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jueves, 15 de noviembre de 2018

Antonio Alcalá Gonzalez

 Antonio Alcalá

  Tangerino de nacimiento, la personalidad de Antonio Alcalá quedó marcada por el origen familiar andaluz y su crianza hasta la edad adulta en el seno de la colonia española afincada en aquel territorio (bajo el nombre de Zona Internacional de Tánger y como resultado de la Conferencia de Algeciras de 24 de junio de 1925, condominio de España, Bélgica, EE.UU., Francia, Países Bajos, Italia, el Reino Unido y la Unión Soviética hasta su incorporación a Marruecos en 1956). 
  Tánger contaba con escuelas españolas, prensa y radio en lengua española, oficina española de correos y telégrafos, y moneda española en circulación. 
  Antonio Alcalá fue funcionario del Servicio Consular de España durante muchos años, durante los cuales comprendió, respetó y hasta apreció el conjunto de creencias y actitudes que conformaban la sociedad musulmana del entorno, aunque sin asimilarse a la misma. 
  Transterrado a España en 1967, sociológica y culturalmente fue el caso ejemplar del español que siempre fue y nunca dejó de ser. 
  En su dilatada estancia en esa ciudad norteafricana tan variopinta, Antonio Alcalá dejó, precisamente en su último libro (“Con mi caña de pensar junto al río de sentir”, publicado por la Editorial Calíope en 2005) sus memorias y vivencias personales en medio de la peculiar atmósfera cosmopolita de plaza de soberanía compartida entre varias Potencias europeas, tal como la percibían los españoles allí asentados, y que era vista desde el exterior –incluso desde la misma España- como una mezcla de exotismo y ensoñación. 
   Antonio Alcalá dejó igualmente una amplia y sólida obra poética. 
  Para quienes tuvieron el privilegio de acceder a su intimidad serán siempre inolvidables las veladas en su residencia de la población de Arroyomolinos (provincia de Madrid), en la que diseñó y mantuvo un amplio salón repleto de mobiliario, fotografías, pinturas y grabados, así como orfebrería, alfarería, vajilla y cacharrería, artesanía –como el típico sepsi o pipa de fumar- y la vestimenta tradicional de su querido y nativo Tánger -todo lo cual convivía perfectamente con su profundamente sentida españolidad-.

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