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jueves, 15 de agosto de 2013

EL CABALLERO DE PARÍS

René León

    
El Caballero de París era un hombre que caminaba por las calles de La Habana, vestido con su capa negra, su pelo largo, debajo de sus brazos, una cartera llena de papeles donde él decía que estaban los documentos de su linaje. Registrando en mi archivo he encontrado algunas informaciones sobre él, que voy a traerles a los lectores.
    Algunos autores que escribían sobre los personajes y costumbres del ayer, llevaron a sus artículos la figura siempre interesante de El Caballero de París. Según ellos se llamaba José López Lludini, y nació en Fonsagrada, Lugo, España. en 1899. Todos estos datos se pudieron conseguir por una hermana suya. Llegó a La Habana con tres hermanos más, en el barco alemán “Princesa de Cecilia”, en mayo de 1920. José (al pasar los años conocido por El Caballero de París), Antonio, Amancio e Inocencia, mandados a buscar por un pariente.
    Al llegar a La Habana, José empieza a trabajar en hoteles, entre ellos ‘Telégraph”. “Sevilla” y “Manhattan”. más tarde en el restaurante “Las Tullerías” de Monserrate y Obrapía. Según aquéllos que han escrito sobre él, dicen que se enamora apasionadamente de la hija de un médico, el nombre de la amada, Mercedes, a la que él llamaba Merceditas. Los padres de ella se oponen al noviazgo por la diferencia de clase. Ella era la hija de un médico conocido, y él un simple empleado. Era un hombre trabajador. Al fin, cuenta la historia, pudo más el amor, y los jóvenes se veían con permiso de los padres de ella. Eran felices.
    Mercedes se enferma, su padre la atendía, pero al ver que la enfermedad era más peligrosa de lo que al principio pensó, consulta con otros médicos. José la iba a ver los días que le permitía el trabajo. Al saber lo delicada que se encontraba, se llenó de temor. El trataba de ahorrar hasta el último centavo de su dinero para el matrimonio. Al ser llevada a una clínica, los pocos días que vivió, él no dejaba de ir a verla. Se quedaba en los pasillos, o debajo de los árboles de la entrada, rezando por su curación. La madre lo deja pasar cuando ya se esperaba que muriera, y abrazado a ella le juró amor eterno. Promesa que cumple hasta sus últimos días.
La muerte de ella lo afectó en su manera de vivir, se vuelve un hombre descuidado, pierde el trabajo. Empieza en su largo peregrinar por las calles de La Habana. A nadie molestaba, a nadie le pedía nada. Su mente se fue perdiendo, y sólo el recuerdo de su amada se mantenía firme en él.
    Nadie lo molestaba en su recorrido por las calles de la ciudad, con su carpeta llena de papeles, vestido con una capa negra, su larga melena, y se declaró ‘Rey del Mundo”, de su mundo, y proclamó que “el mundo estaba a sus pies”. Los periodistas y costumbristas tejieron sobre su persona un mundo de fantasía y leyenda.
    Vino la revolución castrista y lo llevaron para un asilo, le cambiaron la ropa, pero no su personalidad. Fue siempre su majestad el “Rey del Mundo”.
    Recuerdo que una vez en la casa de mis padres en la Avenida de Carlos III, mi madre tenía unos rosales, y un día toca a la puerta de la casa, y le dice a ella, si le podía dar unas rosas para su novia, mi madre le cortó varias y se las envolvió en un periódico, y muy gentil le dijo “gracias” y se fue.
    Una amiga mía, la profesora Martha Henderson, me cuenta que siendo ella alumna de la Escuela de Kindergarten de La Habana (1949-1952), vivía en el Reparto La Sierra, y un día El Caballero de París se paró frente al jardín de la casa, le hizo una reverencia. y le dijo: —distinguida joven, ¿tendría usted la cortesía de ofrecerme una rosa?
    —Le corté dos y se las di; él las besó e hizo una reverencia, dando las gracias usando un lenguaje florido.
    Cuando deambulaba por las calles de aquella Habana, acogedora y romántica, cada vez que se encontraba con alguna joven que le recordaba a su Merceditas, la seguía y le preguntaba su nombre y le hablaba del amor perdido.
    En el muro del Malecón se le veía muchas veces contemplando el mar azul durante mucho tiempo, quizás, pensando que allá en lo infinito estaba su tierra natal, Lugo. Otras veces se le veía en el cementerio de Colón, donde se encontraba la tumba de su amada. Se pasaba las horas sentado, las lágrimas corrían por sus mejillas.
    Muere en el mes de julio de 1985. Pasaba de 85 años, se fue a reunir con su amada Merceditas.
    Estos versos son para aquel Caballero Caminante, que llevó el recuerdo de su amada a través de los años y quizás, al momento de su muerte, su último pensamiento fue para ella:

‘Hace años que te fuiste de mi lado,
tu recuerdo lo he tenido presente
a través del tiempo y la distancia
y al fin hoy me voy a reunir contigo

para no separarnos jamás”.

