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jueves, 1 de noviembre de 2018

EL GIGANTE DE PIEDRA (Primera Parte)


Portada y contraportada René León


 Sobre el autor: 
Emilio J. León (†) (1924-1989) es uno de los muchos prisioneros políticos cubanos que forma parte de la llamada “Literatura del Presidio de Cuba”. Fue detenido el 9 de mayo de 1962, condenado a 20 años de Prisión. Paso 17 años y 6 meses en las cárceles de Cuba. Indultado el 13 de noviembre de 1979.
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  Edificaciones hay que llevan en sí desde el inicio de su construcción el sutil e imperceptible efluvio infernal o el aliento o espíritu de la época - de brutalidad y opresión­ - al que deben su alumbramiento por una casta determinada. 
  Ni aun el sahumerio a base de incienso, oraciones, el hisopo con agua bendita para santificarla por los Santos Varones representantes del cielo en la tierra, sirven de exorcismo para desarraigar de los inanimados bloques de piedra la perversidad incrustada en sus poros, ni ahuyentar los lamentos y ayes de dolor adheridos en cada grano de arena donde aquellas sientan, cuya argamasa fue amasada más con sangre que con agua. 
  La poderosa mole de gruesos muros, incontables túneles, fosos circundantes, sólidos barrotes de hierro, oscuras galeras, enhiestas garitas, torres y torretas, yergue su imponente y orgullosa figura en la boca del antiguo Puerto Carenas, sobre su margen izquierdo al entrar por el canal, bañando el agitado mar su pequeña playa y tratando de apaciguar con e l frescor los vientos alisios su incontenible y duradera cólera. 
  El Gigante de Piedra, sordo, ciego y mudo a todo clamor de súplica de la ciudad de San Cristóbal que le sirve de pe­destal, por siglos ha alimentado su voraz apetito con su po­blación - sin respeto a la cuna, privilegio, idea, clase ni fe - encerrando a miles en sus lóbregas e insalubres ergástulas y muchos otros, inocentes o supuestos culpables, han sido inmolados en sus fosos, recibiendo como ofrenda la sangre de sus víctimas con cuyo rojo líquido fue bautizado desde su nacimiento. 
  El adusto y pétreo vigilante adornado con frondosa cabellera de verdes pinos, obeso, largo y nervudo cuerpo, moteado a trecho con grama, helechos arborescentes, jagüeyes, almendros, escoba amarga, rabos de zorra y hierba de guinea, empotrado en su collado de políperos, deja ver por la abertura de sus troneras los terroríficos colmillos de fuego con hilera de poderosos dientes de hierro calibre treinta y cincuenta, muestra su indiferencia al canto alegre de las golondrinas, al estridente chillar de las gaviotas, al matutino y vespertino toque de la diana, al retumbar del cañonazo de las nueve de la noche y al tronar de los fusilados. 
  Indemne al deterioro del tiempo parece salvaguardar las riquezas, tranquilidad y libertad de los moradores de la ciu­dad de un hipotético ataque del enemigo. 
  En el transcurso de años gestando siglos fue mostrando su verdadera y diabólica naturaleza: Conculcador de la libertad, devorador de hombres, profanador del sosiego público e insaciable con el erario de la nación. 
  No siendo obra de Dios ni Lucifer, sino del hombre, la inmensa e insensible edificación sigue guardando en sus secretos laberintos a racimos de cubanos de distintas razas y en algunas ocasiones contadas mujeres, solazándose con el lento e implacable deterioro físico y con el espantoso sufrimiento espiritual de los mártires. 
  Enormes, feroces y asquerosas ratas color atabacado, acarician con sus patas, puntiagudo hocico y escamosa cola, de día y por la noche, el húmedo y maloliente cuerpo del Gigante. 
  Quien haya vivido dentro del monstruo conocerá sus entrañas y parte de su historia... 
  Cuenta la tradición que el ingeniero Antonelli constructor de El Morro, al subir un día al cerro de La Cabaña, dijo: "El que fuese dueño de esta loma, lo será de La Habana". 
