Los primeros tranvias en Cuba |
por Zilia L. Laje
Los tranvías de la compañía Havana Electric Railway
tenían una línea que llevaba de Paseo y Zapata en el Vedado a Industria en el
centro de La Habana, creo que el I-4, Marianao - Parque Central.
Recuerdo que por la calzada de Carlos III por unos 1,600 metros de Infanta a
Belascoaín, los tramos de alrededor de unos 100 metros en cada cuadra entre las
calles traviesas estaban aislados de las dos vías de tránsito motorizado por
unas rejas de hierro a cada lado. En las intersecciones las calles pavimentadas,
San Francisco, Lucerna, las atravesaban y en cada esquina los raíles estaban
enterrados en el asfalto, pero en los tramos de las cuadras entre las calles
los raíles descansaban sobre troncos de madera en la tierra, como en los
ferrocarriles inter-urbanos, y a ambos lados crecían algunos arbustos entre las
líneas y las rejas. En otras calles de la ciudad los raíles de los tranvías
estaban incrustados entre adoquines por el centro.
Calculo que probablemente no deba haber viajado en
esos tranvías desde que tendría como alrededor de unos diez años. Quedaban en
esa calle la Escuela de Odontología, el Jardín Botánico de la Escuela de
Ingeniería Agrónoma en la Quinta de los Molinos, el Hospital de Emergencias
Freyre Andrade, el Instituto del Niño, y mas tarde la Compañía de Electricidad,
el Mercado, el Centro Nacional Masónico. Cuando visité La Habana en febrero de
1955 habían ya comenzado a sustituir los tranvías por los Autobuses Modernos y
para marzo de 1957 encontré que habían desaparecido ya completamente. La
memoria es sorprendente. Hace poco tiempo soñé con esa línea de tranvías y veía
vívida-, detalladamente, los extremos de los troncos de madera sobre la tierra
entre la hierba en las esquinas, a los que no hubiera pensado haberle prestado
atención entonces.
El tranvía en La Habana es una de las cosas que mejor recuerdo de mi niñez. Vivía entonces en Santos Suárez y no solo lo montaba con mi familia, pero también para dar paseos de ida y vuelta alrededor de La Habana. Es muy grato leer artículos como éste de Zilia Laje y recrear esos viajes por Carlos III y otros lugares.
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