Ponciano Blanco Couret ( †) Cuba
Quien haya entrado profundamente o simplemente leído la obra literaria de
Mercedes Matamoros habrá quedado
impresionado de la exquisita sensibilidad que de ella se desprende,
habrá aquilatado que su alma atormentada desde muy joven, estuvo siempre
preparada para recibir el verso en su expresión más sublime.
Nació Mercedes Matamoros en la ciudad
de Cienfuegos en 1858, en la provincia de Las Villas. Murió en el hospital de
Guanabacoa, en la provincia de La Habana, el 25 de agosto de 1906.
Huérfana de madre a los tres años,
fue llevada a La Habana por su familia donde muy joven aún comenzó a revelar su
talento literario en los artículos de costumbre que publicó bajo el seudónimo
de “Ofelia”. Era poseedora de una educación esmerada que le permitió a los 18
años iniciarse en el cultivo de la poesía con traducciones de “Melodías
Hebreas” de Lord Byron; “La Joven Cautiva” de Andrés Chenier; “El Alba” de
Longfello y los “Cantos y Baladas” de Tomás Moore.
Pero el infortunio se abatió muy
joven sobre ella; enloquecido su padre y arruinada la familia, tuvo que
trabajar para subsistir morando en una miserable casucha en Guanabacoa, donde
escribía silenciosamente poemas estremecidos por la angustia o de exaltada
sinceridad erótica.
A iniciativa del periodista Antonio
del Monte y prologadas por Aurelia Castillo de González, se publicó en 1892 una
edición de sus poesías para dedicar el producto de la venta a remediar los
apremios económicos de la autora.
Pasó el resto de sus días en
constante lucha con la adversidad. Pero esta tragedia de su vida, no la impulso
hacia el resentimiento, ni el escepticismo. Una de las constantes de su poesía
es la misericordia hacia el dolor ajeno. El tono general de su producción es
indudablemente romántico. En sus 24 sonetos del poema “El último amor de Safo”
donde revive el mito de la poetisa de Lesbos con natural quebranto de la
historia, da escape a sus mismas pasiones y se anticipa a la valiente desnudez
sensual que caracteriza gran parte de la lírica femenina de nuestro tiempo.
Casi la totalidad de su obra
poética está resumida en la colección antes citada y en el folleto prologado
por Manuel Márquez Sterling, donde se recoge “El último amor de Safo” y una
serie de sonetos de índole diversos. Mercedes Matamoros, a pesar del infortunio
que le deparo su destino y que amargó su existencia en los cortos años que le
toco vivir, supo sobreponerse y no permitió que su inspiración fuese nublada,
ni su mente desviada y ofrendó al Parnaso Cubano una producción de versos de
muy estimable valor, clara y vigorosa que enriquecido, junto a las poetisas de
su tiempo; la lírica de su amada patria.
A pesar del olvido en que hoy
permanece su nombre, Mercedes Matamoros brilla con luz refulgente y propia
entre todos los poetas cubanos que hayan pulsado la lira en cualquier tiempo.
Nota: Ponciano Blanco Couret, periodista, y escritor, murió en New Jersey.
Gran amigo y escritor.
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