Yamira Rodríguez Marcano
Centro HIstórico de La Habana, Cuba, Cultura, Museo de la Música, Oficina del Historiador de La Habana
Cuando en 1904 Francisco Pons compra las casas de mampostería y tejas, Aguiar 2 y 4 y Habana 1, estas ya se encontraban en estado ruinoso. Eran casas sencillas, de una o dos plantas, levantadas en los terrenos inmediatos a las murallas y los fosos.
Estas tres casas que luego formarían el palacete de los Pérez de la Riva y Pons, mantuvieron por largo tiempo su función de vivienda, aunque los documentos de principios del siglo XX registren, sin precisar fecha, la existencia de una bodega y hasta una refinería de azúcar en la esquina que formaban dichas casas. En la Antigua Anotaduría de Hipotecas consta que en 1816 pertenecían a los hijos del Conde de Mopox y de Jaruco, Don Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas, y entre los herederos menores de las mencionadas casas, se hallaba María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, la célebre Condesa de Merlín.
Luego la finca sería vendida a Don Bonifacio González Larrinaga y heredada por su hijo Don Antonio González Larrinaga y Benítez en 1828. Don Antonio había sido Coronel de Milicias Disciplinadas de La Habana y se había casado con Doña Susana Benítez y Pérez, de quien no tuvo sucesión y fuera más tarde la fundadora del “Colegio del Santo Ángel”, precisamente en una de sus casas en Teniente Rey y San Ignacio en la Plaza Vieja. A la muerte de Don Antonio en 1840, la propiedad pasa a su hija Doña Francisca Valdés, nacida antes de su matrimonio con ella y no reconocida hasta unos años después en que hace uso del apellido paterno. Luego pasa a los hijos de ésta, quienes decidieron venderle, en 1904, las tres casas a Don Francisco Miguel Pons y Seguí, natural de Mahón, Islas Baleares, ciudadano americano, comerciante y propietario, vecino de la calle Cuba Nº 61, por el precio todas de $ 18 000. En enero de 1905, este mercader emprendedor, solicitó licencia a la Alcaldía Municipal para construir de nueva planta su casa de Aguiar y Habana. En junio de 1905 comenzaron las obras y concluyeron en mayo de 1907.
La casa, proyectada por el arquitecto Francisco Ramírez y Ovando, aparecía descrita de la siguiente forma en su nuevo asiento del Registro:
“Casa sin número situada en esta ciudad, construida de mampostería, cantería, ladrillos y cubierta de azotea, en el terreno que ocuparon las casas números 2 y 4 de la calle de Aguiar y número 1 de la de Habana. Se compone de planta baja, principal y varias habitaciones en el segundo piso, y se halla enclavada en la manzana formada por las calles de Habana, Aguiar, Peña Pobre y prolongación de la de Cárcel, o sea, el Parque de la Punta, Barrio del Santo Ángel, Distrito Judicial del Este, Registro de la Propiedad del Medio Día. Linda por su frente con la alineación de la calle de la Cárcel, por su lado derecho con la alineación de la calle de Aguiar, por su lado izquierdo con la alineación de la calle de la Habana, por su espalda o fondo con el eje medianero de las casas Aguiar No. 6 y Habana No. 3 y Mide 25m 75cm de frente, 22m 16cm y 15cm por su fondo, cuyas lineales dan una superficie total de 653m 20 cm2, o sea, la misma a que quedó reducida el paño de terreno ocupado por las antiguas casas Aguiar 2 y 4 y Habana 1, después de la alineación de calles a que se ha hecho referencia. Las paredes medianeras son de mampostería ordinaria, con cadenas de ladrillos distanciadas de metro en metro y han sido construidas de nuevo desde sus cimientos. No aparece gravada. Su valor lineal mil pesos en oro del cuño español.”
Queda claro, tanto por el análisis de la disposición original de sus espacios como por la dirección postal que exponen sus propietarios, que la familia habitó la planta alta, en tanto los bajos se dispusieron para la renta. El propio Francisco Pons, a pesar de su conformidad con la alineación propuesta por el Ayuntamiento, agregaba “… que por habérsele obligado a hacer el portal dejó de construir habitaciones que podría haber utilizado con ventajas en el valor de la finca” .
Francisco Pons muere en Boston, Estados Unidos, en 1912, dejando la residencia en manos de su viuda Rosa Vidal, su única hija Catalina y sus nietos Francisco y Catalina Pérez de la Riva y Pons, a quienes lega la nuda propiedad del inmueble hasta su mayoría de edad. Este comerciante menorquín, de ciudadanía norteamericana, llegó a poseer una fortuna considerable que le permitió invertir dentro y fuera de Cuba, a donde había emigrado con ese afán en 1868.
El piso alto gozó de espacios mejores dispuestos y engalanados con respecto al inferior. Como la planta noble de la casa colonial cubana, la superior se concibió para uso por excelencia familiar con piezas bien definidas para cada función. Comunica al exterior por medio de una logia que ofrece extraordinarias visuales a la rada habanera, su canal y las fortificaciones que lo resguardan. Esta hermosa construcción sería la primera en esa especie de franja o cordón que bordeara la ciudad en el siglo XX y que luego se fue completando, y en efecto realzando, con la erección de edificios como el de la familia Velasco, San Miguel y el propio Palacio Presidencial .
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