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jueves, 1 de agosto de 2013

CONVERSANDO CON DIOS


Blanca M. Segarra (Cuba)

  Dios mío, siento un agrio sabor a despedida por la que nunca estará lejos de mí, que me hace sentir paz si pienso en ella y creo enloquecer al verme aquí. He de proseguir este camino hasta que tú lo mandes, porque te hice renuncia a mi albedrío, si quisieras llevarme de tu mano hasta el día que pueda ser feliz, volviendo a ver a la que está a tu lado en tu eterno vivir.
  Señor, sabes que tengo prisa de verla nuevamente, jugar con sus cabellos, sentirla junto a mi plácidamente, volver a oír su voz tan parecida a la mía que el novio no sabía cuál era de las dos.
  ¿Padre, será prudente que sepa que la extraño? No quiero hacerle daño, quiere que esté contenta. Sabes que no es protesta porque te la llevaste tan aprisa, tú siempre sabes el por qué de las cosas.
  Gracias, me diste una hija tan hermosa, sólo su corazón superaba en belleza a su expresión, era igual a una cascada constantemente prodigándose, como si quisiera calmar la sed y limpiar las heridas de todos en la tierra. Señor, si a su recuerdo llorando alguien se aferra, ofrécele consuelo, yo no puedo, se pierden las palabras de mi mente a mi boca, pero si Tú le tocas el alma al que esté triste, sabrá por qué quisiste tenerla allá en el cielo.
  Dios, no es que quiera mandar en tu casa, si te he dado las llaves de la mía, pero te pido otro favor para sentirme bien, ya sé que no soy quien para pedirte tanto, pero tu sabes que mi llanto navega por mis venas porque no quiero que mis penas enturbien su descanso, quiero que a mi Tanita le des tus angelitos, tu sabes, mi hijita los adora y yo deseo que ahora también esté feliz, que no sepa que aquí sufrimos con su ausencia, si te pregunta dile que su esencia se ha quedado impregnada en el jardín.
  Cuídala mucho, Padre, ya sabes cómo es de descuidada, mas también  te consta que no hay otra tan buena como ella, que no será una diosa ni una estrella pero casi es un Hada y déjale que roce con su luz a todos los que la amamos mucho, te diré que la escucho etérea por la casa y si a mi lado pasa como si fuera brisa, sin poder evitarlo me arranca una sonrisa.
  ¿Señor, será pecado, ayer, hoy y por siempre, quererla más que a todos los humanos?

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