Mario Llossas y
Baldesogo (Cuba)
Nueva York, la llamada
“Capital del Mundo,” tiene, como otra ciudad cualquiera, sus características
especiales: Miguel de Unamuno, la identificó como “Una Selva de Asfalto” (tal
vez por la desconfianza y el miedo); otros, por los heterogéneos grupos
étnicos, la han nombrado “La
Babel de Hierro”… Como sabemos, Babel, quiere decir
confusión; no sé a qué paralelismo se refirieron cuando mencionaron parte de la
cita bíblica. Aunque en horas de la medianoche se reducen notablemente las
actividades, se puede afirmar que el ritmo en las operaciones laborales y
algunos tipos de negocios no se detienen nunca, dando la impresión de que los
habitantes de esta inquieta urbe no duermen.
Cuando hablamos de
Nueva York, pensamos en Manhattan, la isla que fue adquirida de los indios por
el equivalente de 24 dólares y que es hoy el nervio vital de la Nación por su Lonja de
Comercio, mejor mercado de trabajo y otros justificados sitios de atracción
turística. A Manhattan, por ser una
isla, únicamente arribamos a ella por debajo de la tierra (túneles y trenes),
por distintos puentes o por el aire, a través de un servicio de
helicópteros. También hay un funicular o
monorraíl aéreo que transporta pasajeros desde la calle 59 a la Isla Roosevelt y
viceversa. Algunas personas catalogan a
determinadas zonas como las de más delincuencia; pero, en honor a la verdad, en
cualquier sección del área metropolitana neoyorquina suceden, en mayor o menor
grado, los mismos delitos.
La verdad escueta es
que a la fabulosa ciudad de Nueva York no le domina el miedo ni la
desconfianza. En sus múltiples
edificios, que le han ganado el calificativo de “La Ciudad de los Rascacielos”,
se albergan universidades, hospitales, museos, etc., etc. En Nueva York hay oportunidades para todas
las personas con aspiraciones de progresar en su vida, existiendo los medios
para ser feliz y obtener la meta anhelada. Cada cual encuentra lo que busca, y
el futuro depende, exclusivamente, de la proyección de cada ciudadano. Para fijar el concepto de la idea, le diré,
en sentido figurado, que es lo mismo que si usted fuera a un aeropuerto,
dispuesto a viajar, con entera libertad, el lugar al que usted arribara no
sería la culpa del piloto del avión, ni de la compañía aérea, seria de usted la
culpa, porque usted eligió la ruta y su destino…
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