  Ciento setenta años después, se cumplió esta profecía. En 1762, cuando la escuadra inglesa, atacó a la Habana, sus tropas tomaron posesión de dicha loma, colocaron sobre ésta sus baterías lo que facilitó su ataque a El Morro y diri­giendo también el fuego a la plaza y puerto, lograron la total rendición de la ciudad. 
  Recuperada la ciudad de La Habana por España, por el tratado de paz que firmó Inglaterra con el Rey Carlos III ordenó éste la ejecución de un Castillo sobre la loma de La Cabaña con prioridad a cualquier otra obra pública. 
  El día 4 de noviembre de 1763 se comenzó la construcción del Castillo de San Carlos de La Cabaña, por los ingenieros Abarca y Crámer, concluyéndose en 1774. 
  Con una extensión de más de setecientos metros de largo y erizado de poderosos y pesados cañones fundidos en Sevi­lla, que vomitaban esféricas balas de hierro llevaban (y aún conservan) sus nombres a relieve, menos uno, el Innominado.Vasta familia de cañones cuyos nombres completan un compendio de sabiduría y humor, de candor y grandeza: La Parca, Póndaro, Fracaso, Finca. La Atropos, Ganímedes, Frontispicio, Garzota. Herennio, Caudillo, Perpenna. Capitolino. Gaiogreco, Elveloso, La Hermosa, Fimbria. Cepionio y por último el más renegrido y famoso: Luperto, el que brama todos los días -desde siglos- a las nueve de la noche. En su culata aparece un emblema que reza: VIOLA­ TI FULMINA REGIO"(El que ofenda al Rey será fusilado). 
  La estratégica posición de El Castillo de la Cabaña, dominan­do la ciudad, el canal de entrada y la bahía, por un lado y el mar del norte por el otro, sus enlaces y cercanías con el Castillo de El Morro, su formidable armamento y sólida construcción hacían de esta fortaleza la más poderosa de la isla y la prime­ra de América en la época que fue edificada. 
  En un principio sus galeras, que se comunicaban todas entre sí, fueron utilizadas como dormitorio para la tropa que guarnecía la fortaleza o para alojar al retén como medi­da de precaución a un posible ataque del exterior o por sospechas o delación de un eventual desorden público de matiz político. 
  Con posterioridad en ellas fueron encerrados peligrosos delincuentes comunes, principalmente los conocidos por "Curros del Manglar", pertenecientes a la raza africana y criolla y a la cruzada del barrio de Jesús María, famosos por sus costumbres relajadas y por los asesinatos cometidos contra la población de entre y extramuros. Los curros tenían una fisonomía peculiar que los diferenciaba de los congéneres de su raza, largos mechones de pasas trenzadas cayéndoles sobre el rostro y el cuello a manera de grandes mancaperros, dientes cortados a la usanza carabalí, gruesas argo­llas de oro llevadas en las orejas de donde colgaban corazones y candados del mismo metal, calzones blancos casi siempre o de listado de colores, angostos por la cintura y anchísimos de piernas, se contoneaba al andar meneando los brazos adelante y atrás y utilizaban un raro y ridículo argot particular donde la ese (s) unida al inicio y final de cada pa­labra con una i intermedia era siseada con aguda tonalidad y algo difícil de entender. 
  Mucho después, durante las guerras de independencia contra la Metrópoli, esa fortaleza sirvió - a falta de hechos de armas gloriosas - de escenario para los fusilamientos y decapitaciones. Y sus galeras y calabozos fueron mudos testigos del hacinamiento y múltiples asesinatos de patriotas cubanos. 
  El 25 de agosto de 1871, después de ocho meses de prisión en los calabozos de La Cabaña y de inmensa angustia y tor­turas fue fusilado por los militares españoles Juan Clemente Zenea. 
  La poesía y la Patria, fueron sus grandes pasiones. Quién entre los cubanos no recuerda las estrofas cuyos versos hablan de... 

