciclo, y
entre ellos está el equinoccio, momento
del año en que el sol cruza la línea del Ecuador y en el que los días son
iguales a las noches. Este fenómeno tiene
también lugar en la primavera.
Con el equinoccio (ocurre
el 22 o 23 de septiembre) de otoño ocurrido el día 22 del mes de septiembre
próximo pasado, quizás un poco reacios a perder los cálidos días del estío,
hemos visto llegar otros más frescos de incierta temperatura, mas
preciosos, en los cuales el rojo, el
marrón y el amarillo, en todas sus gamas y en un derroche paulatino de color, tiñen las hojas que poco a poco y
silenciosamente van cayendo de las ramas
formando una alfombra de soberbios tintes cromáticos. Llegan también los
días en que los cielos exhiben ocasos de verdadera inspiración y ensueño
poéticos.
Más de una vez, he tenido
la oportunidad y el placer de visitar en otoño las admirables tierras de la
sección noreste de los Estados Unidos conocida como NUEVA INGLATERRA, y
podría decir casi sin exageración, que el otoño allí es el más bello de los
Estados Unidos, y que más que en otro sitio, “Madre Naturaleza” exhibe su
misteriosa exquisitez de policromía durante
esta estación, con esplendor de magnitud tal, que no podemos menos que dar
gracias a Dios por el privilegio de ver y de poder extasiarnos en tánta belleza
que parece no caberle a una en los ojos.
Tomar fotografías se
vuelve casi un imperante ejercicio, a pesar de que éstas nunca llegan a
reproducir exáctamente la magnífica y arrobadora sensación visual
experimentada, de admirables e imponentes paisajes teñidos del cromático color de los follajes
que contrastan con el sereno y perenne
verdor de los pinos, alternando con el
dorado y cimbreante vaivén de los trigales
y los apizarrados barrancos de piedra que bordean las colinas aledañas a
las carreteras.
Lo más corriente y lógico no sólo para los
nativos, sino también para los
inmigrantes que llegamos a residir o nos
hacemos ciudadanos de un país, es aculturarnos; integrarnos a este, interesándonos por sus más
significativos aspectos: geográfico, histórico, y político entre otros. Pues
bien: contemplar con cierto interés la faz de NUEVA INGLATERRA (que comprende
los Estados de Connecticut, Massachusetts, Vermont, New Hampshire, Maine, y
Rhode Island), es algo muy satisfactorio, ya que es considerada la “Cuna de la Vida
Norteamericana”.
Allí, en Nueva
Inglaterra, en el oriente de Massachusetts, los pilgrims, o peregrinos
provenientes de Inglaterra fundaron en 1.620 la colonia de Plymouth, donde hoy
se encuentra el pueblo del mismo nombre.
Se dice que los pilgrims llegaron a Plymouth Rock en ese mismo año, y que fue el lugar en donde pisaron por primera
vez a su llegada en el barco Mayflower. Todos aquellos que quisieron escapar de
la persecución religiosa que imperaba por aquellos años en Inglaterra,
encontraron en estas tierras de promisión, un nuevo edén que parecía no tener
fronteras por sus vastos bosques, su fértil suelo, la libertad religiosa, y
ante todo, la fundación de la democracia americana que aquí nacía por entonces.
Es de anotar que en la
idílica tierra de Massachusetts está localizada la isla Martha’s Vineyard,
famoso veraneadero y especialmente de grandes personalidades, no sólo de los
Estados Unidos sino también del mundo entero.
Las distintas costumbres
y características del pueblo yankee que jugaron un rol crucial en la fundación de la nueva nación, aún perduran en la vida de
los estadounidenses lo mismo que su literatura y su política. Cuando la
frontera se movía rápidamente hacia el oeste, Nueva Inglaterra conservó sus
costumbres, y su vida se desenvolvía alrededor de un fuerte y claro sentido de
comunidad. Las casas de reunión, las iglesias de congregación y los sitios
comunes al pueblo, primaron en la vida de las villas o pueblos. Bien fueran los
sitios escogidos para hacer decisions importantes sobre la comunidad, sobre
negocios de interés general como los de las granjas, o sólo para socializar,
estos lugares de reunión fueron respetables. En algunos sitios de Nueva
Inglaterra en donde la geografía de sus tierras, y el verdor de los campos ayudan a mantener la esencia agreste y
bucólica de sus villas, la serena y
relajante calma de sus habitantes aún parece
conservarse en su medio social
y ambiental; y a pesar de la aparente naturaleza reservada de ellos,
se descubre que guardan una sonrisa de atención y de
cordialidad para los visitantes, y puede observarse que se congratulan con
quienes manifiestan aprecio, admiración
y placer por sus fértiles tierras, su historia
y sus costumbres.
Allí entre las ciudades y
las villas de pescadores y pueblos enclavados entre las colinas, también se encuentra una riqueza literaria,
intelectual e histórica. Nueva Inglaterra ha sido la cuna de grandes
personalidades como Nathaniel Hawthorne,
novelista y cuentista; Henry Wadsworth Longfellow, poeta; Henry David Thoreau,
escritor; y el famoso poeta Robert Frost entre otros. Es relevante decir, que Nueva
Inglaterra ha sido la cuna de la democracia americana que ha dado a los Estados
Unidos, más políticos y hombres de estado que cualquier otra región.
Quienes visitan a Nueva
Inglaterra no sólo pueden disfrutar de famosas ciudades como Boston, o de
pueblos históricos como Salem, sino también de muchas actividades
agradables tales como la pesca y la
caza. También hay comodidades para las familias o los enamorados románticos que
pueden beneficiarse de servicios tales como Bed & Breakfast que proveen
algunas vetustas casonas a lo largo de
sus estrechas carreteras y al lado de los ríos o al pie de las colinas . Los
viajeros tienen la oportunidad de compartir y deleitarse en amenas charlas con
los granjeros y los residents de estos lugares; explorar los ricos graneros, o visitar las llamadas Red Barns (cabañas
rojas).
Los visitantes de Nueva
Inglaterra no sólo pueden regocijarse en la esplendidez de sus imponentes y
arrobadores paisajes, sino también en el
derroche con el que Madre Natura hace gala de su reino animal que como en una
serenata o en un concierto nos permite
escuchar las voces de los pájaros, la vacas,
los caballos, los patos, las ovejas, las cabras; y entre el verdor
vegetal pueden maravillarse observando por ejemplo, cómo las inquietas ardillas
miden con ágil astucia y sagacidad, la distancia que las separa de sus contendores en la
supervivencia, para dar el golpe de gracia en lucha por sus codiciadas
semillas y su alimento.
El excursionista también
puede ir de compras a lo largo de las
carreteras donde encuentra la más alta
selección de maderas y de los más primitivos y originales muebles, o visitar
las tiendas de admirables manuartes confeccionados con autóctonos productos locales (hojas, flores,
espigas, y sugestivos adornos
confeccionados con estos), que tienen el sello artístico de sus acuciosos,
creativos, y orgullosos habitantes, todo
lo cual añade otra dimensión muy interesante a una excursión por esas tierras.
Acampar a los lados de
los lagos , o simplemente solazarse en la imponente belleza agreste de sus
villas en medio del aire fresco y puro, nos deja un recuerdo inolvidable de los
placeres que brindan las tierras privilegiadas de NUEVA INGLATERRA.
Tratemos pues de conocerlas como parte del alma de América…
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