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sábado, 15 de abril de 2017

EL MÁS CUMBANCHERO DE LOS ORISHAS

Tomada de: La Jiribilla

Este cuatro de diciembre, como otros tantos en la historia de Cuba, La Habana vibra con el toque de los tambores, acompañantes de danzarines que con sus cuerpos y gargantas realizan, con voluptuosidad y fuerza, sus ebbó para Changó, el más cumbanchero de los orishas.

Paquita Armas Fonseca| La Habana
 

S/T2001. Manuel Mendive

Sobre los hombros musculosos de príncipes negros destronados hizo su primer viaje. Mientras su cuerpo bailaba de manera voluptuosa, sus ojos buscaban el rayo que no quería acudir a su invocación. Ya se las vería con él, para eso era su amo, como también gobernaba al trueno. Changó no podía suponer que años después, el más viril de los orishas tendría que trasmutarse en una mujer (Santa Bárbara) para poder sobrevivir, pero para eso faltaba tiempo. Solo sabía que hombres blancos con lanzarrayos pequeños, habían conjurado la fuerza de los guerreros en los que él se asentaba desde la primera noche de la historia humana. Y también doblegaron a los hijos de Oggún, Obbatalá, Orula, Ochún, Yemayá y todas las deidades de su familia yoruba.

Hijo de Yemayá con Aggayú, el dueño del río, fue despreciado por su madre. Por eso Obbatalá lo crió y como lo reconoció en rol de hijo le colocó un collar blanco y rojo. Muchachón revoltoso, Changó fue expulsado del Congo por la Madre de Agua Kalunga. Tomó su tablero, su castillo y su pilón, todo lo que tenía al bajar del cielo, y comenzó su camino de desterrado. A Orula, hombre de respeto, le regaló el tablero.

Con caracoles y coco adivinaba además de cantar, fiestar y fajarse. Obba fue su mujer por casamiento, pero tenía de amantes a Oyá y Ochún. Y como la primera era mujer de Oggún, se desató una guerra entre los dos hombres. Una vez tuvo que esconderse en casa de Oyá y de ahí Changó salió disfrazado con las trenzas que Oyá se cortó. Sus enemigos pensaron que era una mujer.

Changó peleaba sin armas y por ello su padrino, Osain, le preparó un sortilegio que le permitía echar candela por la boca. Esa es la razón por la que cuando se oye tronar se dice que es Changó de rumba en el cielo.

Esta, en síntesis es la leyenda (o pattakí) de Changó el orisha que representa el mayor número de virtudes e imperfecciones: es trabajador, valiente, buen amigo, adivino y curandero al mismo tiempo que mentiroso, mujeriego, pendenciero, jactancioso y jugador.

Con sus hermanos, amantes, madre, padre, primos y todos los santos que conforman el Panteón Yorubá, Changó realizó una emigración forzosa de África a América, y tuvo un receptáculo especial en Cuba.

En la Isla cantó, lloró, bailó con los esclavos y esclavas que le adoraban de forma oculta. A otros "orishas", los del catolicismo, tenían que venerar y así Changó que un día salvó la vida disfrazado de mujer, fue Santa Bárbara. Por todo el tiempo que duró la esclavitud e, incluso, durante buena parte de la era republicana, el hombre jacarandoso se ocultó en la saya de una mujer, que según la leyenda fue degollada, luego de que su padre, un bárbaro, la entregara a los tribunales por ser cristiana.

Lo cierto es que tanto con Changó, como con el resto de los orishas, existen aún toneladas de prejuicios. Su origen africano lo hace a los ojos "civilizados" un ejemplo de barbarie y marginalidad.

Pero fueron "los civilizados conquistadores" los que convirtieron a reyes y príncipes africanos en esclavos, para ser tratados como animales en una tierra lejana y ajena a la suya. Con el poder de la pólvora pretendieron enterrar aquellos ritos extraños y salvajes con los que negros y negras se comunicaban con sus dioses.

Una cultura milenaria, sin embargo, no puede ser arrasada, y los cantos se dijeron bajito primero, más alto después, para que los jóvenes, niños y niñas los aprendieran. Y también conocieron las formas de adivinar, las yerbas buenas en la curación, los colores y bailes que lleva cada orisha. A la par, no pocos "amos civilizados" comenzaron a utilizar "la brujería" de sus esclavos y esclavas, claro que a escondidas porque otros "blancos" no podrían conocer que ellos "caminaban", como se dice de quien conoce o practica la santería.

Así, en un tortuoso y complejo proceso, se fraguó la sincretización. Hoy no existe persona culta que pueda negar la enorme influencia de lo yoruba en la cultura cubana. Porque si de espinela se vistió la nación caribeña también lo hizo con el rojo y blanco de Changó, el azul de Yemayá o el amarillo de Ochún.

Decenas de palabras provenientes de lo africano se incorporaron al habla cotidiana, mientras la música cubana es la mejor síntesis de los ingredientes europeos y africanos. Y si por décadas se practicó la santería de manera oculta, hoy los blancos, junto a los negros, y por supuesto, mulatos, convergen en los ritos que a las diferentes deidades les hacen sus hijos e hijas.

Este cuatro de diciembre, como otros tantos en la historia de Cuba, La Habana vibra con el toque de los tambores, acompañantes de danzarines que con sus cuerpos y gargantas realizan, con voluptuosidad y fuerza, sus ebbó para Changó, el más cumbanchero de los orishas.

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