Foto tomado de: Arte Poetica |
Por: Roberto Soto Santana
La habanera María Eugenia Caseiro, residente en
los EE.UU. y Colaboradora de la Academia Norteamericana
de la Lengua Española ,
es una autora de contrastado brillo, y consagrada y prolífica rendición de la
poetización, la narración y la recensión literaria en español. Su obra ya
cuenta con traducciones a varios idiomas, y ha sido galardonada en prestigiosos
certámenes discernidos en la
Argentina , México, Francia, Israel y el Reino Unido.
Destaca por el reiterado acierto su cultivo del
verso libre, aunque no tan desnudo como el de Juan Ramón Jiménez, sino más bien
evocadores de un Federico García Lorca en “Grito hacia Roma” o de un César
Vallejo en “Heraldos Negros”, y todavía más de una Alfonsina Storni en
“Historia Natural”.
La
dedicatoria postrema a la pintora mexicana Frida Kahlo –musa del muralista
Diego Rivera- que hace la autora en su más reciente poemario, “A Contraluz”
(Miami, 2016), acaso ofrezca la clave al estilo expositivo de su versificación,
ya que la vate coyoacanense en una ocasión escribió sobre sus representaciones
pictóricas que “Como mis temas han sido siempre
mis sensaciones, mis estados de ánimo y las reacciones profundas que la vida ha
producido en mí, yo lo he llevado objetivamente y plasmado en las figuras que
hago de mi misma, que es lo más sincero y real que he podido hacer para
expresar lo que yo he sentido dentro y fuera de mí misma.”.
Así,
si se lee sosegadamente cada una de las tres secciones de este volumen, se verifica
que el primer apartado agrupa poemas inspirados en las canciones cuya letra más
sugestiva se transcribe en el título de cada uno, que en el segundo apartado la
estrofa tomada del cancionero popular que encabeza cada declamación casa con
los sentimientos expresados en los versos que le siguen, que en el tercer apartado
los versos están anunciados por exergos, y que el conjunto del poemario exhibe
un ritmo que trasunta el despliegue del itinerario de un libreto de trama
romántica, cuyas letra y música avanzan perfectamente engarzados, sobre el
desgarro entre dolora y soleá de un corazón de mujer (así lo delata el género
de la dicente en la página 38) acá arrobado, allá rebosante, acullá penante.
Las imágenes de la tierra natal lejana también afloran, con todo su tipismo (véase
la página 16).
Pero
en todo momento se siente la fuerza emotiva de la escritora, que burila el
efluvio de su sensibilidad gracias a su dominio de un vocabulario plasticísimo,
rico en matices, que encandila y admira hasta cuando el pasaje resulta oscuro
–como lo es la estrofa en la página 15, excepto si se entiende la mención de un
destierro como una referencia al éxodo padecido por los cubanos que han
marchado al exterior de la
Isla-.
Enhorabuena merece por el nuevo fruto de su
inspiración esta creadora cuya vis poética recuerda el simbolismo
característico de la obra de Mariano Brull (por ejemplo, el de su poema
“Epitafio de la Rosa ”).
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