Mensajera peregrina,
que al pie de la bartolina 
revolando alegre estás. 
¿De do vienes, golondrina?
¿golondrina a dónde vas? 
Has venido a esta región 
en pos de sol y espumas 
y yo clamo en mi prisión 
por las nieves y las brumas 
del cielo de Septentrión. 
Bien quisiera contemplar 
lo que tú dejar quisiste, 
quisiera verme en la mar 
ver de nuevo el Norte triste 
ser golondrina y volar. 
Quisiera a mi hogar volver 
y allá según mi costumbre 
sin desdichas que temer 
verme al amor de la lumbre 
con mi niña y mi mujer. 

Si el dulce bien que perdí 
contigo manda un mensaje 
cuando tornes por aquí 
golondrina, sigue viaje 
y no te acuerdes de mí. 
Que si buscas peregrina 
do el ramaje un sauce inclina, 
ningún sauce encontrarás;
y yo diré:- Golondrina,
golondrina, ¿adónde vas? 
No busques volando inquieta 
mi tumba oscura y secreta. 
Golondrina, ¿no lo ves?. 
en la tumba del poeta 
no hay un sauce ni un ciprés. 

  Cuando en 1898 el membrudo brazo del mambí blandiera el terrible y filoso machete, marchó victorioso de uno a otro confín de la isla derrotando, por su tenacidad y heroísmo, a un ejército de más de 200.000 españoles al mando de los me­jores generales, las fuerzas patriotas consiguieron que Cuba dejara de ser una colonia de la Metrópoli, pero sin lograr la total soberanía del suelo patrio debido a la declaración de guerra de los Estados Unidos a España, que tras la victoria de aquellos, ocuparon Cuba. 
  Durante el período intervencionista, la fortaleza de La Cabaña continuó siendo un bastión militar, pero no una Cámara de torturas y crímenes.
  Al izarse el 20 de mayo de 1902 en la cúspide del Castillo de El Morro el pabellón de la estrella solitaria, el flamear histórico de sus llamativos colores proclamaba de hecho y por derecho que Cuba era ya una República libre, soberana e independiente. Toma posesión el primer gobierno constitucional de la incipiente nación republicana y El Gigante de Piedra permaneció sumido en su sueño de hambre. 
  Ya a partir de 1906 negros nubarrones comienzan por acumularse en el horizonte político nacional hasta convertirse en desbastadora tormenta en un futuro: Revuelta po­pular por causa de la reelección del Presidente, por cuyo motivo se lleva a cabo la segunda intervención-y ocupación de la isla por los Estados Unidos (1906-1909): elección del Presidente (varios) por el voto popular, (1910-1929): otra reelección del Presidente (1930), derrocamiento de su tira­nía (1933): movimiento militar de los Sargentos llamado "4 de Septiembre" (1933): Gobiernos Provisionales (1933- 1940): huelga general de los obreros (1935): asume la presidencia el General Batista (1940-44): gobierno del Partido Revolucionario Cubano (auténtico), el primero con sus lemas: "La cubanidad es amor", "Dulces para Todos" y "Las mujeres Mandan". y el segundo con la consigna "Concordia Nacional" (1944-1952): golpe militar del"10 de mar­zo", firma de los Estatutos (1952): creación de la Organización Auténtica, de matiz anti golpista (1952), asalto al cuartel Moncada lidereado por Fidel Castro (1953): se funda el Movimiento 26 de Julio (1955): desembarco de cubanos exiliados en el yate Granma (1956): ataque al Palacio Presi­dencial (1957): sublevación de oficiales y clases de la Marina de Guerra, en Cayo Loco. Cienfuegos (1957): asalto a pe­queñas guarniciones militares en el interior de la isla, liberación de poblados por algunas horas: fracaso de la ofensiva militar contra las guerrillas de la Sierra Maestra: se abre el frente de guerrillas en las lomas del Escambray, en Las Villas por las Organizaciones Auténticas. Sabotajes, aten­tados, descarrilamiento del tren blindado y toma de la Ciu­dad de Santa Clara por el 26 de Julio: repulsa general contra el régimen y finalmente, precipitada huida del ex general y Presidente de la República y derrumbe total del gobierno. Tanto desde 1906 como hasta diciembre de 1958, los go­biernos provisionales, como los constitucionales, mantuvieron la fortaleza de La Cabaña como unidad militar. Sus ga­leras, con intermitencias, continuaron utilizándose para alojar a la tropa, prisión militar o residencia transitoria para presos políticos.


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