Blanca M. Segarra (Cuba)
Dios mío, siento un agrio sabor a despedida
por la que nunca estará lejos de mí, que me hace sentir paz si pienso en ella y
creo enloquecer al verme aquí. He de proseguir este camino hasta que tú lo
mandes, porque te hice renuncia a mi albedrío, si quisieras llevarme de tu mano
hasta el día que pueda ser feliz, volviendo a ver a la que está a tu lado en tu
eterno vivir.
Señor, sabes que tengo prisa de verla
nuevamente, jugar con sus cabellos, sentirla junto a mi plácidamente, volver a
oír su voz tan parecida a la mía que el novio no sabía cuál era de las dos.
¿Padre, será prudente que sepa que la
extraño? No quiero hacerle daño, quiere que esté contenta. Sabes que no es
protesta porque te la llevaste tan aprisa, tú siempre sabes el por qué de las
cosas.
Gracias, me diste una hija tan hermosa, sólo
su corazón superaba en belleza a su expresión, era igual a una cascada
constantemente prodigándose, como si quisiera calmar la sed y limpiar las
heridas de todos en la tierra. Señor, si a su recuerdo llorando alguien se
aferra, ofrécele consuelo, yo no puedo, se pierden las palabras de mi mente a
mi boca, pero si Tú le tocas el alma al que esté triste, sabrá por qué quisiste
tenerla allá en el cielo.
Dios, no es que quiera mandar en tu casa, si
te he dado las llaves de la mía, pero te pido otro favor para sentirme bien, ya
sé que no soy quien para pedirte tanto, pero tu sabes que mi llanto navega por
mis venas porque no quiero que mis penas enturbien su descanso, quiero que a mi
Tanita le des tus angelitos, tu sabes, mi hijita los adora y yo deseo que ahora
también esté feliz, que no sepa que aquí sufrimos con su ausencia, si te
pregunta dile que su esencia se ha quedado impregnada en el jardín.
Cuídala mucho, Padre, ya sabes cómo es de
descuidada, mas también te consta que no
hay otra tan buena como ella, que no será una diosa ni una estrella pero casi
es un Hada y déjale que roce con su luz a todos los que la amamos mucho, te
diré que la escucho etérea por la casa y si a mi lado pasa como si fuera brisa,
sin poder evitarlo me arranca una sonrisa.
¿Señor, será pecado, ayer, hoy y por siempre,
quererla más que a todos los humanos?
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