5 comentarios:

  1. René me encantó mucho lo que cuentas sobre "El Caballero de París" simpre me llamó la atención su figura. Me parecíarara, pero al mismo tiempo romántica. Ahora veo la triste historia que en realidad llenó su vida. Me hubiera gustado hablar con él. Su imagen está verdaderamente asociada a la Habana que conocimos.

    Dra Herminia Ibaceta
    Gainesville, Fl.

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  2. Rene:
    Saludos.
    Hace 50 años en julio que salimos de Cuba mis padres, hermanos y yo rumbo a Madrid, donde pasamos 3 meses esperando recibir la residencia de los EE.UU. que logramos arribando a Nueva York el 31 de octubre de 1963.
    Una de las memorias más vividas de mi infancia (tenía 13 años cuando dejamos a Cuba) es la que tengo de estar caminando por una de las calles de la Habana con mi mama, y ver venir en nuestra dirección a un hombre todo vestido de negro, barbudo (esto sucedió antes del 1 de enero de 1959) y con el pelo largo y desgreñado. Mi mama parece que noto mi preocupación por la persona que se nos acercaba, y me dijo: "No le tengas miedo, Joaquinito, que es el Caballero de Paris. Una persona muy cortes que nunca le ha hecho daño a nadie." Cuando llego a nuestro lado, después de observarnos con interés, el Caballero le dijo a mi mama: "Gracias, señora, por sus palabras. Dios los bendiga."
    En el exilio he conocido quien era este personaje tan singular de nuestra capital, así como otros coterráneos como La Marquesa.
    Gracias por ese artículo sobre el Caballero de Paris, así como por la publicación de Pensamiento.
    Un abrazo Joaquin Suerio - Miami, FL

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  3. Conoci a el Caballero de Pari. Yo vivia en Neptuno y pasaba casi todos los dias por nuestra casa, y desde el balcon de la casa de mis padres lo veia pasar, siempre con su capa negra. No molestaba a nadie, y si hablaba con una persona, siempre demostraba educacion. Me lo encontre una vez en Belascoain y San Rafael, iba con mi abuela, y la saludo a ella, le dijo "buenos tardes, dona Blanca" pues ya la conocia de antes. Y seguimos caminando. Nunca molestaba a nadie. Algunas veces se sentaba frente a la Casa de Beneficencia por horas. Como extrano a mi Cuba, pero la de antes, la de ahora no sirve, no tiene valores humanos.

    Esther Sanchez
    Hialeah, Fla.

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  4. Este articulo me trae recuerdos de mi Habana, la del ayer feliz y alegre. El Caballero no molestaba a ninguna persona, era siempre muy educado. Si estaba loco como decian, su locura era apasible. Fue un personaje educado. Por eso lo extrano, despues de el no ha quedado nada que valga la pena.

    Horistela Nunez
    Miami,

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  5. Querido Rene: GRACIAS!
    Como siempre, PENSAMIENTO es una revista de gran aporte a nuestra cultura!
    Me fascino su escrito sobre El Caballero de Paris, pues es una historia muy tipica que siempre me ha intrigado muchisimo. He leido algunas narraciones de otros autores, mas pienso que esta es la mas documentada.
    Tambien me encantaron los relatos PAISAJE, ARTE Y ORACION; y Hospital Hijos de Galicia.
    Asimismo me gustaron muchisimo: tanto el escrito de nuestro querido Rowland "El Resurgimiento de los Tenores" por lo bien documentado, como los acertados comentarios de mi dilecta amiga Herminia D. ibaceta, sobre el admirable poemario "Al ARRIMO DE MI OTERO de la autoria de nuestra inolvidable Eliana Onetti (q.e.p.d.).
    Le agradecezco infinitamente la publicacion de la maravillosa resena que sobre mi mas reciente libro "Horas Iluminadas" tuvo a bien escribir nuestro mutuo, querido y distinguido amigo Roberto Soto-Santana. Mis agradecimientos -por supuesto-, van extensivos a el.
    Reciba siempre mis parabienes por su noble, altruista, y desinteresado afan en pro de nuestras letras y nuestros valores culturales.
    Que Dios lo colme de bendiciones!
    Deseandole lo mejor de lo mejor, reciba un afectuoso "abrazo poetico".
    Click to play sound: Carnary Sings
    -Leonora Acuña de Marmolejo

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