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jueves, 15 de agosto de 2013

El Resurgimiento de los Tenores


Rowland J. Bosch

  Sin compararlas mencionemos que hubo dos eras de grandes tenores. La primera antes de la Segunda Guerra Mundial. La segunda comenzó al terminarse ésta.
  Recordemos a D'Stefano, Bergonzi, Alfredo Kraus, Franco Corelli, Nicolas Gedda y posteriormente a Domingo, Pavarotti, Carreras, Araiza y otros. Unos están retirados, o han fallecido, como es caso de Mario del Mónaco. Otros se esfuerzan aún por mantenerse en popularidad y así brindar la belleza de sus facultades a un público ansioso ya de nuevos timbres hermosos.
  Desde hace muchos años la decadencia de voces varoniles, particularmente en el registro alto, ha preocupado  a los envueltos en las actividades del mundo operístico, así como a los fanáticos del arte en cuestión. Hasta el propio Metropolitan se ha visto en la necesidad de emplear a voces mediocres para cubrir papeles principales en sus presentaciones. Han sido, desde luego, voces educadas, profesionales y seguras en su cuerda pero no causan admiración en el público y aunque el auditorio aplaude por disciplina, rutina o educación, no estremecen el cuerpo ni hielan la sangre de los espectadores.
  No hay que desanimarse, recientemente han surgido cantantes prometedores. Ha habido un nuevo amanecer operístico. Son nuevas voces en el campo lírico, quizás algo frágiles y con fluctuaciones, pero ¿cuál de los grandes cantantes no las ha tenido en el transcurso de sus carreras artísticas? Desde Caruso hasta Gigli, Bjoerling o Corelli, tenemos innumerables    ejemplos   de   dificultades   vocales   y   artísticas.
   Los directores de las compañías operísticas se han dado cuenta de la importancia del gusto del público para la supervivencia del arte. Se sigue deseando escuchar las óperas de siempre como "Rigoletto", "Tosca", "Cav/Pag", "Turandot", "La Bohemia", "La Traviata"; el repertorio en fin de Puccini, Verdi, Bizet y otro compositores, salpicado siempre de algún verismo y algo de "Bel Canto" con Donizetti, Bellini y Rossini y no  la  imposición de  obras nuevas sin calidad, como si la época de los grandes compositores jamás hubiera existido. Ni tan siguiera las grandes obras traducidas al inglés han tenido éxito.
  Hoy escuchamos y vemos lo que siempre ha gustado aunque lo hagamos un sin número de veces. Ahí radica el triunfo. Éste no está en cambiar las obras, sino en presentar las mismas con diferentes artistas. El auditorio compara y trata de valorar a los nuevos talentos.
  En el grupo de nuevas voces tenemos a varios tenores que nos recuerdan a los cantantes de antaño. Marcello Giordani, nativo de Augusta, Sicilia. Hizo su debut en el Met, en el papel de Rodolfo en "La Bohemia" en 1995. Ha cantado como Alfredo en  "La Traviata". Tras dificultades con su voz en 1993, parece  ahora haber encontrado una posición cómoda en su propio registro. Esperamos no le ocurra como Giusseppe Giacomini, gran voz que nunca se supo emplear.
  El cantante debe como cosa primordial conocer su voz, su alcance, lo que puede hacer y lo que no debe hacer. "Yo tenía miedo de cantar hasta un "B-Flat", confiesa Giordani, quien es un tenor esencialmente lírico aunque su timbre tienda a lírico spinto. Ha cantado Alfredo Germont en "La Traviata", Pinkerton en "Madame Butterfly", "Werther", "Manon", en "Rigoletto", y en "Elixir de Amor". Además de cantante es un buen artista. Franco Zeffirelli lo ha respaldado con entusiasmo. "Estuvimos hablando por más de tres horas sobre el tercer acto de "La Traviata", dice refiriéndose al productor. "Los consejos de mi primer manager italiano le hicieron mucho daño a mi voz", se lamenta. "Lo único bueno que puedo decir de él es que por él conocí a mi esposa".
  Aunque Giordani tiene un sonido netamente italiano también  domina los "roles" franceses. El estilo francés le permite cantar de una manera  más refinada, con más expresión como en   "Los Hugonotes" y en "Werther". Rechaza la tentación de cantar papeles más pesados, más dramáticos como le sucedió a su coterráneo Giusseppe D'Stefano que destruyó su voz  al dedicarse a cantar como lírico spinto. "Yo no quiero perder mi timbre lírico" -afirma-. "Quizás dentro de seis o siete años el público me pida esos papeles, pero por ahora no quiero apresurarme", dice con decisión.
  Otro tenor que ha escalado la fama lo es el argentino Raúl Giménez. Nació en la pequeña ciudad argentina de Carlos Pellegrini, en 1951. Estudió canto en la Fundación del Teatro Colón en Buenos Aires. Debutó como Ernesto en "Don Pasquale". Ha cantado además "El Barbero de Sevilla", "Falstaff", "Orfeo" y  "La Cenerentola". Es un especialista en el repertorio "Bel Canto" sobre todo en Donizetti y en las arias de Mozart.
  Otro gran tenor es el canadiense Ben Heppner, nativo de la Columbia Británica. Hizo su debut en Estados Unidos en el Carnegie Hall en 1988, en La Scala en 1990, en el Metropolitan de Nueva York en "Die Meistersinger" y ha grabado para la RCA la opera "Turandot".
  El francés Roberto Alagna de quien se esperan grandes triunfos en su carrera artística. Kristjan Johannson de Reikiavik, en la fría Islandia quien es un verdadero lírico-spinto. Ha cantado "Cavalleria Rusticana" en el Met de Nueva York, aunque parece tener últimamente dificultades vocales. Richard Leech quien emplea magistralmente su media voz. Sergei Larin, nativo de Latvia. Hizo su debut como Cavaradossi en "Tosca" en 1994 en el Met y Richard Margison, de Victoria, Canadá, que es otro lírico-spinto muy prometedor. Debutó en el Met como Pinkerton "Butterfly"  y ha cantado distintos papeles: Manrico, Calaf y Radamés. Hay otros que mencionarlos prolongaría infinitamente este trabajo y esperamos que con el transcurso del tiempo estos cantantes y los que sin lugar a dudas han de aparecer, se  mantengan en el pináculo de su arte para beneplácito de los amantes de la ópera.


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