Lola Benítez
Molina
Málaga
(España)
Tu mano, tu pensamiento y, cómo no, tu sensibilidad,
te hicieron llegar a los más altos reconocimientos y, elevaron tu nombre y
saber estar al Olimpo de la eternidad. Como no podía ser de otra forma, los
problemas sociales, psicológicos, existenciales te hicieron mostrar tu
inquietud sobre el papel porque, cuando el alma llora, es la mejor manera de
evadirse de la realidad y, a la vez, dejar constancia de lo acontecido. Quien
tiene tu sentimiento no puede dejar pasar inadvertidos los males y las
injusticias que detecta a su alrededor. Se empapa de lleno, se embriaga de la
pesadumbre, y eso le hace ver una realidad que quizá para otros, pase
inadvertida.
Son
todos aquellos que, como tú, encumbran las letras, la historia y la ciencia a
los más insospechados avances, los que nos hacen reconocer que la vida está
para vivirla. Y, como no podía ser de otra forma, me detuve y me impactó
conocer tu gran y hermosa historia de amor con Marie-José Tramini, tu musa y tu
compañera hasta el fin de tus días, aunque a mí, personalmente, no me guste
usar la palabra “fin”.
Es
un ejemplo de amor incondicional, de respeto y admiración mutua, de valorar lo
que se tiene, sin renunciar a la independencia de cada uno. “Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar, manifiesta Fernando
Pessoa, que amarte. ¿Qué quieres que te diga además de que te amo, si lo que
quiero decirte es que te amo?”. Me pregunto si aún quedan amores así porque, a veces, tengo la
sensación de que escasean en los tiempos actuales.
Marie-José
Tramini supo despertar ese sentimiento tan profundo en Octavio Paz, uno de los
escritores más prestigiosos del siglo XX, poeta, ensayista, diplomático
mexicano y Premio Nobel de Literatura (1990). Se conocieron en Nueva Delhi a
mediados de los años 60. Fue un amor a primera vista que sobrevivió a todos los
avatares desde que volvieron a coincidir en una calle de París. “El amor es un sentimiento, refiere Octavio Paz, que
sólo puede nacer ante un ser libre, que puede darnos o retirarnos su presencia”. Ella le dio todo su amor,
convirtiéndose en su musa insustituible para él. Mujer culta, elegante,
cosmopolita, única. ¡Qué frase más bonita diría el Nobel sobre ella! “Es lo
mejor que me ocurrió en la vida, después de nacer”.
Y
como mencioné anteriormente, Octavio Paz se preocupó enormemente por conocer y
reflejar cómo los acontecimientos históricos influyen en los sentimientos del
mexicano y marcan su actuación y su carácter en su libro “El laberinto de la
soledad” (1950). Esto es extrapolable a todo ser humano no solo al mexicano.
Según
el narrador y ensayista Enrique Serna: “La historia tiene la realidad atroz de
una pesadilla; la grandeza del hombre consiste en hacer obras hermosas con la
sustancia real de esa pesadilla”.
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