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Maribell Sarate
Hace unos meses, una de mis estudiantes de la Escuela Secundaria
entró al salón de clases visiblemente alterada. No quería hablar de su problema
pero después me dejó saber que se había peleado con su novio quien al igual que
ella provenía de familia latina. Yo pensé que era algo sin importancia y le
dije que todo estaría bien. Días más tarde cuando le pedí que hiciera unas
actividades en el pizarrón, note que tenía moretones en los brazos. Al terminar
la clase le pedí que se quedara unos minutos más. Cuando le pregunté acerca de
los moretones en los brazos ella me dijo que se había caído y salió
apresuradamente.
Una semana más tarde durante el almuerzo ella
fue a buscarme, llevaba puestos unos lentes oscuros y el cabello suelto. Presa
de los nervios comenzó a llorar, se quitó los lentes y pude ver los hematomas
que tenía en la frente y el ojo izquierdo, que trataba de ocultar con el
cabello. Al principio no quería decirme nada pero después admitió que su novio
la golpeaba ya que era muy celoso y posesivo. Yo la abracé sin saber qué decir,
sentí mucha ira en el momento y le pregunté cómo era posible que permitiera este
maltrato. Le dije que estábamos en Estados Unidos, que en este país a las
mujeres las protege la ley contra relaciones dañinas, y la invité a que
buscáramos ayuda. Tristemente y para mi sorpresa ella me respondió: “No, señora,
yo no se lo voy a decir a nadie porque usted ya sabe que los latinos somos así,
siempre hemos sido así”.
Esa respuesta me horrorizó, tanto por el
conformismo de la muchacha, como por la verdad que estaba ante mis ojos. La
tradición “machista-patriarcal” de nuestros países nos había perseguido hasta
aquí, el “país de las maravillas”. Indudablemente hay tradiciones culturales
que se transmiten de generación tras generación, tales como el patriarcado y el
dominio masculino. La mujer latina siempre ha jugado el papel de la “buena
mujer”, que acepta la voluntad de su hombre con sumisión y obediencia.
Pero, ¿Qué hay detrás de ese velo de
perfección? Maltrato físico y psicológico, ignorancia y miedo.
Muchas de las mujeres latinas que vienen a
este país son ilegales, no hablan el idioma y dependen económicamente de sus
esposos. Estas mujeres están confinadas en sus casas ya que no tienen medios de
transporte y la barrera del lenguaje les impide la comunicación; por otra parte,
el temor de ser deportadas o de hacer
que toda la familia sea deportada por la policía les impide denunciar la
violencia doméstica.
Aunque estas mujeres lograran derribar las
barreras del lenguaje sería muy difícil que denunciaran a sus maridos, porque
la estructura familiar es un valor muy fuerte dentro de la cultura latina y
ellas saben que las soluciones ofrecidas por este país son radicales y
terminarían desintegrando su hogar: “La separación no garantiza la seguridad, enviando
a las mujeres a los refugios, poniendo a los hombres en prisión, o confiando a
los niños al sistema de tutela del gobierno. La desvinculación del hombre y la
mujer como un primer proceso de intervención o requisito para recibir los
servicios referidos a la violencia doméstica constituye una intervención
culturalmente inadecuada”.(www.dvalianza.org./Alianza Latina Nacional para
erradicar la violencia doméstica).
Esta cultura de la violencia ha sido
aceptada durante muchas generaciones y aprendida por las mujeres jóvenes, aun
por mi estudiante quien con tan sólo 17 años, legal y bilingüe, sufre las
consecuencias. El problema es más grave de lo que parece; debemos buscar
soluciones dentro de las comunidades latinas. Debemos aprender a desaprender
tradiciones culturales dañinas y a edificar la autoestima en nuestras jóvenes
al mismo tiempo que construimos puentes de comunicación con los hombres latinos
para que aprendan a reconocer a las mujeres como iguales y reconstruir sus
relaciones con base en el respeto por el otro. Si esta dinámica de amo-esclava
no se detiene, la sociedad latina en Estados Unidos se va a ver afectada ya que
muy pocas jóvenes podrán alcanzar una educación superior. “We have to empower our latinas: teach them how
to take responsability for their lives and how to overcome harmful cultural
traits…” (Empowering Latinas, Yasmin Davidds-Garrido. Penmarin Books,
2001 p.45)
Este círculo vicioso debe romperse con amor,
educación y diálogo. El cambio no ocurrirá hoy pero es posible que usted, amigo
lector, quiera dar el primer paso.
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